Mujeres en la Iglesia argentina
El servicio in(visible) de las religiosas mujeres
Mujeres en la Iglesia argentina
“Constituyen una mayoría silenciosa; mujeres dedicadas a sostener obras y estructuras eclesiales; imprescindibles pero invisibles, así comienza el reciente libro de Ana Lourdes Suárez sobre las religiosas argentinas”. En momentos donde se vuelve a cuestionar el rol de la mujer en la Iglesia resulta sugerente repensar su rol en “el gobierno de las estructuras básicas de la iglesia”, como señala la socióloga argentina, inclusiva al final de la obra se pregunta: ¿Qué modelos de vida religiosa se van vislumbrando?. Este colectivo, visto desde las ciencias sociales, merece ser pensado y repensado, ya que se ha reducido drásticamente desde 1960 al 2020 en un 50%, aun después de haber tenido un fuerte compromiso social con las llamadas comunidades de inserción en los barrios más pobres de Argentina. Ahora bien, ¿Qué sucede y sucederá con esta presencia in(visible) pero irremplazable de estas mujeres al servicio de Dios y de la comunidad cristiana?. La Vida religiosa, ¿quedará estando constituida solo por comunidades conservadoras?. Pienso solo en uno de los ámbitos donde estuvieron muy presentes y es de mi interés, las escuelas.
En cuanto a sus obras, Suárez señala con agudeza: “la gran cantidad de obras que gestionan responden más a su pasado que a su presente”.
“La regulación estatal, que a lo largo de las décadas se ha ido complejizando, agrava esta situación, redunda en que administrar sus obras sea una tarea más compleja” agrega Suárez.
La pregunta sobre las obras, en definitiva, es una pregunta sobre la identidad misma de la congregación
A partir de la segunda mitad del siglo XX las congregaciones religiosas, en especial las femeninas, entraron en un largo periodo de crisis que las obligó a cerrar obras e inclusive irse de la Argentina.
La pregunta sobre las obras, en definitiva, es una pregunta sobre la identidad misma de la congregación, señala con agudeza Suárez.
A vez, una pseudorespuesta termina siendo el carisma compartido con laicos, pero luego pasan al duelo por estar desprendiéndose de la obra. Otra respuesta, es el traslado a la diócesis o a otro grupo religioso, esto suele ser traumático por la conservación misma del carisma. En definitiva, ¿Solo les queda como opción administrar la decadencia?
Por último, recuerdo un hermoso texto del papa Francisco en EG nro 103:
La Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad, con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades peculiares que suelen ser más propias de las mujeres que de los varones. Por ejemplo, la especial atención femenina hacia los otros, que se expresa de un modo particular, aunque no exclusivo, en la maternidad. Reconozco con gusto cómo muchas mujeres comparten responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes, contribuyen al acompañamiento de personas, de familias o de grupos y brindan nuevos aportes a la reflexión teológica. Pero todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia. Porque «el genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social; por ello, se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral» y en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales.
Ana Lourdes Suárez concluye con una pregunta fundamental: A 13 años de estas afirmaciones, ¿Quién, cómo, y en base a qué mecanismos concretos se va a garantizar la presencia femenina en espacios de la Iglesia donde se toman decisiones?
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