El 'carrerismo' eclesiástico no da más de sí Para qué sirven hoy los curas

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"Tanto '¿Para qué sirven los curas?', como '¿Qué hacen los curas?', podrían ser titulares de una reflexión como esta, con informativa seguridad de que produciría multitud de sorpresas entre los lectores"

"Adelanto, no obstante, que tomando en serio el planteamiento de 'sinodalidad' y 'en salida', el llamado ministerio sacerdotal precisa planteamiento y 'órdenes' distintos al vigente y operante en la actualidad"

"¿Qué hacen los curas -y obispos- religiosamente, que no puedan, y deban, hacer los laicos y laicas, para la edificación y efectividad salvadora y redentora de la Iglesia y de la humanidad en general?"

"Desde perspectivas triste y desdichadamente negativas, ¿han sido y son referencias ético-morales para el resto del pueblo de Dios y del otro, que también lo es?"

"El 'carrerismo' eclesiástico no da más de sí. Estos son sus frutos y parte de sus consecuencias"

Tanto “¿Para qué sirven los curas”?, como “¿Qué hacen los curas”?, podrían ser titulares de una reflexión como esta, con informativa seguridad de que produciría multitud de sorpresas entre los lectores, con elementales reclamos y exigencias por mi parte de que las “generalidades” son todas ella injustas, y más las relacionadas con el clero -clero en multitud de versiones, sobre todo las pastorales.

Adelanto, no obstante, que tomando en serio el planteamiento de “sinodalidad” y “en salida” que el papa Francisco está inspirando en la Iglesia, el término “sorpresa” habrá de suplirse con reiteración y en profundidad eclesial -teológica-, por el del “escándalo”, ante la renovación-reforma que se presiente y a la que habrá de someterse la Iglesia, al menos para salvar su propia razón de ser en conformidad con el Evangelio.

Si por fin el Sínodo “desclericalizador” llega a calar seriamente en la “feligresía” –“hijos de la Iglesia”- con sus consecuencias, y el reconocimiento de la mayoría de edad que especialmente suplante a la veteranísima situación de puerilidad infantil, que el cristiano, por serlo, habría de practicar y “ejercer”, el llamado ministerio sacerdotal precisa planteamiento y “órdenes” distintos al vigente y operante en la actualidad.

Sus efectos no solo se elaborarían y proyectarían hacia ámbitos oficialmente clericales, en los que imperan y a los que regulan las ceremonias, los ritos y el Código de Derecho Canónico y la Liturgia en pleno. La razón es así de sencilla: al ritmo que marcan las circunstancias de lugar y de tiempo, definidas por corrientes impetuosas de secularización, con tantos actos religiosos sin clientela, templos vacíos, sin curas,(faltan vocaciones)- aunque con obispos televisivos o no-, sin campanas, con fiestas carentes de sentido cristiano y a las que definen tan solo o fundamentalmente las comerciales, a lo que algunos siguen llamando “religioso” le sobran calificativos para expresar lo contrario en su totalidad y con la anuencia de las mismas autoridades “civiles , políticas y a veces, aún eclesiásticas”, que de todo y felizmente puede haber y “hay en la Viña del Señor”.

Los curas, como gestores únicos del culto a Dios “celebrado” en los templos y sus aledaños, no son muchas las esperanzas de vida de las que disponen, con la seguridad de que el Sínodo acelerará, aún más el ritmo de posibilidades. El Sínodo educará y facilitará los principios y medios precisos, entre otros, los teológicos para que, por ejemplo, también los laicos puedan presidir las Eucaristías, impartir la enseñanza de la doctrina cristiana y testimoniar la realidad de la fe con sus posicionamientos naturales y sobrenaturales ante la vida familiar, social, laboral, profesional, y sin privilegios -concordatarios o no- de ninguna condición y clase.

Por supuesto que, contemplada la Iglesia como entidad administrativa, con necesidad de atender las necesidades “del culto y del clero”, con mención sacrosanta para “Cáritas” a los laicos les asiste tanto o más gracia de Dios que a los mismos curas y obispos. Estos y aquellos no suelen ser ejemplos de administradores en consonancia con el Evangelio, sino todo -casi todo- lo contrario., lo mismo por la formación eclesiástica recibida, como por la imbuición o inculcación que han sufrido -experimentado- en el proceso y aprendizaje de ser y ejercer nada menos que como “representantes de Dios”, en persona, por vocación y por “ministerio”.

Planteamientos sinodales en femenino, reconocidos y valorados en ellas -las mujeres- los derechos y deberes de Iglesia en igualdad de condiciones que las del hombre-varón, el titular informativo del “Para qué sirven” o ”qué hace -y harán- los curas “, adquiere proporciones tan notorias como inimaginables y “revolucionarias”, en el sentido más edificante, humilde y maternal que puede idearse.

Con petición de toda clase de disculpas, después de haberme asomado repetidamente a las “agendas” personales de no pocos curas -y de algún obispo-, los citados interrogantes demandan con urgencia y Evangelio, otras respuestas. ¿Qué hacen los curas -y obispos- religiosamente, que no puedan, y deban, hacer los laicos y laicas, para la edificación y efectividad salvadora y redentora de la Iglesia y de la humanidad en general?

Y, desde perspectivas triste y desdichadamente negativas, ¿han sido y son referencias ético-morales para el resto del pueblo de Dios y del otro, que también lo es, pese a que la condición de personas “consagradas” a Dios canónicamente y con votos, se lo ha reclamado y reclama, de rodillas y a grito abierto?

Y es que el “carrerismo” eclesiástico no da más de sí. Estos son sus frutos y parte de sus consecuencias. Para ser “buenas personas” y testimonios del Evangelio, al estilo de Jesús, no son indispensables las licenciaturas y los doctorados en Ciencias Sagradas, en las que, por otra parte, también las mujeres epatan ya a los hombres-varones, epíscopos o “episcopables”, además de ser y ejercer con mayor perfección como “especialistas en encuentros” que hoy demandan los tiempos, y más los que se dicen ser “religiosos”.

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