44 aniversario de la revolución de 1979 en Nicaragua No todo ha sido un sueño

Nicaragua, 1979
Nicaragua, 1979 Artículo66

El entusiasmo en un amplio sector del clero de Managua era grande en aquellos momentos. No digamos en la Diócesis de Estelí y el Vicariato Apostólico de Bluefields, animado por el padre capuchino Francisco Solano. Él ejercía como vicario episcopal, después de haber sido propuesto el primer alcalde de Bocana de Paiwás

Hicimos críticas, pero los conflictos con la jerarquía católica impidieron que los cristianos que acompañamos el proceso revolucionario pudiéramos tener una actitud crítica y más pública ante los problemas que a todas luces veíamos en la revolución

¿“Todo ha sido un sueño”? La estrofa de esta canción de la ópera Jesucristo Superstar me da pie para hacer una reflexión sobre la participación cristiana en el proceso revolucionario vivido en Nicaragua y los frutos alcanzados hasta hoy. La canción expresa los sentimientos de María Magdalena al contemplar la muerte de Jesús como un bandido cualquiera. Las esperanzas puestas en él, terminan en el fracaso: ¿Todo ha sido un sueño? Empieza de nuevo sigue… continúa la canción.

Los jóvenes con los que estoy trabajando me dicen: “Los cristianos simpatizantes con la revolución en los años 80 no fueron suficientemente críticos contra los errores cometidos por la dirigencia sandinista”; afirman una y otra vez: Nosotros no vamos a cometer los mismos errores”.

Que cometimos errores está bastante claro. Hasta la justo peca siete veces al día, nos recuerda la Biblia, pero ¿Fuimos o no fuimos suficientemente críticos? Recuerdo mis primeros contactos con los jóvenes guerrilleros en el barrio San Judas en Managua, en la mañana del 19 de julio de 1979. Muchachos si hemos ganado la guerra, ahora nos toca organizarnos para responder a las necesidades de la gente, encuentran un país en ruinas. Hay que unirse y dejar atrás los sentimientos de revanchismo y venganza” Eso mismo planteamos en las homilía los primeros días del triunfo de la revolución. “Hay que crear una nueva Nicaragua para todos”, afirmábamos.

El entusiasmo en un amplio sector del clero de Managua era grande en aquellos momentos. No digamos en la Diócesis de Estelí y el Vicariato Apostólico de Bluefields, animado por el padre capuchino Francisco Solano. Él ejercía como vicario episcopal, después de haber sido propuesto el primer alcalde de Bocana de Paiwás.

Revolución sandinista
Revolución sandinista

El primer problema que tenemos que evaluar no fue la falta de espíritu crítico de los cristianos con la revolución, no. Fue la crítica constante que la jerarquía católica mostró con la revolución a los 15 días después del triunfo, y que se fue radicalizando más y más con el paso del tiempo. Es esta actitud –que a mi juicio-, la que impidió una crítica sería, y por qué no decirlo profética de la revolución.

Fueron otros” desde fuera los que comenzaron a criticar y excluir a los cristianos del proceso revolucionario, clasificándoles de “ateos” y “comunistas”.

Al contrario, nos acompañaron en aquellos años los teólogos más destacados de la Iglesia latinoamericana, tanto católicos como protestantes, norteamericanos y europeos. Personalidades con mucha profundidad con los que veíamos conjuntamente los problemas.

Hicimos críticas, pero los conflictos con la jerarquía católica impidieron que los cristianos que acompañamos el proceso revolucionario pudiéramos tener una actitud crítica y más pública ante los problemas que a todas luces veíamos en la revolución.

El conflicto de la jerarquía se inició 15 días después del triunfo, con el comunicado del Ministerio del Interior orientando la celebración de la fiesta de Santo Domingo. La iglesia no había puesto mucho interés en estas celebraciones, después del fracaso pastoral en los años 60, para purificar esas manifestaciones religiosas. La celebración era una manifestación popular al margen del liderazgo pastoral de los Obispos.

Posteriormente, continuó con la tradicional procesión del Santísimo el primero de enero; donde la cúpula sandinista se hizo presente. Todo esto acompañado con las poco constructivas homilías de monseñor Obando y Bravo. En ese momento, se polarizó aún más la situación con la salida de los representantes de la oposición en la primera Junta de Gobierno: Alfonso Robelo y Violeta Barrios de Chamorro.

El ex ministro de Cultura de la Nicaragua sandinista
El ex ministro de Cultura de la Nicaragua sandinista

La Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) reclamó rápidamente la salida de los sacerdotes que ejercían como ministros del gobierno; y monseñor Obando exigió la realización de elecciones generales y la restauración de la catedral de Managua, seriamente deteriorada por el terremoto y abandonada por la Arquidiócesis. Recuerdo el artículo del sacerdote dominico Manuel Batalla,  publicado en La Prensa de la época: “Ni elecciones, ni catedrales”.

Éstas son las causas de la falta de unidad y el distanciamiento de los cristianos que queríamos acompañar al pueblo durante la revolución. Recuerdo las reuniones en la Nunciatura, convocadas por el encargado de negocios de la Santa Sede invitándonos a participar en el proceso y a trabajar por una Iglesia unida. Este plan naufragó rápidamente por la decisión de los obispos de Nicaragua, que rechazaron cualquier tipo de acercamiento con los católicos que simpatizábamos con aquel proceso.

La jerarquía católica de aquella época prefirió hacer una postura poco constructiva y bastante confrontativa. Se expulsó a los sacerdotes extranjeros que manifestaban algún signo de cercanía al proceso revolucionario y siguieron la línea marcada por el cardenal colombiano Alfonso López Trujillo, que vino –entre otras cosas-, a impulsar una línea abiertamente hostil a la revolución

La jerarquía católica de aquella época prefirió hacer una postura poco constructiva y bastante confrontativa. Se expulsó a los sacerdotes extranjeros que manifestaban algún signo de cercanía al proceso revolucionario y siguieron la línea marcada por el cardenal colombiano Alfonso López Trujillo, que vino –entre otras cosas-, a impulsar una línea abiertamente hostil a la revolución.

Recuerdo que el cardenal López Trujillo celebró una misa campal -en la que todos participamos-, pidiendo solidaridad para los cristianos perseguidos en Nicaragua. Este fue el principio de una serie de conflictos vividos a lo largo de la década de los 80 entre la Iglesia y la revolución, que no lograron apaciguarse con el documento Los Cristianos en la revolución, que fue contestado de forma muy agria por la jerarquía católica de aquel entonces.

En ese contexto, ¿Qué podíamos hacer los miembros de la Iglesia que acogimos el proceso como un proyecto de transformación profunda que pedía la colaboración activa de todos con un espíritu de responsabilidad crítica?

Tenemos que reconocer que el entusiasmo por un lado y la oposición poco constructiva de la institución eclesiástica por el otro, no nos permitió manifestarnos con todo la fuerza profética que los hechos ameritaban en aquellos momentos.

Daniel Ortega y Rosario Murillo
Daniel Ortega y Rosario Murillo

Lo que no es históricamente justo es desacreditar la participación de los cristianos en aquellos años, por más negativo que veamos el presente y el futuro lleno de nubarrones. Es la crisis de María Magdalena ante el fracaso de Jesús en la cruz sin intuir la fuerza de la resurrección de la persona honrada y justa que pone su voluntad al servicio de las grandes causas, al servicio del Dios de la vida.

Dios escribe recto con líneas torcidas. Esto no es un mensaje de consolación. Es ver la historia con sus contradicciones sin perder el horizonte que nos inspira el compromiso cristiano. No podemos perder la esperanza ni repetir los mismos errores del pasado. Un error es descartar para el futuro del pueblo todo lo que suene a revolución y sandinismo. ¿Por qué no ver el heroísmo de todo un pueblo que supo luchar contra la dictadura de Anastasio Somoza Debayle -en su mayoría jóvenes valientes-, que llamaron la atención de Nicaragua y el mundo? Aquellos eran hombres y mujeres cargados de generosidad y llenos de valores.

¿Por qué negar esta realidad para soñar con una Nicaragua sesgada y confrontada, que responde a los graves problemas del presente mientras desecha a un conjunto de buenos hijos de la patria que están dispuestos a enfrentar la realidad desde otra óptica de la historia?

¿Por qué negar esta realidad para soñar con una Nicaragua sesgada y confrontada, que responde a los graves problemas del presente mientras desecha a un conjunto de buenos hijos de la patria que están dispuestos a enfrentar la realidad desde otra óptica de la historia? ¿Qué los que se hicieron con el poder pervirtieron el proyecto? Todos estamos de acuerdo en ello, pero las motivaciones y los objetivos de aquella lucha fueron honestos y cargados de honradez.

Hablábamos en aquella época de la creación de un frente histórico, articulado con sectores de la burguesía, intelectuales, escritores, artistas, personalidades destacadas y gente de Iglesia. Las personas más valiosas del país, no sandinistas y sandinistas, participaron en ese esfuerzo común y dieron originalidad al proyecto. ¿Por qué no soñar en una nueva coordinación de las fuerzas vivas del país sin visiones sesgadas y excluyentes, para superar los errores del pasado y enfrentar unidos las necesidades actuales del pueblo?

Hoy más que nunca podemos tener una conciencia de autonomía y soberanía nacional sin perder de vista la “mística” de la defensa de las libertades públicas como una lógica conquistada por la sociedad moderna que imprime toda la cultura occidental. Los derechos humanos en toda la amplitud: políticos, sociales, económicos y derechos culturales. ¿Por qué no pensar que es posible trabajar por un Estado Social de Derecho donde la voz de los excluidos sea escuchada y dar prioridad a leyes que defiendan a los relegados en la historia?

El obispo Rolando Álvarez
El obispo Rolando Álvarez

Hay que soñar con un camino más allá de las conquistas de las sociedades avanzadas, si queremos responder adecuadamente al momento histórico de Nicaragua, y recoger los sueños y esperanzas que motivaron a tantos jóvenes de ayer y de hoy a entregar su vida por una causa tan noble: Un país mejor del que nos han heredado. Una sociedad participativa, donde la democracia sea mucho más que emitir un voto cada 5 años para elegir las autoridades que nos gobiernen, superando los paradigmas que nos ofrece el modelo actual.

Si nos motivamos para lanzarnos a conseguir este proyecto, habremos superado el mensaje de María Magdalena: Todo ha sido un sueño”.Porque para los cristianos este proyecto es más que un sueño, es el proyecto por el que arriesgo la vida Jesús de Nazaret.

(*) Fraile dominico.  @RafaelAragonOP

Volver arriba