Ortodoxia, diáconos y diaconisas: Una sugerencia para el Papa León XIV "¿Cuál sería el comportamiento de Jesús hoy ante el acceso de las mujeres al ministerio del diaconado y, por extensión, al del presbiterado y del episcopado?"

"Francisco parecía estar dispuesto a acoger la ministerialidad del diaconado femenino, pero fundada en el bautismo y, por tanto, como un carisma personal que, reconocido mediante una bendición"
"Con tal propuesta, el diaconado femenino no iba a ser un ministerio o servicio ordenado… El Papa Bergoglio tenía dos dificultades teológicas y una eclesiológica que le decantaban a proponer la 'solución' del diaconado femenino como un ministerio laical instituido"
16 profesores activos y eméritos de liturgia y teología litúrgica en varias escuelas teológicas y seminarios de Grecia y América del Norte sostienen que que no hay dificultad alguna para que "el papel litúrgico de las diaconisas pueda ampliarse hoy"
"A fecha de hoy, sigo entendiendo que la cuestión central no es teológica ni eclesiológica, sino evangélica. Y ésta pasa por responder a la siguiente pregunta: ¿Cuál sería el comportamiento de Jesús hoy ante el acceso de las mujeres al ministerio del diaconado y, por extensión, al del presbiterado y del episcopado?"
16 profesores activos y eméritos de liturgia y teología litúrgica en varias escuelas teológicas y seminarios de Grecia y América del Norte sostienen que que no hay dificultad alguna para que "el papel litúrgico de las diaconisas pueda ampliarse hoy"
"A fecha de hoy, sigo entendiendo que la cuestión central no es teológica ni eclesiológica, sino evangélica. Y ésta pasa por responder a la siguiente pregunta: ¿Cuál sería el comportamiento de Jesús hoy ante el acceso de las mujeres al ministerio del diaconado y, por extensión, al del presbiterado y del episcopado?"
A la espera de lo que pueda decir -y decidir- al respecto el Papa León XIV, conviene recordar el proyecto -sugerido durante el pontificado de Francisco- de implementar el diaconado femenino como un ministerio laical instituido, tal y como lo son, por ejemplo, el lectorado, el acolitado o la catequesis.
Franciscoparecía estar dispuesto a acoger la ministerialidad del diaconado femenino, pero fundada en el bautismo y, por tanto, como un carisma personal que, reconocido mediante una bendición, se ponía al servicio, por supuesto, de la comunidad cristiana y de la sociedad.
Con tal propuesta, el diaconado femenino no iba a ser un ministerio o servicio ordenado, es decir, fundado en la recepción del sacramento del orden y con capacidad para poder actuar en representación de Cristo Cabeza, servidor de los pobres y promotor de la justicia.

El Papa Bergoglio tenía dos dificultades teológicas y una eclesiológica que le decantaban a proponer la “solución” del diaconado femenino como un ministerio laical instituido.
Probablemente, la más importante -y casi nunca dicha- era la eclesiológica: el reconocimiento del diaconado femenino como un ministerio ordenado, tenía todos los boletos para provocar un cisma en la Iglesia católica; en particular, en aquellas zonas en las que la cultura es radicalmente patriarcal y machista. O, por lo menos, para poner la unidad eclesial al borde de la ruptura. Y más, si a esta decisión se sumaran otras que ya la estaban tensionando: por ejemplo, las aperturas -particularmente tímidas- sobre la moral sexual y la pastoral familiar.
Creo entender -pero es una opinión personal- que tal temor quedaba reconducido y personalmente acallado gracias a dos argumentos que solía esgrimir como dificultades teológicas: según la primera, el ministerio ordenado estaba reservado a los varones -desde Juan Pablo II- porque se trataba de una verdad que tenía que ser acogida “como definitiva”. Y él, como hijo de la Iglesia que era -y quería seguir siendo- la acogía como tal, es decir, como “definitiva” y, por tanto, sin cuestionarla.
Antes de ahora he expuesto que Francisco -al argumentar de esta manera- creo que confundía lo que es una verdad infalible e irreformable (y, por tanto, fundamental para conservar la unidad de la fe y no ponerse fuera de la Iglesia católica) con lo que es una verdad “definitiva” -y reformable- para salvaguardar la unidad de la Iglesia (pero no, de la fe) en un determinado momento de la historia (el argumento dogmático). A diferencia de las infalibles, las verdades definitivas pueden dejar de ser “definitivas” en otro momento posterior. Es lo que se puede apreciar, por ejemplo, leyendo las decisiones papales de suprimir y, posteriormente, restaurar la Compañía de Jesús.
De acuerdo con la segunda dificultad teológica, el Papa Bergoglio argumentaba que no estaba nada claro que hubiera habido, en los primeros siglos de la Iglesia (el argumento de la tradición), mujeres diaconisas como lo eran los diáconos varones. Francisco daba por buena la tesis, según la cual, las mujeres diaconisas -a diferencia de los diáconos -no eran ordenadas, sino bendecidas. Por tanto, el suyo no era un servicio ordenado, sino un ministerio laical, es decir, no había sido conferido para actuar en representación de Cristo Cabeza y, consecuentemente, estaba cerrado al presbiterado y al episcopado.

Cuando la Comisión Teológica Internacional se posicionó sobre el diaconado femenino, dejó abierto el asunto (“El diaconado: evolución y perspectivas” 2002): corresponde “al ministerio de discernimiento que el Señor ha establecido en su Iglesia pronunciarse con autoridad sobre la cuestión”. Pero, también sostuvo, unas pocas líneas más arriba de esta conclusión que “las diaconisas de las que se hace mención en la Tradición de la Iglesia antigua -según lo que sugieren el rito de institución y las funciones ejercidas- no son pura y simplemente asimilables a los diáconos”.
A diferencia de esta conclusión, 16 profesores activos y eméritos de liturgia y teología litúrgica en varias escuelas teológicas y seminarios de Grecia y América del Norte sostienen que la investigación actual permite afirmar de manera “más definitiva” que en la Tradición de la Iglesia Ortodoxa “las diaconisas” eran ordenadas “para las órdenes superiores del clero (lo que hoy entendemos como “cheirotonía”) y no simplemente designadas para el clero menor (“cheirothesía”)”.
Además, prosiguen, también sabemos que “los deberes litúrgicos de las diaconisas eran más limitados que los de los diáconos debido a la concepción cultural y a la segregación de la mujer en la sociedad bizantina. Sin embargo, las diaconisas ministraban a las mujeres del mismo modo que los diáconos ministraban a los hombres”.
E, igualmente, sabemos -concluyen estos 16 profesores- que no hay dificultad alguna para que “el papel litúrgico de las diaconisas pueda ampliarse hoy” con el fin de “ayudar a satisfacer las necesidades particulares de la comunidad actual” (https://www.settimananews.it/ecumenismo-dialogo/ortodossia-e-diacone/ ).

Si no me equivoco, creo que las dificultades teológicas que aducía Francisco en su tiempo para ralentizar -y hasta bloquear- el acceso de las mujeres al diaconado siguen presentando las mismas -o más-, inconsistencias teológicas, a la luz de esta aportación.
A fecha de hoy, sigo entendiendo que la cuestión central no es teológica ni eclesiológica, sino evangélica. Y ésta pasa por responder a la siguiente pregunta: ¿Cuál sería el comportamiento de Jesús hoy ante el acceso de las mujeres al ministerio del diaconado y, por extensión, al del presbiterado y del episcopado?
Entiendo que este es un asunto que no puede ser resuelto solo y exclusivamente por el Papa León XIV, a pesar de que fue otro Papa (Juan Pablo II) quien declaró “como verdad definitiva” la imposibilidad del acceso de las mujeres al ministerio ordenado.
Pero también creo, en orden a facilitar una salida lo menos traumática posible, que no estaría de más que el Papa Prevost permitiera afrontar este asunto en la próxima Asamblea Eclesial de octubre de 2028 o, si le pareciera más conveniente, que se dedicara una Asamblea Eclesial monográfica para tratar este asunto. Es, simplemente, una sugerencia. Sin más.

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