León, Nicea, Turquía, Líbano y la Navidad Un viaje de esperanza hacia una Iglesia unida, diálogo entre religiones, un mundo en paz
Como ya se ha insistido en otras ocasiones, no habrá paz mientras continúen las guerras religiosas
| Félix Placer Ugarte
El viaje apostólico del papa León XIV a Turquía y a Líbano había despertado gran interés no solo por ser el primero internacional, sino también por los lugares elegidos y los temas que iban a ser abordados. La razón de su visita a la República Turca estaba en la conmemoración de los 1.700 años del concilio de Nicea y en su sentido ecuménico; unida a esta celebración, su estancia en Líbano, frontera con el país palestino, tenía un importante significado de compromiso por la justicia y la paz en los críticos momentos que esta zona vive y que afectan a la estabilidad mundial. El Papa ha abordado, en consecuencia, en sus discursos las exigencias religiosas y políticas.
Un Concilio actual
Las afirmaciones dogmáticas del Concilio de Nicea en su celebración el año 325, rechazaban la herejía de Arrio que socavaban la fe cristológica al negar la divinidad de Jesucristo y, por tanto, la unión de Dios con la humanidad,estableciendo una distancia insalvable respecto a la divinidad. La razón arriana estaba en que la trascendencia de Dios no era compatible con el sufrimiento de Jesús: Dios no podía sufrir ni morir, tampoco nacer y compartir con los humanos su vida. Por ello Jesús no podía ser Dios, sino alguien creado y, por tanto, inferior al Padre que esincreado y eterno, en absoluta transcendencia. Nicea, con Atanasio, desautorizó ese error que separaba al hombre de Dios, atentaba contra lo más profundo de la revelación yde la historia de la salvación y anulaba el sentido pleno de la sacramentalidad. Con la afirmación dogmática de Nicea, recordaba León XIV en su Carta Apostólica In unitate fidei, la doctrina de la consubstancialidad (homooúsios) de Jesucristo, Hijo de Dios, según Nicea, contra el error helenizante de los arrianos.
Ante determinados espiritualismos de hoy que tienden a separar lo humano de lo divino y la historia humana de la historia de la salvación, la Iglesia con León XIV confesaba la cercanía de un Dios que comparte nuestra vida, sus gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias, elsufrimiento de todas las víctimas sobre todo de los últimos, de los más pobres, de los abandonados y marginados para lograr un mundo humanizado, es decir, divinizado ya que toda auténtica liberación lleva a una verdadera divinización.
También es importante subrayar en este momento que,según la fe niceno-constantinopolitana, Dios en la encarnación asumió la naturaleza humana en su integridadque es femenina y masculina. Por tanto no se puede aducirla masculinidad del Jesús histórico como razón para negar a la mujer su derecho, por ejemplo, al diaconado y presbiterado. La igualdad es principio fundamental, garantizada por el bautismo, desde donde se deriva la correspondencia de los mismos derechos a hombres y mujeres.
Nicea ante el ecumenismo y pluralismo religioso
La Carta citada recordó también “el altísimo valor ecuménico” del Concilio de Nicea e invitaba fortalecer el diálogo en un “ecumenismo orientado al futuro”, como así ha sido y se ha reafirmado por parte del Papa y las diferentes Iglesias en los encuentros ecuménicos que han tenido lugar, sobre todo en Iznik, antigua Nicea, con el Patriarca de Constantinopla Bartolomé I rezando con delegados de las diferentes Iglesias.
Pero también es preciso recalcar que este viaje papal se ha desarrollado en su primera etapa en Turquía, país de mayoría musulmana; contexto muy tenido en cuenta en los saludos y discursos ante las diversas autoridades civiles y religiosas. Frente a un pasado de discordias, enfrentamientos y guerras, este viaje ha subrayado la evolución positiva en las relaciones entre musulmanes y cristianos en el respeto y en el diálogo; también con otras religiones en un mundo caracterizado por el pluralismo religioso, donde todavía se enfrentan concepciones monoteístas y politeístas, que desembocan en graves conflictos. Como ya se ha insistido en otras ocasiones, no habrá paz mientras continúen las guerras religiosas.
Nicea y Constantinopla resolvieron los graves enfrentamientos cristianos de su época con afirmaciones dogmáticas en las que también estaba interesado el poder político en un imperio dividido por posiciones religiosas. Precisamente, como recordaba el Papa, la consecución de la unidad de todos los cristianos fue uno de los objetivos principales del último Concilio, Vaticano II, que retiró las recíprocas excomuniones con la Iglesia ortodoxa y afirmó que "el restablecimiento de la unidad entre todos los cristianos es una de las principales preocupaciones del Concilio Vaticano II" (Unitatis redintegratio). Celebramos este 8 de diciembre su clausura, hace 60 años.
Sin embargo en el mundo actual globalizado las religiones continúan siendo motivo y causa de inestabilidad y guerra. Es preciso llegar al diálogo interreligioso para el cual Nicea y Constantinopla con Éfeso y Calcedonia, aportan una base imprescindible. Si afirmamos la acción de Dios en la humanidad y la presencia del Espíritu en su historia es preciso reconocer, como lo afirmó el Concilio Vaticano II, su acción universal. Por tanto, otras religiones son lugares donde acontece el encuentro entre lo divino y lo humano, dondeestá “ lo bueno sembrado en los ritos y culturas de otros pueblos” (Lumen gentium, 17).
Ya el ‘Parlamento de las Religiones del Mundo’, celebrado en 1993, abogó por una ética mundial para conseguir un orden mundial nuevo, sin predominio de una religión sobre otra, basado en el mutuo reconocimiento, en la no violencia y respeto a toda vida, en el compromiso a favor de una cultura de la solidaridad y de un orden económico justo, de tolerancia e igualdad. Hoy las diferentes religiones subrayan profundos valores de alteridad (abrahámicas), compasión (asiáticas), cuidado de los pobres y olvidados (Islamismo), sintonía con la naturaleza (indígenas). En consecuencia el diálogo interreligioso está brotando en una teología del pluralismo religioso de amplio alcance liberador y pluralidad convergente, cuidando la creación, que es obra de Dios con reverencia y gratitud, custodiándola y cultivándola como casa común de la humanidad, según ha recordado el Papa citando la Laudato si’.
Ante un mundo dividido, enfrentado, con graves desigualdades injustas
Este viaje ha estado marcado, por tanto, como no podía ser de otra manera, por una insistente exigencia de paz, en especial desde el Líbano, en la frontera con Palestina. En un escenario de guerra, con sus trágicas consecuencias para Gaza y también para otros pueblos como Ucrania, África y con amenazas de invasiones prepotentes León XIV ha clamado por la justicia y por la paz y el respeto a todos los pueblos desde la justicia. Ha sido una constante en sus discursos ante líderes políticos y religiosos y ante los grupos que han compartido sus celebraciones ecuménicas donde las diferentes confesiones y religiones son claves de justicia y de paz, de respeto a los derechos de todos los pueblos.
Siguiendo el itinerario del viaje papal estamos, por tanto, llamados a un proceso de paz urgente y a un rechazo de la guerra y de un armamentismo desbocado que en lugar de ser garantía seguridad para los estados, es amenaza destructiva sobre el conjunto de la humanidad, además de ser negocio para quienes alientan e imponen la carrera armamentística.
Si el Concilio de Nicea, convocado por Constantino, tuvo una interesada intencionalidad política para su imperio, unida a la religiosa, la celebración de su aniversario con el viaje de León XIV se ha guiado por una clara finalidad religiosa haciéndose clamor de paz “en un mundo dividido y desgarrado por muchos conflictos”. Es el radical servicio que hoy la Iglesia ofrece a la humanidad ante sus angustiosas preguntas e incertidumbres, como pidió Gaudium et spes hace ahora 60 años.
Nicea y la navidad: la sacramentalidad de lo humano
El viaje de León XIV se ha realizado en tiempo de Adviento en las puertas de esta Navidad y en lugares de intensas resonancias bíblicas y del primer cristianismo. Los Concilios de Nicea y Constantinopla dieron pleno sentido a la celebración del nacimiento humano del Hijo de Dios, que en la herejía arriana perdía su pleno significado salvador.
Celebrar aquel acontecimiento decisivo para la humanidad implica la afirmación de la humanización de Dios, en especial, como insistía el mismo Papa, en los pobres y sencillos (Dilexi te). En consecuencia, fieles a la fe que confiesa la unidad de lo divino y de lo humano en Jesucristo, como afirma Jon Sobrino, siguiendo a Karl Rahner y en definitiva a Nicea, lo humano debe ser interpretado en referencia a lo divino y lo divino en relación con lo humano.
Jesús es comprendido de esta manera comosacramento de Dios y, por tanto, lo humano es sacramento de lo divino. Desde esta convicción creyente, la afirmación de que ‘fuera de la Iglesia no hay salvación’, de reminiscencias arrianas, ha dejado paso a la que es fiel a Nicea: ‘fuera del mundo no hay salvación’. En consecuencia solo llegamos a Dios a través de lo humano interpretado desde el evangelio, guiados por el Espíritu que nos descubre y revela en los pobres, humildes, necesitados al Dios de Jesús nacido en Belén como liberador-salvador (Lc 4,18). Negar esa relación intrínseca que proviene de la Encarnación equivale a caer en la herejía arriana que separa lo humano de lo divino, a Dios del hombre y termina reduciendo la Navidad a modelos espiritualistas que muchos hacen compatibles con el consumismo de estos días en nuestra sociedad.
La resonancia de los mensajes dirigidos por León XIV, no solo a los lugares visitados, sino al mundo entero en su crítica situación actual, dan a esta Navidad un interpelante significado para que el entendimiento y diálogo entre confesiones cristianas, entre religiones del mundo, en la política de los estados, en la relación entre pueblos, se guíen por actitudes y criterios liberadores y humanizadores para lograr construir un mundo de justicia y de paz.