Adviento, tiempo de cuidados

Adviento, tiempo de cuidados
Adviento, tiempo de cuidados

«Yo nunca habría tenido éxito en la vida si no me hubiera dedicado a las cosas más pequeñas con la misma atención y cuidado que le dediqué a las más grandes» (Charles Dickens)

En este mundo que vivimos tenemos la sensación de que cada persona va a lo suyo, que solo se preocupa de sí misma, que lo que le pase a los demás o a su entorno no es de su incumbencia: «bastante tengo yo con preocuparme de mí mismo, como para interesarme por el vecino, de lo que le pase a los pobres o a la naturaleza».

Aunque este sea un hecho real y significativo, no todos los hombres y mujeres (ni mucho menos) somos individualistas y egoístas, sino que sentimos que el interés, la responsabilidad y el cuidado por el otro, es algo consustancial a nuestro propio ser, que no podemos llegar a ser personas maduras si no cuidamos de los demás (en especial, de los más desfavorecidos), del entorno en que nos movemos, de los animales, las plantas, los mares y las montañas que forman y conforman nuestra casa, la naturaleza, la Tierra de la que formamos parte.

Este sentimiento lo experimentamos en nuestro interior, como un gen espiritual que nos configura y da consistencia. Proviene del buen Dios Creador, de la Fuente vital, de la Ruah que nos cuida, sostiene y fortalece cada día de nuestra vida.

Padre nuestro del cuidado

Padre, Madre buena que estás entre nosotros. Sentimos tu presencia cuando nos cuidas por medio de nuestros hermanos y hermanas.

Padre, Madre misericordiosa, nos invitas a ser cuidadosos con los que más sufren. Así damos testimonio de tu infinito amor por todas tus criaturas.

Deseamos que te hagas presente en nuestro mundo, por medio de personas que se comprometan a vivir el mensaje de fraternidad, dignidad y justicia hacia todo ser humano, y hacia toda tu creación. Queremos dar nosotros el primer paso para ser así.

Cumplir tu voluntad de felicidad para todos los seres es nuestra misión en la vida. Desvivirnos por los demás. Dar gratis lo que gratis recibimos. Cuidar como tú nos cuidas: acariciando al triste, levantando al caído, curando al apaleado, luchando por los más débiles, sembrando la paz de la verdad. Viviendo con cuidado, sencillamente.

Estamos hambrientos de pan y de ternura. De justicia y de belleza. De conocimiento y de silencio. De contemplación y de lucha. De felicidad y de compromiso. De compartir y de belleza. De serenidad y de esperanza. De lágrimas y de regocijo.

No seremos plenamente felices hasta que no lo sea el resto de la humanidad, hasta que no se alcance la dignidad de todos los seres humanos, hasta que no tratemos con delicadeza a nuestra madre, la Tierra. Seremos perdonados cuando nuestra vida sea un testimonio de fraternidad hacia todo lo creado.

No permitas que nos acomodemos, que nos enfriemos, que nos recostemos en la hamaca del olvido. Que no apaguemos nunca la llama que arde en nuestro interior, la chispa que brotó de tu fuego, la ardiente necesidad de compartir tu amoroso cuidado para con todos los demás seres vivos.

Así sea, que se cumpla en nuestras vidas. Te lo pedimos a ti, buen Dios nuestro, que nos cuidas con tanto cariño.

«Felices quienes viven cuidando; quienes se dejan cuidar confiadamente entre las manos amorosas de nuestro buen Padre y Madre Dios».

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