Bienaventuranzas contagiosas

Bienaventuranzas contagiosas

Felices quienes transmiten a su alrededor los virus contagiosos de la simpatía, el compañerismo y la conversación reposada, creando un ambiente que invita a la confianza y la intimidad.

Felices quienes contagian con su buen talante y humor, en cualquier lugar que se encuentren, sentimientos de ánimo, contento y entusiasmo.

Felices quienes inoculan con su manera de ser a las personas con las que se encuentran, la invitación a vivir y sentir la vida de una forma intensa, apasionada y profunda.

Felices quienes esparcen en torno suyo un aliento de comprensión que elimine el enfrentamiento estéril, destellos de luz en momentos de oscuridad, compañía cuando se desfallece en soledad…

Felices quienes se inoculan la quíntuple vacuna, contra la rabia, el odio, la animadversión, la murmuración y la exclusión del otro que camina a nuestro lado.  

Felices quienes no dejan de extender el contagio del virus del cuidado hacia quien precisa ayuda, la generosidad como forma de vida y el consuelo para ayudar a levantar el ánimo de la persona descorazonada.

Felices quienes propagan la enfermedad de la solidaridad, se esfuerzan por extender el germen de las buenas noticias y difundir la adición a la droga de la amistad.

Felices quienes se contaminan con el virus de la acogida del diferente, de la estrella de la esperanza que siempre abre nuevos senderos, de la cordialidad para respirar mejor en cada entorno vital, del agradecimiento como forma de vida, para dar sentido, profundidad y aliento a la propia existencia.      

Volver arriba