Deseos de abrazos y caricias

Deseos de abrazos y caricias

Escribe Margaret Atwood en su novela El asesino ciego: “El tacto viene antes que la vista, antes que el habla. Es el primer idioma y el último, y siempre dice la verdad”.

Una de las peores consecuencias que nos ha traído la pandemia del Covid-19 es la carencia, la casi imposibilidad en muchos casos de abrazarnos, besarnos, acariciarnos.

La distancia entre las personas, que tenemos que observar para detener el contagio, nos impide la cercanía, el roce, el beso, el contacto. De hecho ya hay mucha gente que prefiere proteger su seguridad física, anteponiéndola a la inseguridad psicológica de sentirse no tocados, abrazados.

Pero estoy seguro que hay muchas más personas que, manteniendo la debida distancia social, siguen anhelando esos momentos que mantienen en sus sueños, de poderse mirar a los ojos mientas se estrechan en un abrazo. Y con la gente con la que conviven diariamente, se explayan en un achuchón bien fuerte que compense tantos que se quedan sin gozar.

Algunas personas (ojalá sean muchas) no deseamos volver a la antigua normalidad, sino a una nueva, en la que la sociedad adquiera otros contornos más fraternos y humanos; una economía más social y solidaria, al servicio en primer lugar de las clases más desfavorecidas; una política más participativa y al verdadero servicio de los ciudadanos, que busque el interés común mucho antes que el particular; una apertura de mentes, manos y corazones a todas las personas que deseen buscar entre nosotros nuevas oportunidades, integrándonos y reconociéndonos como seres humanos necesitados unos de otros…

Pero, sobre todo, volver a retomar con más énfasis la cercanía y el cariño en las relaciones interpersonales, abrazando y dejándonos abrazar, acariciando y dejándonos acariciar, besándonos y dejándonos besar. Porque andamos hambrientos, sedientos de celebración, de besos, de roce piel contra piel, que nos inunde de alegría y de ternura.

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