Gritos ahogados / Gritos fraternales

Gritos ahogados / Gritos fraternales
Gritos ahogados / Gritos fraternales

Gritos desgarradores hienden la noche.

Se suceden como aullidos de perros lastimeros,

pero son alaridos humanos que descarnan por dentro.

Centenares de días sin que la brisa del mar atempere la tarde,

sin que el silencio se haga presente

abriendo un espacio cordial entre las miradas.

Caminan los supervivientes, como muertos en vida,

sobre cenizas, ruinas, escombros, despojos,

sobre cuerpos ocultos bajo edificios

bombardeados, arrasados, demolidos.

“Ojo por ojo y el mundo quedará ciego”,

dijo un anciano no violento vestido con taparrabos.

La ley de talión elevada a la máxima potencia

del genocidio, la masacre inmisericorde

de niñas y niños sin culpa alguna.

El resto sobreviven sorbiendo el aire,

sin la frescura del agua de la vida,

sin el exquisito sabor de la miga de pan.

No se encuentra en el horizonte

ningún rastro de humanidad,

ni un solo hilo de esperanza

para poder tejer un bordado de diálogo,

un tenue destello hacia la paz,

un resquicio luminoso para la compasión.

Solo las lágrimas y la determinada

e invicta solidaridadcon el pueblo resistente

y los gritos fraternales elevados al cielo velado,

que el viento compasivo arrastra hacia Gaza,

harán volar un día de nuevo

las cometas y las incipientes sonrisas

sobre los rostros de las niñas y los niños

que sobrevivan al exterminio del odio.

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