Hace tanta falta la lluvia...

Hace tanta falta la lluvia...
Hace tanta falta la lluvia...

¡Hace tanta falta la lluvia!

Al menos una llovizna

que descienda leve, persistente,

o un orvallo que vaya calando

hasta empapar de vida

y de luz la mirada

que traspasa el vaho en la ventana.

Necesitamos una tormenta infinita

que desprenda

tanta escara a flor de piel,

tanta polución inhalada,

tanto ardor apagado.

Es apremiante una gran precipitación,

que arrastre por las alcantarillas subterráneas

tanta infamia inoculada en las imágenes,

tanta violencia que circula por las venas,

tanto anhelo despreciado, insatisfecho.

Porque escasea la lluvia en la ciudad,

para que broten flores en el asfalto,

para calmar tanta sed insaciable,

para ahuyentar la soledad y el vacío

con la húmeda tempestad de los besos.

¡Hace tanta falta

que la lluvia desagüe por los canalones

el desamparo y haga germinar

el verde tallo del embeleso…!

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