Manual de imperfección

Manual de imperfección

La gente de nuestra sociedad actual, en muchos casos, anhela la perfección, pero no la ética o la bíblica, sino la meramente exterior: la belleza de un rostro siempre joven; la perfección académica o profesional; la perfección de la ropa, siguiendo la última moda; la perfección del cuerpo, siempre en plena forma, estilizado, musculado; la perfección de la casa, del coche, de todo lo que poseemos; la perfección en los hijos…

Pero la realidad de la vida no es la perfección, al contrario, lo más normal es la imperfección, la enfermedad, los michelines y los kilos de más, la huella del paso de los años, los problemas con la familia, con el trabajo…

La aceptación sincera de la imperfección, tanto propia como ajena, es lo que nos humaniza, dignifica y engrandece. La gente que se cree perfecta suele se dura, fría y rígida. Quien acepta con buen humor, serenidad y humildad su fragilidad y sus carencias, será comprensiva y magnánima porque justifica, perdona y exculpa, y, por eso, sentirá palpitar los acontecimientos y la bondad de la vida a su alrededor y en sí mismo. El realismo le hará ser cada día más sencillo y dichoso.

Este podría ser un posible manual de la imperfección, al que cada uno puede añadirle otras imperfecciones y fragilidades propias, que le puedan ayudar a aceptar su propia realidad con humor e irla transformando poco a poco, en la medida de sus posibilidades: 

* Feliz quien reconoce que no siempre es encantador ni simpático, porque ya tiene medio camino recorrido hacia la afectuosa cordialidad.

* Feliz quien sabe que no es insuperable en su trabajo, porque así se tiene que esforzar con entusiasmo en hacer cada día un poco mejor su cometido.

* Feliz quien lamenta la aparición a veces en su corazón del egoísmo y el narcisismo, porque ya le queda un poco menos para avanzar por la ruta de la solidaridad y la empatía. 

* Feliz quien acepta que no siempre es un buen padre, una buena madre, un buen hijo, un buen abuelo… porque en ese reconocimiento está ya latente el deseo de cambiar personalmente y mejorar el clima familiar.

* Feliz quien palpa la realidad de su ser vulnerable, frágil, desvalido, porque ya solo puede elevar la mirada para sentir el aliento vital que le habita, las brasas de la estrella que le dio a luz y le acompaña cada día.

* Feliz quien se da cuenta que no acepta con buen humor el paso de los años, las dolencias y goteras que le van surgiendo, porque ya solo le queda admitir que es finito y que debe gozar de cada día intensamente.

Feliz quien comprueba que no siempre es feliz, ni está alegre constantemente, ni da contento a los demás, porque ya está en el sendero de reírse de sí mismo, encauzar el buen humor, compartir su alegría y mantener la paz interior.

* Feliz quien demuestra inseguridades, miedos, indecisiones, porque puede darle la vuelta a la tortilla, encaminándose hacia la confianza, la determinación y la resiliencia.

* Feliz quien admite que se equivoca, falla y tropieza, porque es la mejor forma de volver a levantar el ánimo, intentando día tras día hacer las cosas un poco mejor, con paciencia, ilusión y tenacidad.

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