María, madre del Emmanuel

María, madre del Emmanuel

La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa «Dios con nosotros» (Mt 1,23).

La profecía de Isaías (7,14) se cumple en la persona de María. La salvación de Dios se inicia en la semilla que crece en su vientre. Ella se siente portadora de una gran alegría, que lo será para todo un pueblo. Para muchos pueblos en el futuro. Dará a luz un hijo, que anunciará una buena noticia, que ofrecerá esperanza a los más desvalidos de Israel.

Miriam, una jovencita de la aldea de Nazaret, en la región de Galilea, recibe una revelación y las palabras que había escuchado en la sinagoga tantas veces, adquieren una nueva y definitiva luz: el hijo que crece en su interior será el Mesías tan esperado por su pueblo, el Emmanuel, el hijo de Dios encarnado entre nosotros.

Es la señal que tanto ha aguardado el pueblo de Israel, su definitiva liberación. Ya no será un Dios lejano, a quien no se puede nombrar siquiera. No está distante, en la estratosfera, alejado, ajeno a nuestra realidad, a las injusticias, los odios, las esclavitudes exteriores e interiores de los seres humanos.

Dios mismo entra en nuestra historia, se hace humano entre los humanos. Compartirá nuestra pequeñez, nuestra vulnerabilidad, nuestros deseos. Será «uno de tantos, actuando como un hombre cualquiera» (Flp 2,7). Sentirá profundamente nuestra finitud, el amor por los padres, la ternura por los más humildes, la belleza de la creación.

María también se siente pequeña, desconcertada ante esta presencia que va invadiendo con fuerza su existencia cotidiana. Le es muy difícil explicarle a José, su prometido, la inexplicable intervención del Espíritu en su vida. Solo el amor entre los dos, la comprensión, la libre aceptación de la voluntad de Dios, hará posible llegar a creer juntos lo imposible.       

Oración

María, muchacha de Nazaret,

pequeña y dócil a la Palabra,

a las insinuaciones del Padre,

al Espíritu que anida en ti.

Acompáñanos en la búsqueda

de la presencia actual de Dios

en nuestro mundo,

en nuestra vida concreta.

Amén.

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