Los imprescindibles sacramentos de la vida

Los imprescindibles sacramentos de la vida
Los imprescindibles sacramentos de la vida

«El cristiano actual debería ser educado para percibir el sacramento más allá de los estrechos límites de los siete sacramentos» (Leonardo Boff).

En medio de una crisis tan dramática como la que estamos viviendo en nuestros días, intentando sobrevivir día a día, ayudando como mucho a la gente de nuestro entorno, es difícil levantar la mirada y el corazón, para vislumbrar salidas, para compartir proyectos, para encontrar significados.

Los sacramentos son signos sensibles y eficaces de la gracia de Dios, a través de los cuales se otorga la vida divina al creyente, según la doctrina de la Iglesia. Por lo tanto, para recibir la gracia deberemos vivir una vida sacramental, que supere el estrecho margen de los siete sacramentos, descubriendo el encanto y la diafanidad de la vida, que sigue brotando en cientos de manantiales a nuestro alrededor. Un agua fresca que se nos ofrece, se nos da vida y que no podemos desaprovechar.  

Más allá de los siete sacramentos, hay otros muchos que surgen a nuestro alrededor, que hay que descubrir y otros que podemos derramar y ofrecer a los demás. Como el sacramento de la ternura: «No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura», ha dicho en varias ocasiones el papa Francisco. La ternura con los demás es un sacramento que transforma las relaciones, revitaliza la ilusión, despierta la alegría. El sacramento de la ternura camina de la mano del cariño, que sienta las bases de una profunda humanidad. 

Detrás de las muchas experiencias que acumulamos en la vida, podemos descifrar los signos sacramentales que pueden ayudarnos a comprender su significado, aprendiendo a encontrar lo positivo de cada circunstancia.

Pero la mayor felicidad que podemos obtener en la existencia, es cuando descubrimos el misterio y el sacramento del otro, que nos ayuda a encontrar nuestra identidad más honda, pues el otro nos fecunda, nos ayuda a caminar, a descubrir nuestras deficiencias, nuestra potencialidad, nuestra bondad. Llegamos pues a ser nosotros mismos cuando somos con y para los demás.

En el contacto con el otro que sufre, sea por problemas personales o a consecuencia de la injusticia social, aflora el sacramento de la solidaridad, que refleja lo mejor de la condición humana, la cercanía, identificación y com-pasión con el dolor y el lamento, para transformarlo en superación, sanación y liberación.

La naturaleza es uno de los sacramentos más diáfanos de la belleza y del misterio de Dios. Es algo a recuperar en nuestro mundo, especialmente por las personas que vivimos en las grandes ciudades. Dejarse asombrar por el intenso azul del mar, por la majestuosidad de las montañas, por el vuelo de las aves, por la hermosura de las flores, por el frío de la nieve o el ardor del desierto, por la inmensidad del cosmos y sus millones de estrellas... Es un verdadero sacramento de encuentro y de admiración, para llegar a sentirnos uno con nosotros mismos, con los demás y con el universo entero. Todo con todos.      

Imprescindibles para respirar, son el sacramento de la alegría y el buen humor, que hacen agradable nuestra vida y la de los demás. El sacramento de la amistad, que nos hace sentirnos acompañados y confiados en cada circunstancia de la existencia. El sacramento del amor, que lo abarca todo, da sentido a todo, todo lo renueva. Y otros muchos sacramentos más, que dan significado y un nuevo sabor y color a la existencia… 

«Felices quienes han logrado reconocer en cada momento de su existencia los innumerables sacramentos que se les ofrecían».

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