Desde la interioridad y la confianza (salmo 61)
Ante una vida de tanta inmediatez,
de necesitar ver cumplidos los deseos al instante,
de aislarnos en la exterioridad,
busco con denuedo entrar dentro del corazón,
reencontrándome con mi propia interioridad,
para sentirme en plenitud y liberado de mis ansias.
¿Hasta cuándo haremos caso
de los reclamos de esta sociedad
del lucro y la codicia, del egoísmo,
la individualidad y la superficialidad?
Solo puede llevar al ser humano
a desvincularse de sí mismo,
a rehuir de su más íntima intimidad,
a impedir que él mismo llegue a conquistar
lo que está llamado a ser.
Mi corazón descansa en la Presencia amante
que, como una sombra placentera, me aguarda
cuando me encuentro estresado y perdido,
y ahí reside mi esperanza.
Es mi cimiento más sólido,
mi refugio en el momento
tanto del abatimiento como de la alegría.
Hemos perdido de vista que nuestra vida
es una milésima de segundo comparada
con la historia de la humanidad,
una mota de polvo que gravita en el universo
y, en cambio, queremos asegurarnos
el futuro a base de opresión, de despojos,
de ultrajes, intentando ver crecer nuestra riqueza,
las acciones, los bonos, los bienes,
creyendo que con eso aseguramos nuestra vida,
cuando lo que dejamos prisionero es el corazón.
Yo, en cambio, busco tu gracia,
para consolar y robustecer,
para acompañar y dar ánimos,
para recibir la paga mayor:
sentirme a gusto, feliz conmigo mismo,
y saciado del agua refrescante
de mi Fuente, que eres tú, mi buen Dios.