El mar de la sensibilidad

El mar de la sensibilidad
El mar de la sensibilidad

Siempre deseó crear un verso

que ofreciera algún sorbo de belleza

desde el corazón mismo de la vida.

En sus entrañas palpita

un breve, incandescente destello de luz

que renace cada mañana para sobrevivir

a las duras heladas de la intemperie.

Se deja así traspasar por el fulgor

de la presencia que le habita y sostiene,

que le mantiene conmovido,

balbuciendo algo incomprensible

ante el espectáculo de la noche

y sus millones de lejanas nebulosas.

Va apartando las sombras

para que no se apodere de su mirada

la oscura y húmeda sensación del musgo,

que impide que crezca un pétalo

suficiente de felicidad.

Le mueve una pasión interior,

una atención plena hacia la realidad,

al barro y su leve vuelo hacia lo inefable,

esa brasa de esperanza

que siempre permanece prendida.

Aún se deja atrapar

por el espíritu fascinado

que crea la maravilla,

el mar de la sensibilidad

tan dentro de sí.

Y allí se baña cada día,

en las verdiazules aguas

de la clara incertidumbre

en cada paso,

por cada rostro,

de cada alumbramiento,

con la pasión del don

que descorre el telón de la vida.

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