También esto pasará

También esto pasará

La sociedad en que vivimos nos invita constantemente a vivir dominados por la prisa, la impaciencia y el apremio. Todo transcurre a tal velocidad que lo que ahora es, en un rato lo que ha sido ya no aparece; lo que hoy nos ocurre, mañana ha quedado relegado al olvido.

No tenemos tiempo para disfrutar de una buena compañía con tranquilidad, para mirar un paisaje con detenimiento, para mantener una conversación con serenidad, para pasear sin mirar al reloj, sosegadamente, para dejar volar con calma las cometas en las que van prendidos nuestros anhelos y nuestros sueños.

Como no tenemos tiempo para reflexionar y razonar, decimos de los políticos, de los empresarios, de los jueces, de nuestros conciudadanos… que son todos iguales, que van a lo suyo, que solo miran por su propio interés. Y, aunque en muchos casos es cierto, en otros muchos no lo son, porque solo nos fijamos en lo que nos ofrecen los medios de comunicación, que están sujetos a grandes intereses. Pero lo cierto es que toda generalización es una seria falta a la verdad.

Porque hay miles, millones de personas que no se han dejado llevar por el frenesí de la vida, sino que se han consagrado en cada momento de su existencia, a cumplir lo más honestamente posible lo que tenían que llevar a cabo, uniendo el bien de los demás con  su consiguiente crecimiento personal, sufriendo, disfrutando y siendo felices a la vez.

De estos millones de ejemplos, hay grandes nombres como Etty Hillesum, Dorothy Day, Nelson Mandela, Mahatma Gandhi, Roger Shultz, Madeleine Delbrêl, Óscar Romero, Pedro Casaldáliga, Pepe Mújica… Aunque la inmensa mayoría son desconocidos, como quienes me han ayudado a caminar y vivir en clave solidaria y fraterna junto a ellos y ellas: Concha López, Loreto Rey, Pepa Torres, Ángel Arnáiz, Javier Ruiz de Arana, Lucinio Martínez, Ángel Frías… Cada uno podrá añadir a esta lista a quienes lleven tatuados en su corazón.

Hoy quiero recordar de una forma especial a Pepe Mújica, que ha luchado y trabajado toda su vida por el bien de su pueblo, junto a la gente que más sufría, que ha vivido y vive sencilla y amigablemente y ha disfrutado a tope de esa opción vital.

Porque no es verdad que todo el mundo sea igual. Creo que deberíamos dirigir nuestra mirada mucho más a estos testimonios de vida, que a quienes realizan lo contrario. Si todas esas personas se hubieran detenido a pensar solo en las personas corruptas, interesadas, egoístas, crueles… no hubieran vivido como lo hicieron ni nos hubieran dejado la estela de luz de su ejemplo.

Pepe Mújica acaba de dejar su escaño en el Senado de Uruguay, para vivir definitivamente en su casa sencilla y rústica que, por otra parte, nunca abandonó. En su discurso de despedida dijo, entre otras cosas: “Triunfar en la vida no es ganar, triunfar en la vida es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae”.

Estos testimonios son los que nos deben seguir movilizando, dando ilusión y esperanza. Para vivir de otra manera. Para poder paliar con nuestra solidaridad los terribles efectos de la pandemia que está asolando nuestro país y nuestro mundo. Porque con serenidad, paciencia y con el esfuerzo conjunto y de cada uno, como ellos y ellas lo han hecho en sus respectivos países, lograremos salir adelante. Sabiendo que también esto pasará. 

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