La verdadera riqueza (salmo 48)

Es difícil parar, en esta sociedad
de los ruidos, las prisas, el estrés,
y contemplar sin prisas una noche estrellada.
Sin embargo los medios de comunicación
y las distintas redes sociales
nos muestran diariamente
a las estrellas del cine, de la música,
del espectáculo, y pasamos horas
ante la televisión y los móviles,
anhelando tener esos cuerpos esculturales,
las mansiones en las que pernoctan,
los millones de euros de sus cuentas bancarias.
Les envidiamos y decimos:
¿quién pudiera vivir como ellos y ellas,
viajar como ellas y ellos,
disfrutar de la vida como ellos y ellas,
tener los hombres más esbeltos y las mujeres más bellas
que utilizan y desechan sin ningún miramiento?
Y no escuchamos la voz interior que nos dice:
“No te preocupes si se enriquecen,
son flor de un día.
¿No te das cuenta que son pura fachada,
que la infelicidad, la soledad y el vacío
les acecha cuando llegan a su casa?
¿Gozan de verdad de su existencia?
¿Tienen algún momento
para mirarse por dentro?
¿Lo suyo es calidad de vida
o vida de calidad?
Se hacen permanentemente
la cirugía estética para aparentar
ser siempre jóvenes,
sin admitir la edad, sin disfrutar
de los años y de las experiencias vividas
junto a sus amigos y su familia.
No aceptan el sufrimiento,
ni los momentos duros,
que ayudan a fortalecer
el carácter y el espíritu.
Creen que van a vivir eternamente,
pero la existencia tiene siempre su término”.
Solo quienes tienen puesta su esperanza
en el placer de la sencillez del instante,
en la libertad de ser para el otro,
en el esfuerzo por ser más que en tener,
alcanzarán la plenitud y el gozo,
la verdadera riqueza
del sueño y la vida compartida.