MI COMENTARIO AL EVANGELIO DE HOY:

24.03.2019 - Lucas 13, 1-9

En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús contestó: -"¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera." Y les dijo esta parábola: "Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas"."

Lc 13 1 9

[Comentario]

Un razonamiento muy frecuente en todas las religiones (no solo la judía) y en todas las épocas (también en nuestros días) consiste en pensar que la persona que sufre alguna desgracia es “porque algo habrá hecho”. Hace unos años se escuchaba decir algunos disparates como que el SIDA era un castigo divino. Los muertos por un acto represivo del poder romano o por un accidente por la caída de una torre no eran, según algunos, inocentes, y habrían sido castigados por Dios.
Jesús corta ese modo de razonar y de ver a Dios. Él es un Padre compasivo y misericordioso que no se dedica a castigar ni a vengarse de sus hijos. En realidad, lo que sucede es que el pensador alemán Heidegger tenía razón al decir: “Nada más nacer, el hombre es lo suficientemente viejo para morir”. Este filósofo sacaba la conclusión de que, ya que la vida puede acabar pronto, hemos de procurar vivir con autenticidad y con un buen proyecto vital. Jesús lo plantea de otra forma: mientras vivimos, tenemos que procurar “convertirnos”, es decir, cambiar lo que haya de egoísmo o incoherencia en nuestra mentalidad y en nuestro comportamiento. Es la finalidad de la cuaresma. 
Sin embargo, no debemos obrar por miedo a unos supuestos castigos de Dios, sino para ofrecer lo mejor de nosotros mismos, sabiendo que Jesús es ese viñador que intercede por nosotros: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto”. Jesús se parece a ese profesor compasivo que te deja varias oportunidades para recuperar los suspensos en la “repesca”.

PARA REFLEXIONAR:

- ¿En alguna ocasión has pensado o piensas que cuando a alguien le va mal “se lo merece” o “algo habrá hecho”?
- ¿Qué es para ti la conversión? ¿En qué tienes que cambiar?