Refugiados


La palabra “refugiados” ha ido adquiriendo un dramático protagonismo desde hace unos meses. Podría parecernos que es un fenómeno reciente. Sin embargo, desde las primeras civilizaciones humanas, nunca ha dejado de haber personas o pueblos enteros que huyen “con lo puesto” de su tierra para salvar la vida a causa de la guerra o de la persecución política y/o religiosa.
Estos días he leído “Fui extranjero y me acogiste. El forastero en la Biblia”, breve libro de un biblista francés que ha sido misionero en África, Yves Saoût, publicado por Narcea.
Según él, “podríamos pensar que, en los tiempos bíblicos, la mezcla de pueblos fue menos importante y los problemas menos agudos. Si preguntamos a la Biblia, nos podremos sorprender porque atribuye gran importancia a esta cuestión de la emigración. La Biblia no es neutra, sino que interpela: “No hagáis sufrir al extranjero que viva entre vosotros. Tratadlo como a uno de vosotros; amadlo, pues es como vosotros. Además, también vosotros fuisteis extranjeros en Egipto” (Levítico 19,33-34)”. “No maltratarás al inmigrante, ni le oprimirás, pues inmigrantes fuisteis vosotros en el país de Egipto” (Éxodo 22,20).
El autor nos cuenta cómo Moisés tuvo que huir de Egipto y fue un refugiado político en Madián. Incluso llamó a su primer hijo, nacido en Madián, Gersón (significa «el que viene de fuera»), “pues dijo: «Forastero soy en tierra extraña»” (Éxodo 2,22). También David tuvo que huir de la persecución de Saúl y fue refugiado político en Gat: “David vivió en territorio de los filisteos durante un año y cuatro meses” (1Samuel 27,7). Por no hablar de la huida de la ira de Herodes emprendida por María, José y el Niño.
El papa Francisco ha propuesto a los jóvenes “que, para los primeros siete meses del año 2016, elijan una obra de misericordia corporal y otra espiritual para ponerlas en práctica cada mes” (Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia). Pues bien: la 6ª obra de misericordia nos pide “acoger al forastero, dar posada al necesitado”. Ojalá actuemos en consecuencia.
Volver arriba