En la muerte del filósofo Gianni Vattimo Vattimo, posverdad y cristianismo presente y futuro

Gianni Vattimo
Gianni Vattimo captura de pantalla

El 19 de septiembre de 2023 ha muerto Gianni Vattimo, el filósofo de la posmodernidad y el pensamiento débil, que tuvo "su retorno" al cristinismo en las últimas décadas de su vida. Recupero un artículo que publiqué en Iglesia Viva en marzo de 2021

" Vattimo afirma que es un mito la 'neutralidad' de la verdad universal"

"Para él, la kénosis, la encarnación en debilidad de Cristo, es el verdadero centro de la revelación bíblica"

"Las autoridades religiosas que pretenden poseer la verdad absoluta usurpan el lugar de Dios"

Las fake news y la posverdad[1] se han convertido en este comienzo del siglo XXI en elementos habituales en el discurso público. En seguida nos viene a la mente la cuenta de twitter de Donald Trump negando sin pruebas su derrota electoral  o arengando a la masa el reciente día de Reyes para invadir el Congreso… y luego negar que lo hizo. Podríamos poner muchos más ejemplos de políticos de todos los colores.

          No estaríamos “a la altura de los tiempos” (que Ortega y Gasset me perdone por devaluar su expresión) sin acudir a la Wikipedia: “Posverdad o mentira emotiva es un neologismo que describe la distorsión deliberada de una realidad en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales. En cultura política, se denomina política de la posverdad (o política posfactual) a aquella en la que el debate se enmarca en apelaciones a emociones desconectándose de los detalles de la política pública y por la reiterada afirmación de puntos de discusión en los cuales las réplicas fácticas ―los hechos― son ignoradas”[2].

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portada tesis
portada tesis J. C.

          Pero, parafraseando a Aristóteles, “la posverdad se dice de muchas maneras”. Con frecuencia se oye y se lee que el uso de la posverdad es fomentada por autores como Gianni Vattimo, entrevistado en este número de Iglesia Viva. Después de todo, el filósofo italiano ha escrito un libro titulado Adiós a la verdad[3]y suele afirmar que es “más amigo de Platón (o sea, de la persona concreta) que de la verdad”: “Amica veritas, sed magis amicus Plato”. He querido volver a sus textos porque en 2012 defendí una tesis doctoral de Teología Pastoral sobre Vattimo, publicada en 2015[4], y que resumí en un artículo de 2016[5]. En realidad, espero aclarar que nada está más lejos de la reflexión de Vattimo que favorecer lo que solemos llamar posverdad

  1. Gianni Vattimo y la posverdad

          1.1 Verdad, posverdad y hermenéutica

          Gianni Vattimo es un pensador hermenéutico mucho más que posmoderno o del pensamiento débil, etiquetas o metáforas explicativas mucho más provisionales. Por eso cita con frecuencia el aforismo nietzscheano “no hay hechos, solo interpretaciones” (aforismo 481 de La voluntad de poder)[6], que, por cierto, continúa así: “Y esto, a su vez, es una interpretación”.

          Vattimo suele insistir –con razón– en que no debemos confundir dos conceptos de verdad: la verdad absoluta de la escolástica onto-teológica (“Adequatio rei et intellectus”) y la concepción heideggeriana de la verdad como desvelamiento o desocultación (“aletheia”). La primera concibe el ser como fundamento metafísico inconmovible; la segunda, como evento (“ereignis”) que acaece, que fulgura como un relámpago y no se puede atrapar: como el ser, la verdad no se posee sino que “acaece”[7].

          Según Vattimo, “casi nadie cree ya en verdades metafísicas «universales» […]. La necesidad de metafísica que sentimos ya no se puede considerar como un dato objetivo ni como una verdad universal. Las ruinas producidas por las pretensiones universalistas del pensamiento occidental (persecuciones religiosas, colonialismo, fundamentalismos de todo tipo) son ahora visibles a los ojos de todos”[8]. Y es que “las pretensiones de verdad son siempre, incluso y sobre todo, pretensiones de poder. Si se impusiera –como desean las «autoridades» de todo tipo– la Verdad única, con la inicial en mayúscula, la vida humana misma en la Tierra estaría amenazada, tanto o del mismo modo en que la amenazan el fin del aire respirable y del agua potable”[9].

          Evidentemente Vattimo nos recuerda aquí el escrito de Nietzsche Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, que el  filósofo turinés ha comentado ampliamente varias veces[10]. Para Nietzsche y para Vattimo “la verdad objetiva no es más que la ideología de los vencedores”[11], es decir: “el interés por la verdad como descripción objetiva de cosas y estados de hecho es propio sólo de aquellos que detentan el poder”[12].

          Considerar que la metafísica es sinónimo de violencia ha sido una constante en el pensamiento de Vattimo: “En la idea de verdad como objetividad que «se impone» y sirve para «dar razón» hay un germen de violencia”[13]. Los poderosos “invocan la metafísica para reservar el statu quo, la moral familiar tradicional, el poder sacralizado de las jerarquías religiosas, la validez «objetiva» de la ciencia oficial o sencillamente el carácter indiscutible de las opiniones mainstream [generalizadas], divulgadas por los grandes periódicos y las televisiones”[14].

          Frente a la “amenaza que toda pretensión de verdad absoluta representa para la libertad”[15], la solución, según Vattimo, es “reconocer el carácter interpretativo de la verdad”[16], o sea, abrazar la hermenéutica: “La crítica de la noción metafísica de verdad conduce a la hermenéutica a enfrentarse contra el autoritarismo político y religioso que, según nos parece a nosotros, tiende a imponerse con mayor fuerza en el mundo de la globalización económica dirigida por el ideal del mercado”[17].

Afirma Vattimo que “la filosofía se encuentra – como ciertamente siempre lo ha estado, pero quizá nunca en términos tan explícitos y vinculantes– inmersa en el proceso histórico en que «acaece» aquel ser del cual ha entendido que no puede hablar desde el exterior, o from nowhere [desde ningún lugar]. Afirmar hoy que (la experiencia de) la verdad es interpretación significa entrar en conflicto inmediatamente con las pretensiones absolutistas de los aparatos de poder, civiles y religiosos”[18]. Por tanto, vemos que oponer la hermenéutica propia de nuestra “Edad de la interpretación”[19] a la violencia metafísica universalizadora, como propone Vattimo, es algo muy distinto de promover la posverdad. 

          La hermenéutica nos indica que antes todo somos conversación: “La verdad solo acaece desde que somos una conversación, un diálogo o coloquio”[20]. La verdad no se posee, sino que solo “acaece en la conversación que nosotros mismos somos”[21].

Vattimo afirma que es un mito la “neutralidad” de la verdad universal, pues “el intérprete está él mismo implicado en el proceso del cual, y desde dentro del cual, habla. No se puede hacer hermenéutica sin tomar partido”[22]. Pero constatar esto, como hace Vattimo, repetimos, no es promover la posverdad.

          Por otro lado, tiene razón Santiago Zabala, gran conocedor y discípulo de Vattimo, cuando defiende que “siempre hemos estado viviendo en la llamada «era de los hechos alternativos» o «posverdad». Nadie se cree que antes del escándalo con Facebook/Cambridge Analytica todo fuese más verdadero. E incluso cuando sabemos la verdad (piénsese en el caso de Snowden), nada cambia. Lo importante hoy es asumir que nuestra única oportunidad de emancipación reside en la hermenéutica, en aceptar que nuestras interpretaciones son más vitales que nunca. Solo en ellas podemos confiar para seguir andando sueltos, es decir, libres, en la era de los hechos alternativos. Tenía razón Hölderlin cuando decía: «donde está el peligro, crece también lo que salva»”[23].

Y si negamos que la posverdaad es muy antigua, que se lo digan al Ulises de la Odisea de Homero cuando jura y perjura al cíclope que se llama “Nadie”; o a Caín cuando responde a Yahvé que no sabe quién habrá matado a Abel; o, en una escena más reciente y prosaica, a Clinton cuando le preguntaron por “aquel asunto” con Mónica Lewinsky. El personaje de Woody Allen en la película de 2001 La maldición del escorpión de Jade[24], que roba unas joyas delante de su amigo policía y luego le espeta: “¿Y vas a creer a tus ojos antes que a tu amigo”?, sería otro buen ejemplo. También, poniéndonos un  poco más serios, la famosa frase de Hegel: “Si los hechos no confirman lo que dice a razón, pues peor para los hechos”.

          1.2 ¿Cristianismo sin verdad?

          Vattimo experimentó en los años 90 un cierto “retorno” (siempre evita el término “conversión”) a la fe cristiana, que narra con sinceridad[25]. Se confiesa como “medio creyente”[26]: “Si digo que vuelvo a creer, ¿en qué, de la doctrina cristiana tal como todos la hemos recibido, vuelvo a creer? Me considero un medio creyente porque no conseguiría responder de manera exhaustiva a esta pregunta. Tengo, naturalmente, respuestas, pero no la que consistiría en la reformulación de los artículos del Credo en términos secularizados”[27].

Para él, la kénosis, la encarnación en debilidad de Cristo, es el verdadero centro de la revelación bíblica, y él encuentra un paralelismo no casual entre el nihilismo de Nietzsche y Heidegger, que supera la metafísica occidental y abre nuevas posibilidades de libertad, y la kénosis (anonadamiento y autovaciamiento por amor) del propio Dios, descrito en Filipenses 2,6-11.

La consecuencia, siempre según Vattimo, es que el cristianismo debe centrarse en la caridad y no en los dogmas, y debe abandonar toda pretensión de fundamentación metafísica, que siempre lleva a la imposición de las propias verdades y a la violencia física o metafísica. Dios, al debilitarse, nos muestra el camino de la no-violencia y destruye el círculo de violencia presente en todas las culturas y religiones humanas. Aquí Vattimo se inspira, a su manera, en las reflexiones del pensador francés René Girard. También está influido por el cristianismo hermenéutico de su maestro Luigi Pareyson y por la visión espiritualista y alérgica a los dogmas y jerarquías de Joaquín de Fiore, el abad calabrés del siglo XII.

          Dice Vattimo que “las Iglesias –en Europa, especialmente la Iglesia Católica– vienen a ser cuestionadas en cuanto a sus pretensiones de exclusividad en el campo de la verdad, la cual creen leer con autoridad en los textos de su tradición”[28].

          Así pues, “la experiencia religiosa posmoderna, que, en mi hipótesis, es aquella específica de la Europa de hoy, requiere que se piense la verdad en términos distintos de aquellos metafísico-absolutistas que nos ha transmitido la tradición. La expresión de Dietrich Bonhoeffer: «Einen Gott, den es gibt, gibt es nicht» («No hay un Dios que es»), deviene una frase profética de la cual debemos seguir comprendiendo aún el significado”[29]. Tenemos que “pensar la verdad de la fe en términos diferentes a los de la descriptividad objetiva de los hechos”[30].

Es Dios, dirá Vattimo, quien nos lo pide: “Es la encarnación, es decir, el hacerse historia del Hijo de Dios, lo que nos libera de la verdad, determinando las condiciones en las que ya no podemos pensar la verdad como dato metafísico, como representación fiel y por lo tanto autorizada del modo en el que están las cosas”[31]. Por tanto, “esta verdad de la metafísica es la enemiga no sólo de la libertad y de la democracia en el mundo –porque está del lado del poder y de sus mecanismos de autoconservación–, sino también de toda experiencia religiosa auténtica”[32].

Las autoridades religiosas que pretenden poseer la verdad absoluta usurpan el lugar de Dios, pues solo Dios puede tener todas las perspectivas, y la visión totalmente neutral y objetiva (from nowhere). Por eso dice Vattimo con ironía que “solo un Dios relativista puede salvarnos”[33]. Y es que “la tarea que todos tenemos por delante es encontrar –después de la época «metafísica» del absolutismo y de la identidad entre verdad y autoridad –, la posibilidad de una experiencia religiosa posmoderna en la cual la relación con lo divino ya no esté contaminada por el miedo, la violencia o la superstición”[34].

          Y añade Vattimo algo muy interesante, a saber, que rechaza las posverdades de los poderosos, pero no en nombre de la metafísica tradicional: “Rechazo esas mentiras porque estoy del lado de Cristo, amigo de los débiles y crucificado por el poder”[35].

          1.3 Sus propuestas para el cristianismo presente y futuro

          En la conclusión de mi tesis me permito redactar las propuestas para el cristianismo del futuro que se desprenden, siempre según mi opinión, del pensamiento de Vattimo. Copio aquí las referidas al tema que nos ocupa:

- “La caridad es el núcleo y criterio supremo del cristianismo, por delante de la verdad metafísica y dogmática, pues, como suele repetir Vatimo, «la verdad es mi amiga, pero lo son mucho más las personas»: Amica veritas, sed magis amicus Plato”[36].

          - “El cristianismo debe prescindir de la base metafísica de los dogmas y de los fundamentos fuertes, o sea, de lo que Heidegger denominó Onto-teología, para reducir la violencia impositiva y dejar lugar a la caridad”[37].

          - “Hay que profundizar en la interpretación hermenéutica y comunitaria de la Biblia y de los dogmas, aquí y ahora, buscando, en la estela de Joaquín de Fiore, una mayor espiritualización y menor literalidad, pues la letra mata y el espíritu vivifica. El proceso de interpretación no se cierra, no termina, porque Dios nos sigue hablando en la historia, y la comunidad cristiana debe seguir escuchándole”[38].

          - “Si el ser es evento y la revelación de Cristo en el evangelio se manifiesta como tal, hemos de presentar y vivir el cristianismo como acontecimiento salvador más que como una teoría ideológica con contenidos metafísicos inamovibles. El cristianismo es un acontecimiento de salvación, no un conjunto de dogmas”[39].

          - “Los cristianos hoy han de promover el diálogo abierto y no hacer callar a las personas, pues es la mayor violencia. Leyendo la historia humana desde el acontecimiento de la kénosis de Cristo, el cristianismo debe seguir reduciendo el nivel de violencia sagrada de nuestro mundo. Para ello, hay que promover la libertad de cada persona, y critica el concepto de ley natural por parecerle rígido. La ética cristiana, por ser una ética de la caridad, debe ser hermenéutica, respetuosa, piadosa”[40].

  1. Posverdad y verdad en la teología cristiana

          Yo creo que “no se trata de eliminar el concepto de verdad en general sino de depurar y evitar sus derivas patológicas”[41].

          Ane todo, hay que decir que concebir la verdad como “conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente o de lo que se dice con lo que se siente o se piensa”, como la define el DRAE, refleja una concepción intelectualista propia del pensamiento griego. “La noción bíblica de verdad es diferente, pues está fundada en una experiencia religiosa, la experiencia del contacto con Dios”[42]. Especialmente el evangelio de Juan asume y transforma la concepción helenística de verdad hasta identificarla con la persona de Jesús, Palabra de Dios (Jn 1,14; 14,6). Para el Jesús de Juan, la verdad no “se posee”, no “se sabe”, sino que se “se anda en la verdad”, “se camina en ella”[43]. También para Teresa de Jesús humildad es “andar en verdad”. Estamos lejos, pues, de la “Adequatio rei et intellectus”… y no tan lejos de Vattimo.

          El Instrumentum laboris (IL) del Sínodo sobre los Jóvenes de 2018, siendo un documento eclesial oficial, trataba esta cuestión de modo interesante (el subrayado es mío),:

“En el mundo de la post-verdad, la frase «Cristo es la Verdad» termina inevitablemente por tener una densidad de significado diferente que en otras épocas. No se trata de renunciar a lo específico más precioso del cristianismo para conformarse al espíritu del mundo, los jóvenes no piden tampoco esto, sino que es necesario encontrar el modo para transmitir el mensaje cristiano en circunstancias culturales que cambiaron. De acuerdo con la tradición bíblica, es bueno reconocer que la verdad tiene una base relacional: los seres humanos descubren la verdad en el momento que la experimentan de parte de Dios, el único verdaderamente confiable y digno de confianza. Esta verdad debe ser testimoniada y practicada y no sólo argumentada y demostrada” (IL 55).

          Una apertura semejante se observa en estas palabras del papa Francisco de una entrevista concedida al jesuita Antonio Spadaro en agosto de 2013:

 “Sí, este buscar y encontrar a Dios en todas las cosas deja siempre un margen a la incertidumbre. Debe dejarlo. Si una persona dice que ha encontrado a Dios con certeza total y ni le roza un margen de incertidumbre, algo no va bien. Yo tengo esto por una clave importante. Si uno tiene respuestas a todas las preguntas, estamos ante una prueba de que Dios no está con él. Quiere decir que es un falso profeta que usa la religión en bien propio. Los grandes guías del pueblo de Dios, como Moisés, siempre han dado espacio a la duda. Tenemos que hacer espacio al Señor, no a nuestras certezas, hemos de ser humildes. En todo discernimiento verdadero, abierto a la confirmación de la consolación espiritual, está presente la incertidumbre.

El riesgo que existe, pues, en el buscar y hallar a Dios en todas las cosas, son los deseos de ser demasiado explícito, de decir con certeza humana y con arrogancia: “Dios está aquí”. Así encontraríamos sólo un Dios a medida nuestra. La actitud correcta es la agustiniana: buscar a Dios para hallarlo, y hallarlo para buscarle siempre… Por tanto, a Dios se le encuentra caminando, en el camino. Y al oírme alguno podría decir que esto es relativismo. ¿Es relativismo? No, si se entiende en el sentido bíblico, según el cual Dios es siempre una sorpresa y jamás se sabe dónde y cómo encontrarlo, porque no eres tú el que fija el tiempo ni el lugar para encontrarte con Él. Es preciso discernir el encuentro. Y por eso el discernimiento es fundamental.

Un cristiano restauracionista, legalista, que lo quiere todo claro y seguro, no va a encontrar nada. Aquel que hoy buscase siempre soluciones disciplinares, el que tienda a la “seguridad” doctrinal de modo exagerado, el que busca obstinadamente recuperar el pasado perdido, posee una visión estática e involutiva. Y así la fe se convierte en una ideología entre tantas otras”[44].

          El teólogo jesuita Joseph Moingt escribió, ya con cien años cumplidos, un voluminoso ensayo en que muestra con argumentos convincentes que el Dios cristiano se manifiesta  en Jesucristo (por eso Él es la Verdad), pero que todavía está “por venir del todo”, por revelarse en plenitud[45]. No controlamos a Dios, no poseemos la verdad, pues Él no suele estar donde esperamos captarlo[46]. Según Moingt, la misma Biblia, desde su principio, es más plural que uniforme en su revelación de Dios. No hay un solo evangelio canónico sino cuatro[47].

          Sin embargo -se nos podría objetar-, ¿no poseemos los cristianos unas verdades absolutas que son los dogmas? Nos responde uno de los grandes teólogos actuales, el cardenal Kasper, que en su libro Evangelio y dogma afirma: “Un dogma es un concepto funcional dinámico: resultado de la experiencia vivida hasta ahora por la Iglesia en su relación con el Evangelio y anticipación de la experiencia futura, frente a la cual la Iglesia debe vivir siempre abierta”[48]. “También los dogmas están históricamente condicionados y deber ser históricamente entendidos. Es necesario traducir al planteamiento y a la terminología del presente lo que en ellos se dice objetivamente. La verdadera tradición solo es posible mediante la interpretación”[49].

Esta última frase la firmaría Vattimo, sin duda. Los dogmas cristianos, cuando son bien entendidos, esquivan el peligro de caer en uno de estos dos extremos, la rigidez inflexible (“tenemos la verdad absoluta”) y el relativismo superficial y generalizado del que ha hecho de la posverdad su lugar existencial preferido. Como explica bien Joseph Moingt, entender la fidelidad a la Tradición como un fosilizarse en el pasado, en realidad es una traición al Espíritu, que continuamente remueve a la Iglesia para que tenga apertura a las novedades de Dios[50].

Para el cristianismo auténtico, la Revelación plena de Dios es Jesucristo vivo, el Verbo encarnado, más que la literalidad de las Escrituras. Decir que “Cristo es la Verdad” (IL 55) no tiene el sentido objetivista riguroso de  la  definición tomista de verdad como “adecuación entre nuestra mente y la realidad”. El propio Santo Tomás de Aquino sabía que de Dios es siempre más lo que ignoramos que lo que sabemos. Y por eso en la constitución del Concilio Vaticano II sobre la revelación, Dei verbum (DV), se afirma que la plenitud de la revelación cristiana no son unos textos escritos, sino una Persona viva, que es Jesucristo (cf. DV 4). Los textos escritos de los cuatro evangelios son para nosotros muy importantes, pero solo en cuanto que nos revelan quién es Jesús y que Él es el Hijo de Dios, el Salvador, el Señor.

          Por tanto, que Cristo es la Verdad no es esencialmente una idea intelectual, sino el encuentro con un acontecimiento y con una Persona, y es un encuentro que mejora y salva la vida del que vive dicha experiencia. Incluso un teólogo al que algunos dan fama de intelectual y abstracto, como fue Karl Rahner, describe la revelación de Dios como “autocomunicación de sí mismo –de su Persona– al ser humano”[51]. Dios no nos entrega “doctrinas” o “ideas”, ni verdades metafísica absolutas, sino que se da a sí mismo.

          En palabras de otro jesuita, Pedro Trigo, “el problema de fondo es si vivo y actúo desde la ideología, que conduce a la profesión de doctrinas y a la práctica de ritos y conductas, o desde la experiencia, que lleva a la relación de fe y de ahí a actuar como un verdadero sujeto, consciente de y con libertad liberada, actitud que lleva al testimonio”[52].

          También me parece muy conveniente recuperar el concepto de Honradez con la realidad, inspirado en la filosofía de Xabier Zubiri y de Ignacio Ellacuría, que ha desarrollado mucho el teólogo jesuita Jon Sobrino, que afirma que cuando escamoteamos la realidad, y no reconocemos las cosas como son, perdemos a Dios[53]. La honradez con lo real consiste en “tener voluntad de verdad, dejar a la realidad ser lo que es, para captarla y oírla tal cual es”[54], y exige, por tanto, “escuchar la palabra de la realidad y dar voz a la realidad”[55]. Vattimo suele hablar de “ontología de la actualidad” como tarea de escucha de la realidad, acercándose mucho al concepto evangélico y teológico de los “signos de los tiempos”.

            En definitiva, Jesús de Nazaret fue “verdadero” porque vivió de modo coherente de principio a fin. Y murió, como afirma Moltmann, por vivir como había vivido. La moral cristiana, según San Juan, no se basa en una metafísica objetivista y opresiva, sino en “vivir como Jesús vivió” (1Jn 2,6). Una persona cristiana es “verdadera”, según lo que hemos venido diciendo, cuando deja traslucir un modo de vida coherente.

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[1] Cf. J. IBÁÑEZ FANÉS (ED.), En la era de la posverdad, Calambur, Barcelona 2017.

[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Posverdad [Consulta: 27.02.2021].

[3] G. VATTIMO, Adiós a la verdad, Gedisa, Barcelona 2010.

[4] J. ROJANO, Relación entre cultura posmoderna y fe cristiana en Gianni Vattimo. Crítica y propuestas para la praxis cristiana, Publicaciones de la Universidad Pontificia de Salamanca, Colección EstudiosBibliotheca Salmanticensis, nº 354, Salamanca 2015.

[5] J. ROJANO, “Vattimo, por ejemplo: cultura actual y fe cristiana”, Razón y Fe 1410 (2016) 319-330.

[6] F. NIETZSCHE, Obras completas de Federico Nietzsche, Tomo VII: La voluntad de  dominio. Ensayo de una transmutación de todos los valores, Aguilar, Madrid 1932, 281-282. Vattimo ha citado frecuentemente dicho aforismo 481 de La voluntad de poder: cf., por ejemplo, G. VATTIMO, El sujeto y la máscara. Nietzsche y el problema de la liberación, Península, Barcelona 2003 [1ª ed. española: 1989; original italiano: 1974] 344; 402; 468; ID., Las aventuras de la diferencia. Pensar después de Nietzsche y Heidegger, Península, Barcelona 1986 [original italiano: 1980] 71; ID., Más allá del sujeto. Nietzsche, Heidegger y la hermenéutica, Paidós, Barcelona 1992 [original italiano: 1981] 34; ID., Introducción a Nietzsche, Península, Barcelona 1990 [original italiano: 1985] 106; ID., Ética de la interpretación, Paidós, Barcelona 1991 [original italiano: 1989] 128; ID., Más allá de la interpretación, Paidós, Barcelona 1995 [original italiano: 1994] 38; 50.

[7] G. VATTIMO, Alrededores del ser, Galaxia Gutemberg, Barcelona 2020, 34. Cito según una edición digital de 300 páginas. El libro en papel tiene 344 páginas. Citaré abundantemente esta obra por ser la más reciente.

[8] G. VATTIMO, Alrededores del ser, 23.

[9] G. VATTIMO, Alrededores del ser, 70.

[10] Cf., por ejemplo, G. VATTIMO, Diálogoscon Nietzsche. 1961-2000, Paidós, Barcelona 2002, 100-107.

[11] G. VATTIMO, Alrededores del ser, 98.

[12] G. VATTIMO, Alrededores del ser, 178.

[13] G. VATTIMO, Alrededores del ser, 193.

[14] G. VATTIMO, Alrededores del ser, 20.

[15] G. VATTIMO, Alrededores del ser, 72.

[16] G. VATTIMO, Alrededores del ser, 68.

[17] G. VATTIMO, Alrededores del ser, 71.

[18] G. VATTIMO, Alrededores del ser, 72.

[19] S. ZABALA, “Introducción”, en G. VATTIMO – R. RORTY – S. ZABALA (Comp.), El futuro de la religión. Solidaridad, caridad, ironía, Paidós, Barcelona 2006, p. 19.

[20] G. VATTIMO, Alrededores del ser, 61.

[21] G. VATTIMO, Alrededores del ser, 62.

[22] G. VATTIMO, Alrededores del ser, 91.

[23] S. ZABALA, https://latrivial.org/entrevista-a-santiago-zabala-siempre-hemos-estado-viviendo-en-la-llamada-era-de-los-hechos-alternativos-o-posverdad/.

[24] Cf. https://www.filmaffinity.com/es/film441277.html

[25] Cf. G. VATTIMO, Creer que se cree, Barcelona, Paidós, 1996; ID., Despuésde la cristiandad. Por un cristianismo no religioso, Barcelona, Paidós, 2003.

[26] G. VATTIMO, Creer que se cree, pp. 71; 84; 86, 95.

[27] G. VATTIMO, Creer que se cree, p. 95.

[28] G. VATTIMO, Alrededores del ser, 68.

[29] G. VATTIMO, Alrededores del ser, 176.

[30] G. VATTIMO, Alrededores del ser, 177.

[31] G. VATTIMO, Alrededores del ser, 190.

[32] G. VATTIMO, Alrededores del ser, 198.

[33] G. VATTIMO, Adiós a la verdad, 63-71.

[34] G. VATTIMO, Alrededores del ser, 213.

[35] G. VATTIMO, Alrededores del ser, 179.

[36] Cf. J. ROJANO, Relación entre cultura posmoderna y fe cristiana en Gianni Vattimo, 489-509.

[37] Cf. J. ROJANO, Relación entre cultura posmoderna y fe cristiana en Gianni Vattimo, 509-521.

[38] Cf. J. ROJANO, Relación entre cultura posmoderna y fe cristiana en Gianni Vattimo, 521-536.

[39] Cf. J. ROJANO, Relación entre cultura posmoderna y fe cristiana en Gianni Vattimo, 556-575.

[40] Cf. J. ROJANO, Relación entre cultura posmoderna y fe cristiana en Gianni Vattimo, 575-587.

[41] Cf. J. ROJANO, Vattimo, por ejemplo:cultura actual y fe cristiana, 328.

[42] I. DE LA POTTERIE, “Verdad”, en X. LEON-DUFOUR (ED.), Vocabulario de teología bíblica, Herder, Barcelona, 1965, 821.

[43] Cf. una buena exposición de esta idea, con las citas joánicas correspondientes, en: J. J. BARTOLOMÉ, “Testimoniar la Verdad en un mundo de medias verdades. Una reflexión bíblica sobre Jn 1,14.17; 14,6”, Misión Joven 504-505 (enero 2019) 25-32. 49-50.

[44] http://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2013/september/documents/papa-francesco_20130921_intervista-spadaro.html.

[45] J. MOINGT, Creer en el Dios que viene. De la creencia a la fe crítica, DDB, Bilbao 2015, 20-29.

[46] Cf. J. MOINGT, Creer en el Dios que viene, 311.

[47] Cf. J. MOINGT, Creer en el Dios que viene, 240.

[48] W. KASPER, Evangelio y dogma. Fundamentación de la dogmática, Sal Terrae, Santander 2018, 124. El autor se toma la molestia de escribir 800 páginas para aclarar esta importante cuestión. A ellas remito al lector interesado en una argumentación pormenorizada.

[49] W. KASPER, Evangelio y dogma, 733.

[50] Cf. J. MOINGT, Creer en el Dios que viene, 714-716.

[51] K. RAHNER, Curso fundamental sobre la fe, Herder, Barcelona 1984, 147-166.

[52] P. TRIGO, Jesús, nuestro hermano, Sal Terrae, Santander 2018, 291.

[53] Cf. J. SOBRINO, Resurrección de la verdadera Iglesia. Los pobres, lugar teológico de la eclesiología, Sal Terrae, Santander 1981, 187-188. Cf. también Liberación con espíritu, Sal Terrae, Santander 1985, 24-31; Terremoto, terrorismo, barbarie y utopía. El Salvador, Nueva York, Afganistán, Trotta, Madrid 2002, 67-92.

[54] J. SOBRINO, Terremoto, terrorismo, barbarie y utopía, 67.

[55] Ibidem, 86.

Jesús Rojano Martínez, SDB

Profesor en el Instituto Superior de Pastoral de Madrid y en el CES Don Bosco (Madrid)

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