El texto del teólogo suizo Hans Küng, publicado en 1974, entre las obras teológicas más sorprendentes 50 años de 'Ser cristiano': En la historia de la teología contemporánea hay hitos que merecen ser recordados

Hans Küng
Hans Küng

"En 1974, el teólogo suizo, Hans Küng publica “Ser cristiano” (Christ sein, Piper, 1974), un libro que se cuenta entre las obras teológicas más sorprendentes, no sólo de la década de los setenta, sino de toda la época posterior a la segunda guerra mundial"

"Su mérito es haber roto con las normas que regían en la teología sistemática católica y que encontrará con el paso de los años, tenaz resistencia entre los especialistas de esta disciplina, una resistencia que muchas veces se ha agotado en la crítica global o en el silencio altanero"

"En su autobiografía, Küng hace una confesión reveladora: “¿Cuánto tiempo llevo trabajando ya en mi "Introducción al cristianismoʺ, que pronto me gustaría tener lista?"

"Dejo de lado por ahora el entrecomillado donde refiere a 'su' introducción al cristianismo, que oculta una larga amistad y enfrentamiento con Joseph Ratzinger, y me detengo en el surgimiento de la obra"

"Con "Ser cristiano" se inauguró un tipo muy peculiar de libro teológico, una síntesis muy pensada de narración y reflexión. Pero lo que Küng narra como historia dramática, lo que ha de ser narrado, deja ver que este teólogo no ha "entendido" ("se ha apropiado") una figura como la de Jesús"

En la historia de la teología contemporánea hay hitos que merecen ser recordados.

En 1974, el teólogo suizo, Hans Küng publica “Ser cristiano” (Christ sein, Piper, 1974), un libro que se cuenta entre las obras teológicas más sorprendentes, no sólo de la década de los setenta, sino de toda la época posterior a la segunda guerra mundial. Su mérito es haber roto con las normas que regían en la teología sistemática católica y que encontrará con el paso de los años, tenaz resistencia entre los especialistas de esta disciplina, una resistencia que muchas veces se ha agotado en la crítica global o en el silencio altanero.

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En su autobiografía, Küng hace una confesión reveladora: “¿Cuánto tiempo llevo trabajando ya en mi ‶Introducción al cristianismoʺ, que pronto me gustaría tener lista? En efecto, para terminar un libro tan abarcador y elaborado hasta el más mínimo detalle, hace falta paciencia y más paciencia. Requiere sentarse al escritorio una y otra vez y trabajar hasta bien entrada la noche; y ello, en medio de todas las controversias y luchas” (H. Küng, Verdad controvertida. Memorias. Madrid, Trotta, 2009, p. 415). Quien por oficio se dedica a estos menesteres y se gana la vida con ello, puede entender “algo” de lo que estas palabras significan. Dejo de lado por ahora el entrecomillado donde refiere a “su” introducción al cristianismo, que oculta una larga amistad y enfrentamiento con Joseph Ratzinger, y me detengo en el surgimiento de la obra.

Küng y Ratzinger
Küng y Ratzinger

El itinerario de la obra en su gestación

En 1970 Küng había tenido una ponencia en un Congreso en Bruselas del “grupo Concilium” con el título “¿En qué consiste el mensaje cristiano?”, a la par, venía impartiendo varios seminarios en la Facultad de teología católica de la Universidad de Tubinga, relacionados con temas como: “la esencia del cristianismo” según los grandes teólogos del siglo XX, sobre “nuevos libros sobre Jesús” y “lo distintivamente cristiano en la ética contemporánea”. Ese año aparece su obra “La encarnación de Dios. Introducción al pensamiento de Hegel como prolegómenos para una cristología futura” (Menschwerdung Gottes. Eine Einführung in Hegels theologisches Denken als Prolegomena zu einer künftigen Christologie, Band 7, Verlag Herder, Freiburg im Breisgau, 2016), que ofrece su primera síntesis entre filosofía y teología.

Küng gestó el primer borrador de “Ser cristiano” en el marco de un viaje alrededor del mundo en 1971, que lo lleva por Afganistán y la India. En Bangalore toma contacto con el más importante teólogo evangélico indio, Medathilparampil Mammen Thomas, del United Theological College, por entonces moderador del Consejo Mundial de Iglesias y autor del muy difundido libro “El desconocido Jesús del hinduismo” (The Unkown Jesus in Hinduism, SCM, Press, London, 1969). En este centro de estudios, tiene una disertación sobre el tema desarrollado en Bruselas. La presencia de Küng en Bangalore inquieta a la jerarquía episcopal india, sobre todo al arzobispo de Bombay, el cardenal Valerian Gracias, a quien había conocido en época del Concilio. Afortunadamente su conferencia sobre la actualidad del mensaje cristiano es bien entendida y el debate resulta agradable y constructivo. Por aquellos meses, el conflicto desatado por su obra ¿Infalible? Una pregunta (1970), se halla en plena ebullición: correspondencia con Roma, obispos alemanes y teólogos de alto calibre.

En ese contexto álgido, avanza su investigación para la hechura del libro. La cuestión de fondo es presentar no un Jesús eclesiásticamente “domesticado” sino el verdadero Jesús. En la segunda parte de la obra, que Küng titula “lo distintivo”, desarrolla tres temas centrales: lo peculiar del cristianismo, el Cristo real y Cristianismo y judaísmo. En los tres capítulos ofrece una “cristología fundamental”, que incorpora los mejores estudios sobre el “Jesús histórico” hasta el momento conocidos. Autores del ámbito alemán, como: Schweitzer, Dibelius, Bultmann, Bornkamm Conzelmann, Jeremías, Cullmann, Marxsen, Lohfink, Haag, Fuchs y Käsemann; del mundo anglosajón, Dodd, Taylor, McKenzie, Robinson y un centenar de otros estudios en campo protestante, aparecidos a partir de 1933, en importantes comentarios bíblicos, como el dirigido por G. Kittel y G. Friedrich (Theologisches Wörterbuch zum Neuen Testament), o el Comentario teológico al Nuevo Testamento, dirigido por A. Wikenhauser y A. Vögtle (Herders Theologischer Kommentar zum Neuen Testament), en 1953.

El “horizonte”, primera parte de la obra, está planteado por Küng desde “El reto de las grandes religiones”, una cualidad de “su” enfoque cristológico y de la esencia del cristianismo que atraviesa “toda” su obra, particularmente lo que serán sus estudios sobre El cristianismo y las grandes religiones (Europa, 1987), El Judaísmo. Pasado, Presente, Futuro (Trotta, 20198), y El Islam. Historia, Presente, Futuro (Trotta, 20113).

Küng reconoce que el cristianismo, debido principalmente al Vaticano II y a la nueva mentalidad misionera del Consejo Ecuménico de las iglesias, ha cambiado en sentido positivo la actitud de la Iglesia católica con respecto a las religiones universales; al desprecio del pasado ha sucedido la alta estimación, a la desantención, la comprensión, al proselitismo; el estudio y el diálogo (H. Küng, Ser cristiano, Madrid, Cristiandad, 1977, p. 105-141). Küng ve la esencia del Ser cristiano en la persona de Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, Mesías y profeta del reino, muerto y resucitado, que en los días de su ministerio público, generó entorno a sí un “movimiento” de discípulos y discípulas, con el encargo de anunciar y descubrir el reino que ya operaba en ellos.

Se trata de comprender a Cristo desde su “indispensable” contexto judío, pero en la apertura cósmica de su figura y mensaje, que integra y abraza las culturas, religiones y sabidurías de la tierra. Aquí late mucho de lo novedoso de su aporte, que algunos verán como límite y cuestionamiento. Küng opta por un enfoque “ascendente” que considera más difícil que el “descendente”. La tarea en extremo fascinante, es poner de relieve con ayuda de la moderna exégesis bíblica, cómo el joven hombre de Nazaret, con su mensaje y su conducta, hace saltar por los aires todos los esquemas que la religión construye a lo largo del tiempo. La palabra “escándalo”, pequeña piedra en la que se puede tropezar, es una de las claves de su obra. Jesús en persona vino a ser la piedra de escándalo; todo lo que él dijo e hizo fue un escándalo ininterrumpido. ¡A qué tremendas consecuencias teóricas y prácticas le llevó su particular identificación radical con la causa de Dios que es la causa del hombre! Combativo hacia todas las direcciones, desde todas partes fue también combatido (Ser cristiano, p. 350).

Con la vista puesta en la situación epocal (los 70’), Küng deja claro que este Jesús no anuncia una nueva teoría teológica ni una nueva ley, pero tampoco se anuncia a sí mismo. Anuncia el reino de Dios, lo cual para nuestro tiempo, quiere decir lo siguiente: la causa de Dios, la voluntad de Dios, es la causa del ser humano, el bien del ser humano. Si se acepta esto, se comprenden los reproches dirigidos contra él: ¿no se trata, como dicen los sacerdotes y los escribas, de un hereje, un falso profeta, un embaucador del pueblo, un blasfemo? En último término, la disputa gira, de hecho, en torno a Dios, en cuyo nombre, Jesús actúa y como cuyo enviado se presenta. Sin embargo, Jesús no apela a un nuevo Dios, sino al Dios de Israel, pero entendido de una manera nueva; no sencillamente como Dios de los devotos de la ley, de los “justos”, sino como padre de los perdidos, los débiles, los pobres, los oprimidos, los pecadores. A este Dios se dirige de forma totalmente insólita como “Padre” suyo y nuestro. Está claro que con este mensaje, el camino de Jesús debía ineludiblemente pasar por el “conflicto” con los poderosos en el ámbito del Estado como en el de la religión.

La detención, la condena y la muerte violenta de Jesús fueron consecuencia lógica de su actitud hacia Dios y el ser humano. Los guardianes de la ley, el derecho y la moral reaccionaron con violencia a su acción no violenta, su muerte en la cruz. Que Jesús de Nazaret fue ejecutado en una cruz es una de las realidades más ciertas de la historia que narran los relatos evangélicos. El sufrimiento al que se vio sometido con este suplicio extremo se interpreta como una maldición de la ley: aquel al que sus discípulos consideran Enviado y Mesías de Dios, aparece ante los fieles a la ley como representante del criminal, del “pecador”. Y así, Jesús muere abandonado de los hombres y de Dios. Pero Dios, el Padre de Jesús, “interviene” en la historia y como dice la fórmula antigua “lo hizo resucitar librándolo de las angustias de la muerte”. Los testimonios auténticos y decisivos de fe de la comunidad son inequívocos: ¡el Crucificado vive para siempre junto a Dios! Y al mismo tiempo, es el “Señor” presente por el Espíritu en su Iglesia y, en fin, el escondido Señor del mundo (“cosmocrátor”) con cuyo señorío ha empezado ya el reinado definitivo de Dios (Ser cristiano pp. 374, 395, 397, 400, 428, 442, 447).

Unas palabras sobre el “destinatario” del libro considero una primera “clave” para entender la propuesta de Küng: “Este libro ha sido escrito para aquellos que por una u otra razón quieren, honrada y sinceramente, informarse de lo que es el cristianismo, saber en qué consiste propiamente ser cristiano. También ha sido escrito para aquellos que no creen, pero preguntan seriamente; que han creído, pero están insatisfechos de su incredulidad; que creen, pero no se sienten seguros en su fe; que andan indecisos tanto frente a sus convicciones como frente a sus dudas en la fe. Ha sido escrito, pues, para cristianos y ateos, gnósticos y agnósticos, pietistas y positivistas, católicos tibios y católicos fervientes, protestantes y ortodoxos” (Ser Cristiano p. 15).

La segunda “clave” se halla al final del libro, en lo que enuncia como sugerencias: “Imitando a Cristo Jesús, el ser humano puede en el mundo actual, vivir, actuar, sufrir y morir realmente como ser humano: sostenido por Dios y ayudando a los demás en la dicha y en la desdicha, en la vida y en la muerte” (Ser cristiano p. 759). Un detenido examen de la obra, muestra que Küng intenta hablar del mensaje cristiano de manera científicamente responsable, para ello, considera como condiciones imprescindibles la exactitud histórica y la interpretación crítica de la historia. En este aspecto, se siente cercano y en plena sintonía con Edward Schillebeeckx, que acababa de publicar en holandés “Jesús. La historia de un Viviente” (E. Schillebeeckx, Jezus. Het verhaal van een Levende, Bloemendaal, Nelissen, 1974), obra que caerá recién en observación en 1980, una vez que fuera traducida al inglés, bajo el implacable control de la “Sagrada” Congregación para la Doctrina de la Fe, en manos del celoso doctrinero polaco el cardenal Franjo Šeper, el mismo, que el 15 de diciembre de 1979, firmará la declaración con la que Küng ya “no podrá ser considerado como teólogo católico, no pudiendo ejercer como tal el oficio de enseñar” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Documentos 1966-2007, Madrid, BAC, 2008, p. 185).

Tanto Küng como Schillebeeckx, consideran que la exégesis fundada sobre el método histórico-crítico exige una teología dogmática con responsabilidad histórico-crítica. Otro aporte de “Ser cristiano” absolutamente en línea con los avances del Vaticano II en el declaración “Nostra aetate”, es que el diálogo teológico serio con el judaísmo, sólo puede desarrollarse de manera razonable sobre la base de una cristología “ascendente”. Una idea que retoma Küng en su Teología para la postmodernidad (Theologhie im Aufbruch. Eine ökumenische Grundleguung, München, Piper, 1987, pp. 186-187) es que quien quiera dialogar con judíos o musulmanes a partir de las doctrinas clásicas helenísticas de la Trinidad y la encarnación comienza un diálogo aparente que en seguida llega a su fin. 

Una palabra sobre el trabajo diario que implicó la redacción de “Ser cristiano”. Küng escribió cada página dos veces a mano, luego la dictaba al “magnetófono” y la volvía a controlar y corregir; a partir de allí, pasaba a ser leída y mejorada por sus colaboradores más cercanos, Hermann Häring y Karl-Josef Kuschel; el texto volvía de nuevo a sus manos para pulirlo literalmente y darle lustre. Cuando terminaba un capítulo, su amigo y compañero Walter Jens se encargaba de revisarlo con ojos críticos.

Dada la “amplitud” temática y los múltiples cruces con otras especialidades, procuraba que los capítulos difíciles fueran examinados por expertos en los distintos temas, por ejemplo, para las secciones sobre las grandes religiones, recurrió a su colega y amiga Julia Ching, nacida en Shangai que enseñaba en la Catholic University of America (Washington, DC) y que había adquirido fama mundial como experta en el neoconfucianismo; los capítulos sobre el Nuevo Testamento los hacía revisar por su amigo y profesor en Tubinga, Gerhard Lohfink; como también las secciones sobre ética teológica, las compartía con Alfons Auer y Wilhem Korff. Mientras tanto se ha clarificado el título del libro. Quien recorre la entera obra de Küng y sus centenares de capítulos sabe que le encantaban los títulos en forma interrogativa, de allí que su primera intención fue: “¿Ser cristiano? Una introducción”.

El editor Klaus Piper, con un certero instinto para los títulos, le propone “Ser cristiano” (Christ sein); un título poco habitual, que en alemán ni siquiera deja claro si se ha de añadir al final un punto o un signo de exclamación o de interrogación; o sea, si “Ser cristiano” alude a una forma de ser o un deber. Pero precisamente eso le confiere interés al título, y de hecho, éste se impone con tanta rapidez que pronto se hace usual hablar de “Ser cristiano”. El 3 de octubre de 1974, en Sursee (su patria chica), Küng ya tiene el primer ejemplar en sus manos, y el 10 de octubre, en el vigésimo aniversario de su ordenación sacerdotal, lo presenta a la opinión pública en una rueda de prensa en la Feria del libro de Frankfurt. 

Abro un breve paréntesis de tinte personal. En noviembre de 2023, luego de participar en las XIV Jornadas LEST en Lovaina (Leuven Encounters in Systematic Theology), tuve la oportunidad, gracias a las gestiones de la colega y amiga Virginia Azcuy, reconocida teóloga argentina, de visitar la maravillosa ciudad de Tubinga en el estado de Baden-Württemberg. Mi propósito era, no solo tomar contacto con la celebre Eberhard Karls Universität Tübingen fundada en 1477, donde a comienzos del siglo XIX se había iniciado la renovación de la teología católica con Johann S. Drey y Johann A. Möhler, sino ir más atrás, a la Tübingen de Hölderlin, y Mörike (Cf. R. Mauti, “El significado ecuménico de la obra Johann Adam Möhler, Gregorianum 102/2, 2021, pp. 289-310). Sin embargo, en el “fondo” latía en mí desde hacía tiempo el interés por conocer la ciudad donde Küng vivió “apenas” 60 años.

Gracias a algunos contactos, pude alojarme en el histórico Wilhelmsstift en Collegiumsgasse 5 (seminario teológico perteneciente a la diócesis de Rottenburg-Stuttgart). En cuanto a Küng, debo agradecer a Felipe Agudelo Olarte, filósofo y teólogo colombiano de la Universidad Pontificia Bolivariana, residente en Tübingen desde hace varios años para su doctorado. También a Sebastián Pittl, teólogo austríaco y docente en Tübingen, con quien compartimos una larga charla de almuerzo en el tradicional restaurante “Wurstküche” con una cerveza proverbial, y una conversación que prolongamos luego en una caminata por lugares ligados particularmente a Küng, como el Instituto de Investigaciones Ecuménicas. Comprendí una vez más aquello del “genius loci” (Newman), los “lugares hablan”, nos atraviesan y dejan pensando. Según el dicho repetido con orgullo por gran parte de la población tubingés (profesores y alumnos), las grandes ciudades alemanas tienen su universidad, pero “Tübiguen es la universidad”.

Fue admirable la visita a la Facultad de Teología Católica con su monumental biblioteca, allí Küng ejerció la docencia desde su llegada en 1960, para ocupar la cátedra que dejaba el teólogo de la fundamental Heinrich Fries, y que lo tendrá al frente hasta pocos días antes de la navidad de 1979, en que se le retire la “missio canonica”. En el mismo edificio convive la no menos importante biblioteca protestante, uno de los sitios en los que me detuve con especial interés.

Caminé varias veces por ambas márgenes del río Neckar, visité el histórico Wihelmsstift Evangélico, donde vivieron el famoso “trio filosófico” (Hegel, Fichte y Shelling) del romanticismo alemán; visité la habitación de Hegel que se conserva como reliquia y disfruté de la invitación a tomar el té con las clásicas “nusskekse” que amablemente me hizo un miembro del Staff académico. Hablé con gente que conoció a Küng y había trabajado con él. Tuve la dicha de encontrar en los pasillos de la Universidad e intercambiar unos momentos con el teólogo y profesor Hermann Häring, agudo interprete y divulgador de la obra de Küng además de colaborador incansable en el Instituto de Investigaciones Ecuménicas y en el Instituto de Ética Global (Weltethos Institut) fundado por Küng en 1995.

Tras la triste e implacable desición romana, Küng fue literalmente “acogido” por la Universidad, aunque la Facultad de Teología ya no pudo sostenerlo. Conocí su casa, observé sus miles de libros, recé en la Iglesia de estilo neogótico San Juan Evangelista, donde en “rito ecuménico” (querido y pensado por Küng) se celebró su funeral en abril de 2021. Visité varias veces su tumba en el antiguo cementerio de Tübingen. Allí fue enterrado, junto a sus fieles amigos y “vecinos”, Walter Jens (filólogo e historiador de literatura alemana) y su esposa Inge (ambos docentes en Tübingen) y el teólogo Norbert Greinacher, que en una obra ejemplar y digna de un colega y amigo incondicional, reconstruyó con meticulosidad el proceso inquisitorial romano en todas sus etapas (Herausgegeben von Norbert Greinacher und Herbert Haag, Der Fall Küng. Eine Dokumentation, München, Piper, 1980, 545 pp.).

Ser cristiano e Introducción al cristianismo: contrapunto entre Küng y Ratzinger

Dado el importante lugar que ocupa Joseph Ratzinger en la vida y obra teológica de Hans Küng, citado más de 270 veces en sus tres tomos autobiográficos, sea para reconocer el valor de su obra y figura, como para criticarla sin reservas, es necesario dedicar un punto a analizar el contraste de dos libros clásicos, de los teólogos más jóvenes que asistieron al concilio.

Llegado de Münster a Tubinga con 29 años de edad, Joseph Ratzinger comienza su estancia y cursos sobre cristología en el semestre estival de 1966 que prolongará hasta 1969. “Hans Küng era el que había insistido en mi llamada y en obtener el consenso de los otros colegas” (J. Ratzinger, Mi vida. Recuerdos [1927-1977], Madrid, Encuentro, 1997, p. 111).

Küng y Ratzinger, tenían clases en semestres alternos. “Un semestre impartía yo el curso principal; el siguiente semestre lo hacía él. En uno de esos semestres pensé: ahora es el momento, ahora imparto esto como curso y luego lo convierto en un libro” (Benedicto XVI, Últimas conversaciones con Peter Seewald, Buenos Aires, Mensajero/Agape, 2016, p. 196). Así nació “Introducción al cristianismo” que Ratzinger escribió en su “propia taquigrafía”, obra que será traducida a 16 lenguas y se convertirá en un clásico de la literatura teológica del siglo XX.

Küng y Ratzinger
Küng y Ratzinger

Un elenco de preguntas puede guiar la comparación: ¿quiénes son los “destinatarios”? Los potenciales lectores de Ratzinger son católicos orientados eclesialmente, a quienes quiere introducir en la verdad de su mundo de fe. Por su parte, “Ser cristiano” abre de manera explícita este círculo de lectores para dirigirse a contemporáneos que no están de antemano orientados cristianamente. ¿Cuál es el fundamento de la argumentación?

Para Ratzinger, sin restricción alguna, la profesión de fe de la Iglesia católica, formulada de una vez para todos los tiempos, y en cuyo lenguaje y mundo conceptual quiere reintroducir a los cristianos católicos. Para “Ser cristiano”, el fundamento es, por el contrario, el Jesús de la historia atestiguado en los relatos del Nuevo Testamento, que precede a las posteriores profesiones de fe y fórmulas dogmáticas y desde el que la fe puede ser entendida de manera nueva para cada época. ¿Cuáles son la “forma” y la “intención” de ambas obras?

La “Introducción”  de Ratzinger persigue recuperar, en una época desorientada y desconcertante, una viva espiritualidad católica que se alimente de la tradición de fe. “Ser cristiano” apunta además a una nueva praxis de fe que exige renovación y autocrítica y, de este modo, lleva a una nueva espiritualidad cristiana y a una nueva comprensión global del cristianismo. ¿Cuál es la orientación que determina la comprensión?

Para la “Introducción” de Ratzinger, este papel lo desempeña el consenso de los cinco primeros siglos cristianos, en los que la teología dogmática adquirió su forma clásica y la Iglesia (salvo escasas excepciones) todavía no estaba escindida. Para “Ser cristiano”, el consenso de la Iglesia antigua mantiene, ciertamente, su importancia, pero debe ser entendido en un contexto más amplio y contrastado en último término con el mensaje originario, bíblico, de Jesús como Mesías de Dios, un mensaje al que hay que dar respuesta en épocas de cambio radical. ¿Cuáles son los “intereses” explícitos u ocultos? (juicio desde la óptica de la crítica de las ideologías).

La “Introducción” de Ratzinger se revela como inmanente al sistema, sin reservas, el bien y la confirmación de la institución Iglesia han de ser asegurados a toda costa; la fe cristiana siempre conlleva obediencia a la Iglesia. Respecto a la Iglesia, “Ser cristiano” es crítico con el sistema, saca a la luz también errores y fracasos de la Iglesia y reivindica reformas fundamentales según la norma del mensaje del propio Jesús. Así pues, defiende en el contexto de la Iglesia católica una consecuente posición evangélica. Esto lleva a la pregunta sobre ¿cuál es la repercusión factica?

La obra de Ratzinger estabiliza las estructuras y los sistemas de fe oficiales de la Iglesia católica. La crítica y la revitalización son fundamentalmente eludidas, ni siquiera en nombre de Jesús son fundamentables, ni legítimas. “Ser cristiano” desborda estos límites trazados por Ratzinger en tanto las estructuras eclesiales son, en caso necesario, juzgadas críticamente y en todo o cualquier caso, relativizadas desde el mensaje, la acción, el destino y la persona de Jesús. ¿Cuál es el marco de pensamiento (sistema epistémico) que se presupone en ambas obras?

Para Ratzinger, sin duda, la filosofía y la teología helenística, representadas en el platonismo o en la obra de Agustín, de ahí que la teología de la Iglesia antigua posea hasta hoy una insuperable importancia normativa. Para “Ser cristiano”, el marco es, primero el abundante tesoro de la exégesis científicamente responsable de los siglos XIX y XX; pero en el horizonte más amplio de las religiones y las ideologías; como sistema abarcador se perfila la hermenéutica crítica frente a las ideologías, que en esta obra es introducida “por primera vez” en la teología cristiana. Por último ¿cuáles son los puntos débiles y las virtudes de una y otra obra?

El punto débil de la “Introducción al cristianismo” de Ratzinger es que no se presta a ningún diálogo crítico hacia dentro ni hacia fuera. Cabe aquí la pregunta ¿cuántos libros o artículos críticos en las principales lenguas a desatado “Introducción al cristianismo”?

El libro de Ratzinger tiene como objetivo poner de relieve en un momento crítico (“finales de los 60”) respuestas que la Iglesia conoce desde hace siglos. Respuestas que no son sometidas a crítica, considerando que la “cambiada situación”, es preferentemente interpretada como un camino errado. La virtud de este enfoque es que genera una fuerte identidad simbólico-eclesial que a la larga, dado el resurgir de la necesidad de la religión y la escenificación de lo religioso en los medios de comunicación social, puede encontrar expresión.

La desventaja de “Ser cristiano” está en que los “nuevos” (¡en aquel momento!) planteamientos sistemáticos del libro, presuponen una abarcadora y argumentativa cultura del conflicto, para cuyas elevadas y arduas exigencias la jerarquía católica, como es evidente, no está preparada y menos dispuesta. Ratzinger recordará al respecto: El cardenal Šeper se mostró profundamente indignado. Dijo: “Llevo 15 años aquí y se está destruyendo la Iglesia sin que hagamos nada para impedirlo. Si esto también se pasa por alto, yo lo dejo” (P. Seewald, Benedicto XVI. Una vida. Bilbao, Mensajero, 2020, p. 624)

La virtud de “Ser cristiano” es que confronta con las indigencias y las necesidades de la sociedad actual. Sin perjuicio de su núcleo evangélico, el mensaje cristiano es formulado y pensado en espacios seculares, con lo cual se tienden los cimientos para una reforma institucionalizada de la Iglesia católica (Cf. H. Häring, Theologie und Ideologie bei Joseph Ratzinger, Patmos, Verlag, 2011, pp. 145 ss.).

Para el imaginario católico en general, la “Introducción” de Ratzinger se acredita no sólo como una excelente obra de teología, sino por su “recta doctrina”, cualidad que muchos aprecian por encima del valor que en sí mismo puede tener un texto teológico, en cuanto a originalidad, desafío, apertura y diálogo con otras ciencias, culturas y religiones. Es llamativo que en la literatura teológica anglosajona, al menos la relevada y divulgada en el prestigioso “Diccionario Oxford de la Iglesia Cristiana”, ya en su tercera edición revisada, venga citado “Hans Küng” con una breve semblaza de vida y bibliografía crítica; mientras que no aparece la voz “Ratzinger” (F.L. Cross & E.A. Livingstone, The Oxford Dictionary of the Christian Church, Oxford University Press, 20053, pp. 942-943). El dato puede ser insignificante para quien no esté acostumbrado a medir el trabajo teológico con estas herramientas, pero es evidente que, más allá de la omisión “intencionada o no” de su nombre, late la pregunta que ha animado el análisis comparativo: ¿Qué obra y cuáles de sus cualidades, hacen trascender un texto teológico?

Ser cristiano y la Teología de la Liberación

Si un teólogo se reconoce entre otras cosas por su originalidad y esta supone siempre un dominio del “status quaetionis”, Küng lo tenía en sumo grado. A pocos años del surgimiento de la Teología de la Liberación (1971), “Ser cristiano” incorpora en el espléndido capítulo “ser cristiano significa ser radicalmente ser humano”, un punto sobre el “compromiso por la liberación”.

Mucho antes que Karl Rahner enviara al cardenal Juan Landázuri Ricketti de Lima (Perú) una carta de apoyo al teólogo Gustavo Gutiérrez y a su “Teología de la Liberación. Perspectivas” (Lima, 1971), esto fue en marzo de 1984, Küng incorporaba la perspectiva de Gutiérrez (Perú) y otros autores latinoamericanos como Rolando Muñoz (Chile), Enrique Dussel (Argentina), Hugo Assmann (Brasil), Leonardo Boff (Brasil) y Segundo Galilea (Chile), para entender lo “propio” de “Ser cristiano” en América Latina:

“La teología tiene una función particular en ese contexto latinoamericano: no puede limitarse -aquí menos que en ninguna otra parte- a eruditos estudios sobre el pasado, a una repetición de antiguos dogmas y doctrinas o a una exégesis histórica-crítica de la Escritura. En esos países es tan grande el contraste entre el programa cristiano y las posibilidades humanas de amplias masas del pueblo, que la teología no se encuentra tan sólo, como en otras partes, ante el problema de hablar de Dios y de su benevolencia a los no cristianos, sino de tocar estos temas ante un auditorio de no hombres o infrahombres en un mundo inhumano” (Ser cristiano p. 713).

En verdad, la Teología de la Liberación tendrá posteriores desarrollos, incluso en temas de cristología incorporará también el método histórico-crítico, pero esta mención de al menos cinco páginas en “Ser cristiano”, contrasta con la inexistencia de esta teología latinoamericana en dos cristologías europeas que también cumplen 50 años: “Jesús el Cristo” (1974) de Walter Kasper y “Jesús. La Historia de un Viviente” (1974) de Edward Schillebeeckx. Cosa curiosa es que los teólogos latinaomericanos, en particular los dedicados a la cristología, le han dado literalmente la espalda a “Ser cristiano” (puntualmente las dos cristologías de Jon Sobrino y la buena síntesis de Julio Lois, preparada para “Mysterium Liberationis” t. 1); ¿debían no hacerlo?; evidentemente los teólogos/as  no están obligados a citarse, y las fuentes que eligen, pueden ser seleccionadas con libertad; pero en el “caso Küng” y su “Ser cristiano”, queda la presunción de si su “marginación oficial” por parte del magisterio, puso también a la ciencia teológica, en la “mira de observación”, para una recepción más abarcadora de su obra cristológica más importante.   

Teología de la liberación

¿Qué destino para esta obra?

Entre Küng y Kasper existió también una profunda amistad, fue su asistente en Tubinga durante años, pero los acontecimientos que se terminaron de desatar en 1979, los llevó por caminos diversos. En un libro entrevista dice Kasper: “Desde aquel momento, Küng se ha dedicado a otras cuestiones, el diálogo con las grandes religiones y la Ética Global, encontrándo así una posición prestigiosa en el mundo de la investigación universitaria y en la opinión pública. Comprendo a Küng, pero ha permanecido en mí una herida no cerrada” (D. Deckers, Walter Kasper. Al cuore della fede. Le tappe di una vita, Milano, San Paolo, 2009, p. 88). Más allá de los debates generados por “Ser cristiano” en los 70’, con teólogos como: Urs von Balthasar, Alfons Deissler, Alois Grillmeier, Walter Kasper, Karl Rahner, Karl Lehmann, Joseph Ratzinger, Jacob Kremer, Theodor Schneider y otros, que repondieron a sus planteos con una obra crítica en conjunto, publicada en Grünewald, queda la impresión de un “extraño olvido” de la misma. Todo aquel que ha conocido la vida de Hans Küng y ha leído atentamente “Ser cristiano”, sabe que no desea ir en la dirección de un “Ser cristiano” sin “tradición eclesial”. Pero entre la intención subjetiva y ciertas afirmaciones objetivas del libro existe una “tensión” sólo difícilmente resoluble.

Como señala Kasper, por aquellos años en que aparece “Ser cristiano”: “si se quiere evaluar de forma correcta las cuestiones que con ello se plantean, hay que tener sin duda en cuenta que la mediación entre la “tradición vinculante”, por una parte, y la “crítica histórica”, ineludible para la teología actual y la razón humana, por otra, constituye una tarea que hasta ahora no ha sido abordada satisfactoriamente por ninguna de las teologías contemporáneas”.

El 50 aniversario de uno de los 100 libros de teología más importantes del siglo XX (O. González de Cardedal, “La Teología en España [1959-2009], Madrid, Encuentro, 2010, p. 454), no debería quedar en el simple recuerdo. Al fin y al cabo, “los problemas que quedan abiertos en “Ser cristiano” no son únicamente interpelaciones a Hans Küng, sino tambien, y en mayor medida aún, una tarea para toda la teología” (W. Kasper, La Teología a debate, OCWK T. 6, Santander, Sal Terrae, 2016, p. 508). Con “Ser cristiano” se inauguró un tipo muy peculiar de libro teológico, una síntesis muy pensada de narración y reflexión. Pero lo que Küng narra como historia dramática, lo que ha de ser narrado, deja ver que este teólogo no ha “entendido” (“se ha apropiado”) una figura como la de Jesús. Sigue siendo para él enigmática, llena de misterio, inquietante. Esta figura se niega últimamente a cualquier comprensibilidad indiscreta, a pesar de todos los esfuerzos por conocer. Su misterio es el del mismo Dios incomprensible. 

Diskution Christ sein
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