Necrológica: S.E.R. Samuel Ruiz, ex-obispo de Chiapas

Desorienta la simpatía que este obispo recientemente fallecido despierta en ciertos ámbitos de la Iglesia Hispanoamericana y entre los paladines de la progrez pastoral-intelectual de la Iglesia de España.

Porque si el Obispo de Chiapas se hizo célebre no fue por hablar de Cristo a sus diocesanos y educar sus almas en religión, ni por evangelizar a los ricos y poderosos, buscándoles y consiguiendo de ellos, porque son los que tienen los medios, dinero para obras benéficas y sociales para los indios; o influencia en los órganos de la Administración estatal. No fue por la pasión misionera de enseñarles la persona de Cristo sino el verse halagado como defensor de los Derechos Humanos, esa religión de la ONU que suplanta la figura de Jesús, el Cristo, único Salvador de nuestro frágil paso por la vida.

Por cierto, no habría hecho otra cosa que seguir ejemplo de tantos apóstoles que dejaron huellas de Dios en obras y amores. Como así lo fue Don Vasco de Quiroga, 1470-1565, en cuyo monumento en Madrigal de las Albas Torres, Ávila (España), su lugar de nacimiento, puede leerse esta inscripción:

«República de los Estados Unidos de México»
«Aquí nació Don Vasco de Quiroga, primer obispo de Michoacán, padre de los indios, fundador de pueblos y de aulas, experto en leyes y en gobierno, precursor de la Seguridad Social, en caridad y persuasión eximio.»
«A su memoria en el V centenario de su natalicio México le erige este monumento. Año 1970.»


No fue por eso por lo que destacó Samuel, ni por nada parecido.

Pero sí lo fue, o así lo parece, por el despiste de sus deberes con Dios, por servirse de los principios locos de la "Teología de la Liberación" que llevan a los finales más locos de una evangelización envenenada de marxismo. Algo que, afortunadamente, con argumentos irrebatibles rechazó el Cardenal Ratzinger y en errático criterio, desgraciadamente, bendijo Juan Pablo II ante auditorios ad-hoc .



Consecuentemente, el difunto Samuel cayó en el lazo de la rebelión liderada por el "subcomandante Marcos", no sé bien si más probable discípulo que caudillo, inundando el estado de Chiapas con una ola revolucionaria en la que se ahogó, en sangre y cárcel, porción importante de sus presuntos voluntarios. A más de, como fruta inevitable en todos estos apóstoles, precipitar en masiva apostasía hacia sectas protestantes a muchos de los fieles católicos que la Iglesia le confiara en su diócesis. Que es de la Iglesia y no del obispo.

Porque se apresuró en crear una Iglesia aborigen con muy extrañas concesiones: cientos de ‘diáconos permanentes’ casados, de casi sacerdotisas y la descarada desviación hermenéutica en Comunidades de Base autónomas.

Su pastoral de impostura cristiana, pomposa y mentirosamente llamada indigenista, la subversión de nuestro Credo y de sus conceptos trascendentes, la demagogia de odios en una espiral que todavía no se sabe donde acabará, provocó la inevitable condena de Roma de modo que al llegar su 75º cumpleaños se le aceptó de inmediato - dos meses - la obligada renuncia.

Dios se apiade de su alma.
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