Pobres y pobreza - VI: La politización .

Hay una pobreza que no tiene relación con el dinero: la pobreza ontológica. No es la impuesta por coacción, por tiranía, como la sufrida en Babilonia por los pobres de Yavé. Tampoco la circunstancial o de origen. Quiero referirme a la que deberíamos tomar por la peor, la de la incapacidad de amar, la del pasar sin sentido y sin saber. No ya ser pobre indigente sino la pobreza de no sentirse pobre. "Qué contento estoy de ser el que soy... " El no querer traspasar la línea de "mis derechos", de lo que "es para mí sólo" aun apareciendo como piadoso y fiel bautizado. Algo así como la pobreza de Caín, que incluso lo que ofrecía era para parecer que lo ofrecía. De caínes así está llena la moderna sociedad de católicos diseñada por narcisos y por proletaristas de cartón-piedra.

Mas, de todas, la pobreza que, hoy todavía, se explota en la predicación, en cuanto que redentora en sí misma, es la que creo que nada tiene que ver con la virtud evangélica. Me refiero a esa pobreza con que tanto se identifica el nuevo clero - los nuevos católicos que llamó Miret Magdalena -, la del estereotipo progresista. La del comunismo de sacristía, instrumento de formación de masas para la agitación popular. (Gunther Nollau, Las internacionales.)

La pobreza que nos salva es la de Job con sus llagas. La de los pobres de Yavé, que no se olvidan de servirle aun si por eso han de renunciar a muy tentadoras ofertas... incompatibles con las promesas del bautismo.

Pero, en contraste, después de la magna locura del Concilio Vaticano II muchos gurús de la teología se han enriquecido y afamado con... sus textos sobre la pobreza indiscriminada. Es postura corriente en los que no se abajan a educar a los pobres de los caminos y encrucijadas (Mt 22, 9). Ellos aceptan ser generosos con el "deslome" de publicar libros y verborrear conferencias eruditas, plagiando fórmulas "intrínsecamente perversas". Fórmulas que si se han hecho famosas es principalmente por sus crímenes y fracasos. El fracaso de extender la pobreza; el crimen de que el dinero en manos ajenas sea un robo porque sí. Triste fruto de ese filtro de “orígenes humildes” (¿preferencial?) con el que durante muchos años se seleccionó en seminarios y noviciados a buscadores de una solución de vida que íntimamente chocaba con la vocación religiosa. (De ahí el ocultar su condición y disfrazarse de gente corriente.)

En el pasado, la vocación religiosa pedía hacerse pobre por seguimiento de Cristo. Hoy, por el contrario, hemos inventado una etérea “vida consagrada” sin añadirle: "a Cristo". Porque lo que ahora se sobrentiende es: "a los hombres". A Él, a Jesucrito, ni se le nombra. ¿No se han fijado? Lo que da fama a los nuevos redentores es abandonar la disciplina de sus votos para ser Vicentes Ferrer, en la India; o Leonardo Boff - reverenciado, yo lo he visto, en algunos conventos - y Pedro Casaldáliga o Helder Camara. Algunos hasta quisieron beatificar al Che Guevara, a Mao o a Fidel. Pandilla de autocomplacientes "Teólogos" Juan XXIII; filibusteros del Caribe, carátula de infieles para una nueva "Iglesia Buena".

Mas, las religiones no valen para nada si en ellas no hay religión; y si no valen nada, nadie da nada por ellas. Ahí tienen ustedes, señores pastores: Por crecimiento vegetativo somos ya la enorme cifra de mil trescientos millones de bautizados, pero San Pedro no recibe ni la mitad del óbolo que obtenía hace medio siglo con la mitad de fieles.

Así, la predicación posconciliar volcó a la Iglesia en la adulación de que los pobres, sólo por serlo, eran acreedores a todas las promesas cristianas. Se hizo de la opción preferencial un alambique de evangelización para todas las actividades contradictorias con la fe de la Iglesia. Se inventó un Jesús celota, "el primer comunista" que «quería dejar de ser carpintero para empuñar la metralleta del guerrillero.» (Canción de "Ipalacagüina" cantada en misas dominicales, en el Madrid de los años 70.) En bastantes casos llegó a ser "más rentable" haber estado en la cárcel que ser buen sacerdote y educador de almas.

¿Qué es eso de la "Opción Preferencial" por los Pobres? Como si nunca antes de que llegaran Pablo VI y Pedro Arrupe hubiera trabajado la Iglesia por los pobres en misiones y en toda parroquia. Hagamos un inciso: la diferencia estriba en que antes se amaba al hombre como propiedad de Dios, criatura suya destinada a su gloria. A eso se llamaba Caridad. Pero este delirium tremens de pobrismo a ultranza ¿es realmente por amor a Dios? ¿Son mentira nombres como Dom Bosco, San Vicente de Paúl, San Juan de Dios, el Padre Damián, San Francisco de Asís y San Ezequiel Moreno? Qué poca memoria, qué poca justicia, y cuánto cinismo. La Iglesia católica siempre trabajó por los pobres, los suyos en particular. Y por todos, unos y otros, principalmente a través de los fieles ricos que en la Caridad buscaban la excelencia.

«Para percibir todo lo que se esconde tras este lenguaje (los pobres) necesitamos recurrir también a las fuentes judías. Éstas, en efecto, mencionan con frecuencia los "amme haares" (que) literalmente significa (...) gentes carentes de formación religiosa, a la vez que incultas, pues en la Palestina de entonces no había otra instrucción que la religiosa.» (Mariano Herranz Marco, Pbro. “La Buena Nueva a los pobres”.)
De modo que lo original de Jesús y, en parte, prueba de su divinidad es que la falta de instrucción en lugar de ser despreciable, como lo tenían los fariseos (Jn 7, 49), para los cristianos espoleaba el deber de evangelizar. (Lc 14, 14)

Jesús vino a prometer la vida eterna a todos los que creyeran su Evangelio, Buena Nueva del perdón y del reino de Dios. «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.» (Mt 28, 19) De modo que todos los que no conocen en su pureza inalterada la verdad del Evangelio son pobres esenciales, tanto si están en la cresta de la ola como si durmiendo en la calle sobre cartones.
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