Los mass media y las redes sociales. ©

Parece que este siglo nos quiera regalar un revolucionario medio de comunicación: las redes sociales. Lutero y la Leyenda Negra vieron la importancia de la imprenta y la usaron para denostar a aquella España extendida por el planeta Tierra. ¿Qué esperar ahora de esta nueva herramienta de difusión universal e instantánea? Tal vez, no sé cómo, agruparnos en identidades codificadas para comunicarnos con garantías frente a todo engaño y agitación.

En el sector de las comunicaciones hay una muerte que no se quiere aceptar, la de la prensa, los periódicos. Ante el desbordante desarrollo de las redes, los poderes políticos maquinan a todo gas qué hacer con "el papel" que en cuanto soporte ya no sirve para casi nada. Los diarios se justifican con primeras planas de noticias ya sabidas y un costoso puñado de cuadernillos interiores con reportajes, hojas enteras de publicidad disimulada, o sobre moda, nuevas versiones de historia y mucho cotilleo social.


Uno se pregunta ¿cuánto tiempo aguantarán sobre balances con déficit? Las centrales de televisión ya no venden ni a precio de saldo los espacios que disponen, y sus emisiones prime time pierden audiencia no sólo en número sino en la calidad de juicio de sus espectadores.

Su debilidad frente a las llamadas redes está en que no se puede, de momento, evitar la multiplicidad de emisores, en soportes infinitos -WhatsApp, FaceBook, YouTube, Twitter, etc., etc.- como de receptores, para cada envío de datos, informes, noticias, consignas, testimonios, objeción moral... Cuánto de verdad hay en esto lo muestra que las grandes corporaciones publicistas empiezan a obtener para sus clientes más posicionamiento en los mercados con las redes que con los media.

De esta catástrofe poco se salva, exceptuadas algunas emisoras de radio.

Qué tiempos aquellos en que los grandes trust de prensa, consorcios de radio y televisión eran capaces de poner y quitar presidentes y jefes de gobierno. Parecido a vender, durante la Ley Seca, zarzaparrilla como si fuera güisqui. La más espectacular prueba de su relevo se nos dio en los últimos comicios de los EE.UU. con la arrogancia preelectoral del Partido Demócrata y el batacazo de la señora Clinton.

Me vienen a propósito las realidades denunciadas en la película de Sidney Lumet, Network. En España, 'Un mundo implacable' (1976). (*)

Y no puedo resistirme a pasarles el fragmento que sigue.
(Howard Beale el director del programa habla a sus espectadores) :

Anoche, alrededor de las dos de la madrugada fui despertado de un profundo sueño por una aguda, sibilina y penetrante voz. Al principio me sentí confuso en la oscuridad del dormitorio. Y dije: "Lo siento, tendrás que hablar más alto." Y la voz siguió: "Quiero que cuentes la verdad a la gente, cosa que no es fácil porque la gente no quiere saber la verdad." Yo le contesté: "Bromeas. ¿Cómo diablos voy a saber la verdad?" La voz siguió: "No te preocupes por la verdad. Yo te pondré las palabras en la boca." Y yo repliqué: "¿Qué es esto? ¿La zarza ardiendo...? Yo no soy Moisés." Y la voz me dijo: "Yo no soy Dios. ¿Eso qué tiene que ver?" Y continuó: "No hablo de la verdad eterna, ni de la verdad absoluta, ni de la verdad final. Estoy hablando de la verdad caduca, transitoria, utilitaria. No espero que la gente sea capaz de saber la verdad pero sí por lo menos de luchar por su propia conservación." Y dije: "Pero ¿por qué yo?" "Pues, porque tú sales en televisión, tonto... Tienes por lo menos a cuarenta millones de norteamericanos escuchándote y después de este programa puedes tener más de cincuenta. No te pido que vayas a recorrer el mundo predicando el Evangelio. ¡Tú sales en la televisión...!" Entonces me quedé pensando unos minutos y luego dije: "¡Bien!"


Interesa explicar que el protagonista ha recibido amenazas desde diversas fuentes para apartarle del programa que dirige de "costa a costa".

Ya en antena, levanta los brazos y dice:

"Edward Ruddy ha muerto y ¡ay de nosotros! estamos en un grave apuro.
Bien. Un hombrecito rico y canoso ha muerto... ¿Y eso qué tiene que ver con el precio del arroz? Y por qué digo ¡ay, de nosotros! Pues porque todos ustedes y sesenta y dos millones de americanos me están escuchando ahora. Porque menos del 3% lée libros, menos del 15% lée periódicos, porque la única verdad que oyen es la que se transmite por televisión. En nuestros días toda una generación no está enterada de nada que no haya salido

por ese aparato. El televisor es la última Revelación, es el Evangelio. El televisor puede ser la fortuna o la ruina de presidentes, de papas, de primeros ministros... El televisor tiene el más imponente y maldito poder que existe en este mundo ateo. Y, ¡ay, de nosotros! si llega a caer en manos de malvados. Y por esa razón ¡ay, de nosotros porque Edward George Ruddy ha muerto!
Porque ahora esta Compañia está en manos de la CCA, la Corporación de Comunicaciones de América. Hay un nuevo presidente de la Junta que ocupa el sillón del que fuera señor Ruddy. Y cuando la duodécima compañía más grande del mundo controla el sistema de propaganda de este mundo perdido ¿quién sabe lo que un televisor puede llegar a inducirnos? Así que escuchadme, escúchenme todos: La Televisión no es la Verdad. La Televisión es un parque de atracciones. La Televisión es un circo, un carnaval, una compañía de acróbatas y bailarinas, el Cuenta-cuentos...


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NETWORK.- Cuatro Premios Óscar: mejor actor principal (Peter Finch); mejor actriz principal (Faye Dunaway); mejor actriz de reparto (Beatrice Straight), y mejor guion original (Paddy Chayefsky). Además, cuatro Premios Globo de Oro y un Premio BAFTA al Mejor Actor (Peter Finch).

24 años después de su estreno fue considerada «cultural e histórica» por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y admitida para su preservación en el National Film Registry.

Desde el año 2002 figura en el Salón de la Fama de la Producers Guild of America como una de las películas que "ha establecido un nivel de calidad perdurable para el espectáculo estadounidense".

En el 2005, el guión de Paddy Chayefsky fue votado por el Sindicato de Guionistas de Estados Unidos como el octavo mejor guión de todos los tiempos.
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