Sembrando un futuro de libertad y diversidad. Reflexión.

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XI ENCUENTRO CREYENTE LGTBI+H DEL SUR. Chipiona, 11-13 de octubre 2019Es ésta la segunda vez que participo, como ponente y asistente, a este encuentro y siento la necesidad de compartir mi experiencia, de expresar lo que de anuncio y denuncia me brota del corazón.Tengo que confesar que la problemática y el dolor profundo que este colectivo siente hace muy poco que me ha tocado el corazón. 

Lo primero que quiero expresar es la alegría que me produce confirmar su profunda fe, el deseo de vivir a fondo el evangelio, aun sabiendo la distancia entre el deseo y lo logrado, la seguridad de ser Iglesia de Jesús desde su bautismo, la implicación en las diversas actividades pastorales en sus diversas diócesis, aunque no siempre pueden desvelar su identidad y/o su orientación sexual.A lo largo de mis encuentros, tanto con el colectivo CRISMHOM de Madrid con el que compartí un fin de semana de oración, como con ICHTHYS del Sur, me ha emocionado profundamente la fuerza y el aliento que, para ellas y ellos supone saber que, más allá de su orientación o identidad sexual, sus personas son amadas incondicionalmente por Dios porque son hijas e hijos, no porque se ajusten a o no a los cánones establecidos y a los modelos de familia reconocidos como ortodoxos. La fuerza con que proclaman, desde su experiencia, que lo único que es nuclear en la vida es el amor, y que cuando dos personas se aman allí está Dios amando en ellas y a través de ellas…están siendo para mí un lugar de evangelización y llamada a comprometerme cada vez más en hacer del amor lo único importante en la vida y a ser testigo de su fe y su dolor.

A lo largo de su largo y doloroso recorrido en su vivencia religiosa, han ido pasando del dolor por el rechazo, de la rebeldía y protesta a la profundización, formación, compromiso y vivencia de su fe. A lo largo de todo este encuentro de fin de semana Jesús de Nazaret ha sido el hilo conductor de nuestras reflexiones, experiencias orantes y celebrativas. Contemplar cómo Jesús se sitúo ante los colectivos excluidos en su sociedad y religión para preguntarnos cómo situarnos hoy ante las múltiples exclusiones. 

Una llamada especial nos vino de la ponencia: Jesús ante las personas inmigrantes excluidas de la sociedad”, por José Antonio Benítez. Una exposición fuerte, denunciadora, que no nos dejó indiferentes a nadie y sentimos que esa realidad nos urgía no sólo a mirarla con amor y compasión,sino que despertó en todo el grupo el deseo de colaborar para aliviar ese dolor,buscar caminos de cooperación, acogida y no callar denunciando unas leyes de extranjería injustas que conducen a situación a todas luces inhumanas e injustas.

Mi intervención estuvo más centrada en el modo como Jesús afrontó la exclusión social del colectivo de mujeres, enmarcado en la perspectiva más amplia de todo tipo de marginación. Está claro que Jesús hizo de las periferias, de las exclusiones su centro: mujeres y niños, personas enfermas, “pecadoras”, paganas. Y ese modo de situarse Jesús es normativo para toda la comunidad cristiana, y en parte así lo fue para las primeras comunidades cristianas que llegan a proclamar, parece que como fórmula bautismal, tal como recoge Pablo en la carta a los Gálatas “Ya no hay más judío ni griego, esclavo ni libre, varón y mujer pues vosotros sois todos uno mediante el Mesías Jesús”(Gal 3,28)

Y aquí viene mi denuncia primero más amplia y después más concreta ¿sonde verdad los colectivos excluidos el centro de nuestras vidas, de nuestras comunidades, de nuestras parroquias, de nuestras diócesis? Ese modo de situarse Jesús es ¿normativo para quienes queremos seguirle? En concreto ¿Cómo es posible que a mediados del siglo XXI la Iglesia Institucional siga rechazando y/o no aceptando dentro de la comunión eclesia lal colectivo LGTBI + creyentes, personas bautizadas, comprometidas con su fe, evangelizadoras dentro de su propio colectivo, dando testimonio de Jesús y su Reino, de un Dios amor incondicional? Me resulta difícil entender que de nada haya servido que las diversas ciencias antropológicas: medicina, psiquiatría, psicología… hayan desterrado de sus tesis que nos encontremos ante una “enfermedad”, “desviación”,  o “vicio” y por el contrario hay consenso científico en aceptar la diversidad sexual no como un problema sino como una riqueza. ¿Pueden más los pre-juicios, falsas creencias, estereotipos, miedos que el mandato de Jesús de formar una comunidad de iguales sin discriminación alguna, como figura simbólica y ejemplar ante la sociedad civil?

El camino para desterrar miedos, prejuicios y cerrazones mentales es siempre el diálogo, yo me atrevo a proponer al Papa Francisco, a los cardenales, obispos, párrocos, sacerdotes, cristianas y cristianos… con dificultades para aceptar a estas personas que las escuchen, que se sienten sin prisa a dialogar sobre su verdad, su experiencia humana y creyente, su dolor, su necesidad de ser reconocidas en sus derechos dentro de nuestras iglesias y dentro de nuestra sociedad. No se trata solo de misericordia, por supuesto que Dios tiene misericordia y nos llama a ser testigo de ella, con todas las personas cuando cometemos pecado, cuando hacemos daño, cuando nos equivocamos…más allá de nuestras diversas maneras de ser y vivir nuestras identidades y orientaciones sexuales. Se trata de derechos, todas las personas son sujetos de derechos por el hecho de serlo, y todas tenemos derecho a ser reconocidas en nuestra identidad sexual, (sea o no la mayoritaria), y a vivir con libertad nuestra orientación sexual. Esa negación de derechos para mí es pecado, o al menos una actitud contraria al proyecto de Dios revelado en Jesús, que nunca excluyó a nadie, ante el escándalo de las autoridades religiosas y civiles de su tiempo 

Negar el derecho a ser lo que se es... ¿hay algo más duro que descubrir que lo que eres, como Dios te ha hecho, es motivo de exclusión de tu comunidad de fe?

Espero que poco a poco vayan cayendo las vendas que dificultan a tantas personas reconocer, sin sentirse amenazadas, las diversas identidades sexuales, la pluralidad de maneras de vivir la orientación sexual, los distintos modos de entender y vivir las familias. Pero para eso hace falta, no sólo ponerse al día científicamente, sino dialogar, escuchar a fondo sus testimonios de vida, su dolor y su esperanza, su compromiso y su experiencia de múltiples exclusiones y rechazos.Hoy, en la preciosa celebración orante del final del encuentro, sentí la llamada,como María Magdalena, a salir de allí y decir lo que había visto y oído, lo que ha sentido mi corazón y ha estremecido mis entrañas y tal como lo sentí, lo expresé y lo hago. Soy consciente que esta declaración va a traerme problemas, y lo siento, no me gusta sentirme agredida, insultada, criticada…pero por encima de todo ello está mi deseo de caminar en pos de Jesús, haciendo de las periferias diversas mi centro y esta periferia es una de las que, en esta etapa de mi vida, me ha salido al encuentro, sin yo buscarla.

Quiero dar gracias a todas las personas que he conocido en estos encuentros,a tantas familias que por amor a sus hijas e hijos acuden a ellos para saber acoger, acompañar, facilitarles la difícil tarea de reconciliarse con su verdad y acoger con misericordia a quienes, en nuestra sociedad y nuestra Iglesia, aún no son capaces de acogerlos en su verdad y reconocer sus derechos.Espero que, el tiempo y el esfuerzo de escucha mutua, acorte los tiempos de espera del reconocimiento de tantos derechos fundamentales que aún seguimos negando con nuestros hechos a tantas personas que de mil formas viven con dolor las múltiples exclusiones y marginaciones que aún existen en nuestra sociedad y en nuestra Iglesia.

El Espíritu de Jesús, que sigue alentado vida y verdad en nuestro mundo, nos vaya ayudando a hacer verdad la unidad en la pluralidad, a construir entre todos y todas el arco iris de la paz y la reconciliación.Así lo deseo, espero y pongo mi granito de arena en esta tarea.

Emma Martinez Ocaña. 13 de octubre de 2019

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