NO NOS DEJÉIS SOLOS GRITANDO EN EL DESIERTO

Hoy es un apremiante desafío para Naciones Unidas, organizaciones de Derechos Humanos y comunidad internacional apoyar y defender las justas demandas del pueblo saharaui en aras de su autodeterminación y soberanía nacional. El mundo tiene una deuda con el pueblo saharaui, así como la tiene también con el pueblo palestino, pueblos heroicos que resisten la ocupación, soñando y luchando por su liberación.

Cuando me despedí en el aeropuerto de Tindouf, poco antes de abordar el avión, los amigos saharauis me dijeron: “No nos dejéis solos gritando en el desierto”

El Sahara Occidental está situado entre Mauritania y Marruecos, en la costa atlántica. La mayor parte es desierto, pero rico en minerales (fosfatos, hierro, gas) y con un importante banco de pesca. El gobierno de Marruecos aduce que este territorio le pertenece.

En el año 2009 visité los campamentos de refugiados saharauis ubicados en la región de Tindouf (Argelia) en pleno desierto, donde trabajé como médico en el hospitalito de la wilaya de Smara. Por las mañanas pasaba consulta con la ayuda de una joven intérprete de nombre Sherifa. Por las tardes visitaba las jaimas del campamento de Smara, compartiendo con la gente. En el hospitalito comprobé que alrededor del 50 % de los niños y multitud de mujeres en edad reproductiva sufren anemia. Las pocas medicinas que teníamos son las que llegan de España a través de las asociaciones “Amigos del Pueblo Saharaui” y otras organizaciones solidarias.

Los campamentos están ubicados en el desierto más inhóspito del planeta. Inmensas llanuras de miles de kilómetros de solo arena, con temperaturas que en verano sobrepasan los 50 grados centígrados a la sombra y tormentas de arena que obligan a sus habitantes a llevar turbantes para protegerse del sol abrasador y del azote del viento cargado de arena. Las casas son de adobe arenoso. Los tejados de lámina de zinc, cubiertos de abundante arena para protegerse del calor.

La lengua de los saharauis es el hassanía, dialecto del árabe. La mayoría de los hombres hablan también el español. Una tarde, cuando caminaba por la wilaya de Smara en compañía de la joven saharaui que me hacía de intérprete, se me acerca un hombre anciano, me saluda muy amablemente y nos invita a entrar en su casa.

Soy Mohamed, -me dice- he sido muchos años profesor durante el periodo colonial español. 

Era un hombre delgado y con una poblada barba blanca. Nos descalzamos a la entrada de la jaima como es costumbre. Me senté sobre la alfombra, respaldado en un cojín. Nos ofreció un té y mientras lo degustábamos, sostuvimos una larga conversación. El anciano me parecía fascinante. Un hombre bien documentado. Mientras hablaba, yo escuchaba atento cuidando no perder ningún detalle. Fui tomando nota de todo lo que compartía.

Hablaba pausadamente en perfecto español. De vez en cuando hacía largas pausas de silencio, como digiriendo lo que compartía.  Desde tiempos inmemoriales -decía-, el territorio del Sahara Occidental estuvo ocupado por tribus nómadas que pastoreaban y comerciaban entre ellas. Nuestros antepasados estaban organizados en un Consejo llamado de Los Cuarenta, en representación de las cuarenta tribus. Este Consejo dictaba leyes, administraba justicia y velaba por el bien de las comunidades. En el siglo XV algunos mercaderes españoles se establecieron en la zona, en la costa. Intercambiábamos pieles de camello por productos que ellos traían. Nos entendíamos bien. Nos beneficiábamos mutuamente.

En el año 1885, las potencias europeas, en la Conferencia de Berlín, se repartieron África. A España le fueron atribuidos el Sahara Occidental, Guinea Ecuatorial y algunas zonas del norte de Marruecos. El resto del continente se lo repartieron entre Francia, Inglaterra, Portugal y Bélgica. En el año 1934 los españoles fundaron la ciudad del Aaiún con lo que propiciaron el proceso de sedentarismo de las distintas tribus nómadas saharauis.

En 1956 Marruecos consiguió su independencia de Francia, sin ningún problema para los saharauis porque nuestro territorio estaba administrado por España. En 1958 el Sahara Occidental se declaró provincia española número 53, participando dos representantes en el Congreso de los diputados. España dotó a los saharauis del Documento Nacional de Identidad (DNI).

En 1965 la Asamblea General de la ONU pidió por primera vez a España iniciar el proceso de descolonización. El gobierno de España se resiste aduciendo que el Sahara Occidental es provincia española.  

En 1971 surge en el sur de la provincia del Sahara un movimiento independentista de carácter pacífico, denominado Frete Polisario. La Legión española reacciona violentamente, reprimiendo y abriendo fuego contra las manifestaciones de este movimiento, causando varios muertos y multitud de heridos.

En 1975, aprovechando la enfermedad y muerte de Franco, Marruecos lleva a cabo la denominada “Marcha Verde”, por la que el rey Hassan II, apoyado por Estados Unidos, Francia e Israel, lanzó 350.000 marroquíes sobre el territorio saharaui, concediéndoles ayudas económicas para que se asentarán en el territorio del Sahara. Fue una invasión. El gobierno de España, en vez de oponerse a esta invasión y conceder la independencia a los saharauis, por intereses económicos firma con Marruecos y Mauritania el llamado Acuerdo Tripartito de Madrid. España entrega el Sahara a estos dos países sin contar con su población. Sin embargo, Naciones Unidas “condenó la invasión marroquí e instó a Marruecos a que retire inmediatamente del territorio del Sahara Occidental a todos los participantes en la marcha”.

Con la retirada de España, el Frente Polisario proclama la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), que pronto fue reconocida por ochenta países. Sus principales líderes fueron  Luali Uld Mustafa quien murió en combate y Brahim Gali. Este último fue su primer Secretario General.

Tras una encarnizada lucha, el Frente Polisario libera la parte ocupada por Mauritania. Pero Marruecos, que tenía un ejército más potente, invade el territorio liberado. La ocupación del ejército marroquí se realizó a sangre y fuego. Cientos de civiles saharauis fueron masacrados con bombas de napalm y fósforo blanco, por lo que miles de personas se vieron obligadas a huir al desierto. El Frente Polisario resistió y liberó la parte Este del Sahara. De esta manera, el pueblo saharaui quedó dividido en tres partes: los territorios ocupados por Marruecos, otro los territorios liberados; y el grueso de la población se refugió en el desierto de Tindouf en Argelia. Eran casi 200.000 personas, la mayoría mujeres, niños y ancianos.

En la década de los ochenta, tras la firma del alto el fuego, Marruecos levanta un muro de 2.700 kilómetros de norte a sur con el apoyo de Francia e Israel, separando los territorios ocupados de los territorios liberados. Este muro tiene dos metros y medio de alto y dos metros de ancho y sobre él alambradas con concertinas. Cada cinco kilómetros hay un puesto de vigilancia del ejército marroquí. Los territorios ocupados por Marruecos, aunque desérticos, son muy ricos porque contiene la mayor reserva de fosfatos del mundo. Además, posee uno de los más importantes bancos de pesca de la costa atlántica de África.

Naciones Unidas condenó la invasión del Sahara Occidental y exigió a Marruecos que se retirara. Considerando ilegal el Acuerdo Tripartito de Madrid, dictó una resolución por la cual este país debe realizar un referéndum de autodeterminación del Sahara Occidental. Pero Marruecos siempre boicotea la consulta.

Después de dos largas horas de conversación con el anciano Mohamed, nos despedimos con un fuerte apretón de manos. Me calcé y me dirigí con la joven acompañante a su casa, donde yo estaba hospedado.

La firme voluntad de este pueblo de sobrevivir en el refugio del desierto ha hecho posible que en un territorio inmenso, donde no hay nada sino solo arena, se haya podido construir talleres, hospitales, escuelas y que la población se organice para resistir la ya demasiada larga espera del fin del conflicto, para retornar y reconstruir su nación.

Pude comprobar que en los campamentos saharauis del desierto no florecen árboles ni plantas, pero crecen las personas. No poseen casi nada, pero tienen lo más importante: su espíritu de unidad comunitaria, de resistencia, esperanza y acogida. Lo que tienen les llega de la solidaridad internacional, sobre todo del pueblo español que ha organizado multitud de asociaciones de Amigos del Pueblo Saharaui. Asimismo, Cuba se ha ofrecido a recibir a aquellos saharauis que desean estudiar medicina o ciencias de la Educación.

Cuando me despedí en el aeropuerto de Tindouf, poco antes de abordar el avión, los amigos saharauis me dijeron: “No nos dejéis solos gritando en el desierto”. Es responsabilidad moral de todo el pueblo y del gobierno español y de la comunidad internacional apoyar solidariamente a este heroico pueblo y exigir a Marruecos que cumpla con los compromisos de Naciones Unidas de realizar un referéndum.

Años más tarde supe que en los territorios ocupados hay miles de saharauis desaparecidos y asesinados. Aminetur Haidar, lideresa saharaui fue una de ellas, secuestrada y torturada en las cárceles marroquíes. Liberada varios años después gracias a las presiones internacionales. El Frente Polisario ha pedido la intervención de Naciones Unidas y de la Unión Africana “para salvar a los civiles de la opresión de las fuerzas de ocupación marroquíes”. Organizaciones internacionales de derechos humanos y los relatores especiales de la ONU han denunciado que la política represiva de Marruecos contra los saharauis “constituye crímenes contra la humanidad, genocidio y crímenes de guerra”.

Marruecos, en previsión de que pudiera producirse un referéndum, desde hace varios años está llevando a ese territorio multitud de familias marroquíes, a las que apoya con subvenciones económicas. Ahora los marroquíes ya son mayoría de un territorio que Marruecos administra en un 80%. En los últimos años Marruecos ha chantajeado al gobierno español utilizando el flujo migratorio hacia Ceuta y Melilla, dos ciudades españolas que están ubicadas en la costa norte marroquí.

En abril de 2022, el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez y el rey Mohamed VI iniciaron una nueva etapa en las relaciones entre España y Marruecos. En base a estos acuerdos, España abandona la exigencia de un referéndum sobre la soberanía del pueblo saharauis. Sánchez en su visita a Kiev dijo al presidente ucraniano: “No dejaremos solo al pueblo ucraniano”. Sin embargo, no respondió a las demandas que le había hecho el pueblo saharaui. Primaron los intereses económicos de España y los asuntos migratorios exigidos por la Unión Europea a Marruecos de contener el flujo migratorio africano. 

La propuesta ha sido rechazada por los saharauis porque va en contra de la resolución de la ONU, que desde hace más de 45 años ha defendido la realización de un referéndum de autodeterminación que debe ser votado por la población saharaui.

Hoy es un apremiante desafío para Naciones Unidas, organizaciones de Derechos Humanos y comunidad internacional apoyar y defender las justas demandas del pueblo saharaui en aras de su autodeterminación y soberanía nacional. El mundo tiene una deuda con el pueblo saharaui, así como la tiene también con el pueblo palestino, pueblos heroicos que resisten la ocupación, soñando y luchando por su liberación.

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