ANTE LAS PRÓXIMAS ELECCIONES

Una persona con conciencia ética y social no votará a aquellos partidos que defienden el ultraneoliberalismo económico, que enriquece más a los ricos a costa de cargar el peso sobre el pueblo, a los que defienden las privatizaciones de los servicios públicos (sanidad, educación, pensiones…). Tampoco  votará a aquellos partidos que se oponen al recibimiento de migrantes y rechazan a los que son de otra religión, destilando en sus discursos  racismo y odio; tampoco  votará a aquellos partidos que se han embarrado en tramas de corrupción ni a los que niegan el cambio climático. Las elecciones son una oportunidad para ir dando pasos hacia una sociedad más democrática y en paz.

Para muchos la palabra “política” es sinónimo de deshonestidad, corrupción, engaño, oportunismo, demagogia y de intereses personales o de grupo. Lamentablemente, los malos ejemplos de algunos políticos han contribuido a su desprestigio.

La política es una actividad profundamente humana y necesaria. Es el medio por el que la sociedad busca que exista condiciones para que todos los hombres y mujeres sean felices, vivan en libertad y a nadie le falte lo necesario para vivir con dignidad.

Estamos en las puertas de las elecciones municipales y autonómicas. Con frecuencia las campañas electorales se convierten en un espectáculo bochornoso de ataques e insultos de unos contra otros. No siempre se presentan programas sociales serios sino eslóganes vacíos de contenido y aquel partido que más grita y más dinero invierte es quien saca más provecho. Eso no es ético. Eso no es democrático. Es una profanación de la política y un insulto a los ciudadanos y ciudadanas. Es por eso que es necesario un espíritu crítico para analizar los programas políticos y los discursos de los candidatos.

La política puede ser buena o mala según sea su proyecto socioeconómico y los líderes políticos que la promueven. De donde se deduce que hay dos clases de política: por una parte, la que defiende los privilegios e intereses económicos de una minoría poderosa (multinacionales, grandes empresarios, banqueros…). Muchos de estos políticos han caído en tramas de corrupción, como hemos sido testigos en España.  Los candidatos que se mueven en esta onda buscan los cargos y se presentan a las elecciones no tanto para servir a la comunidad sino para hacer negocio sin importarles la situación del pueblo ni la degradación de medio ambiente. El afán de lucro ha envenenado sus corazones. Y para mantenerse en el poder utilizan las redes sociales para lanzar toda clase de mentiras contra los adversarios y de esta manera engañan al pueblo.

Es lamentable que mucha gente ve la corrupción de los políticos como algo natural, diciendo “todos son iguales”. Pero en verdad, no todos los políticos son iguales. Ha habido y hay políticos honestos, con vocación de servicio al pueblo y de responder a sus necesidades.

Antes de ir a las urnas habrá que tener en cuenta el programa social del partido y la honestidad de los candidatos. Es necesario saber discernir entre el proyecto sociopolítico del partido y las personas que lo conforman. Hay dos preguntas claves a la hora de hacer este discernimiento: Una, ¿cómo quedan los derechos humanos, los derechos sociales y los derechos de la naturaleza? Otra, ¿cómo quedan los pobres, los más vulnerables, los trabajadores y trabajadoras, los parados, los pensionistas, los sin techo, los migrantes, los jóvenes y los ancianos en situación de dependencia, si elijo a éste o aquel partido?

Ser críticos y ver la política con criterios éticos es un signo de madurez. Es necesario visualizar la política sin intereses partidistas sino como una mediación para que en la sociedad se viva los valores humanos, que son la justicia, la libertad, el bien común, el respeto a la diversidad, la fraternidad, la paz social y el cuidado del medio ambiente, de manera que a nadie le falte lo necesario para vivir con dignidad y se respete la Naturaleza.

Consecuentemente, una persona con conciencia ética y social no votará a aquellos partidos que defienden el ultraneoliberalismo económico, que enriquece a los ricos a costa de cargar el peso sobre el pueblo, a los que defienden las privatizaciones de los servicios públicos (sanidad, educación, pensiones…). Tampoco  votará a aquellos partidos que se oponen al recibimiento de migrantes y rechazan a los que son de otra religión, destilando en sus discursos  racismo y odio; tampoco  votará a aquellos partidos que se han embarrado en tramas de corrupción ni a los que niegan el cambio climático. Las elecciones son una oportunidad para ir dando pasos hacia una sociedad más democrática y en paz.

Pero no basta con elegir cada cuatro años a nuestros alcaldes y diputados. La verdadera política no es solo representativa sino también participativa. De ahí la urgente necesidad de que los ciudadanos y ciudadanas se organicen en movimientos sociales, sindicatos, asociaciones de vecinos, ONGs, ateneos, comités y agrupaciones que contribuyan al bien de la comunidad y controlen a los políticos elegidos.

Toda persona, y más en concreto un cristiano, debe ser testigo de sueños y esperanzas de un mundo nuevo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres, de manera que a nadie le sobre para que a nadie le falte y todas las personas puedan vivir digna y felizmente en una Tierra limpia, la casa común.

Urge soñar en una España próspera y en un mundo justo y fraterno sin cansarse en la lucha para que algún día pueda lograrse. El amor a España y a la humanidad, sobre todo a la gente más desfavorecida, es nuestra fuerza. Merece la pena pasar por la vida sembrando semillas de un mundo nuevo sin perder nunca la esperanza. El Espíritu de Dios nos acompaña.

Volver arriba