Fibromialgia: ¿Y Tú, compañera de mi vida? (3)

Hay otra persona con la que comparto la vida. La compañera de los días, para lo mejor y para lo peor. Cuando me preguntas cómo me siento, me irritas tanto que tu pregunta me recuerda mi dolor. Y si por desgracia si no lo pidieras, te gravaría con un impuesto de indiferencia. Imposible hábitat que este antiguo castillo sonriente y vivo, hoy triste y feo.

Sucedió de repente o casi. Sentía una tormenta, te hablaba de ese cielo que podría traer el viento y su lluvia. Y contra todo pronóstico esta tormenta ha pasado pero ha arrojado al suelo de mi vida un tornado asombroso y la vida, el silencio y la paz. Y me estás ofreciendo tiempo. Cómo en un cielo azul puede de repente levantarse una marea tan grande, desconocida para las memorias e incluso para la ciencia. Vienes a traer tu amor al puerto de mis miserias, afrontando todos los riesgos: mis silencios, mis ausencias, mis miradas vacías y secas; y mis indiferencias, mis rechazos, mis perezas, el vacío de mis risas. Todo esto no estaba en el libro de viaje, ni de ninguno de los dos. A veces soy el espectador de una película de la que sería un actor que no domina ni la historia ni la dirección del actor. Estoy avanzando por un camino del que no sé nada sobre dificultades, sobre el que ni siquiera me imagino descubrir belleza, felicidad. ¿Cómo no culparme o sentirme mal por hacerte la vida más difícil? No sé la respuesta: culpa, tristeza, ira hacia mí, no es fácil para mí estar abierto a ti cuando todo en mí me impulsa a encerrarme. Cómo compartir lo que hay dentro de mí en ciertos momentos locos siento, vivo y no me atrevo a compartir sino a escribirlo. Las palabras se calman, apaciguando en mí un fuego que sería destructivo si se lo permitiera. Cada vez que estás aquí. Por lo menos mi mente en su corazón recuerda tu presencia, predice que la lucha merece ser tenida por un mejor ser y estar a tu lado. ¿Acaso no sabes lo que significas para mí y lo que significas para mí en la tierra del mañana vacío y sin maquillaje? Pero en estos días no puedo decirte, cantar, susurrar. Ni siquiera las palabras numerosas y locas y calurosas pueden romper este manto de muerte que cae en mí. Porque a mí me importas. Me gusta escribirte para cuando no puedo decir que te amo. Si hoy sé vivir cada momento como si fuera la vida, no es menos cierto que la duda a veces se insinúa y me agota. Y luego empieza a trabajar en mí otra vez. Al final del camino está el camino que queda por recorrer. Un horizonte interminable se dibuja a veces a lo lejos. A veces también, parece que el sendero se detiene, suspendido entre dos. En cada momento, entonces, elijo perseguir vacilante e inquieto, ansioso e infeliz, sonriente y alegre, riendo a gusto.

André (elleboudta@gmail.com)

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