Seguimos con una religiosidad, a veces, carente de espiritualidad


Hace unos días participé en una reunión de movimientos, asociaciones, fundaciones… convocada por la Delegación Episcopal de Fundaciones, para ser informados sobre la transparencia en la gestión y administración de bienes. Se nos dio una primera información sobre estos tres aspectos: a) La responsabilidad penal de las asociaciones; b) Blanqueo de capitales y c) Protección de datos.

Reconozco que a mí me sirvió para tomar conciencia de las exigencias, que en toda la Unión Europea, se están imponiendo a todos los grupos, asociaciones, fundaciones, advirtiéndonos de la necesidad de transparencia y la amenaza de las consiguientes responsabilidades penales. Además se ofreció el plan de formación y asesoramiento que se nos ofrece a cada asociación. Es de agradecer, sin duda alguna, este servicio.

De esta simple reunión de hora y media me llamó la atención dos aspectos, que pueden parecer anecdóticos, pero que para mí son significativos y expresivos, por ello me siento llamado a hacer dos consideraciones.

La primera consideración me viene al percibir que la exigencia de trasparencia en la gestión de las asociaciones es algo que viene instado de fuera. Es algo que viene requerido por la administración de la Unión Europea. Conste que no lo considero como algo negativo. Simplemente me lamento que no nazca desde dentro de las asociaciones o fundaciones, no como una exigencia, sino como un signo de calidad humana en nuestra manera de administrar los bienes. Por ello agradezco y acojo la indicación que nos viene de fuera, pero que hago mía, pues me parece que la transparencia es una expresión de fraternidad y solidaridad.

La segunda consideración me viene del modo cómo comenzó y finalizó la reunión. El responsable de la convocación comenzó diciendo que como cristianos invoquemos a la Virgen María e invitó al rezo del Ave María. De la misma manera a la conclusión de la reunión se invitó al rezo del Ave Maria y se hizo una invocación. La sensación que yo tuve en aquel momento es que el rezo es como algo externo a lo que íbamos a tratar o a lo que habíamos tratado. Me pareció un gesto religioso carente de espiritualidad, pues parecía que lo que se nos iba a informar o se había informado, según se mire al principio o al final, no tuviera nada que ver con el estilo de vida cristiano. Sentí como un paralelismo sin conexión alguna, por una parte el rezo y por otra la información. A mi modo de ver faltó espiritualidad, es decir, las motivaciones hondas que nos dispusieran a acoger, aunque viniera de fuera, como una oportunidad de vivir con más coherencia el seguimiento del Espíritu de Jesús, en el mundo de hoy. En ese sentido me parece que hubiera sido más oportuno una plegaria que nos dispusiera a la escucha y acogida de lo que el Espíritu del Señor nos sugiere en lo que se iba a informar y concluir el encuentro con una acción de gracias por la oportunidad que había sido para poder vivir una fe más justa y fraterna.

Una vez más, constato que la religiosidad se expresa en determinados momentos. La espiritualidad, en cambio, se expresa en un estilo de vida que también tiene sus momentos.

Nacho González
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