1.2. Los factores que provocaron la convocación del Concilio

Después de haber recordado los contextos culturales e históricos en los cuales se enmarca el acontecimiento del Concilio Vaticano II, se identifican ahora los hechos inmediatos que dan razón de la convocación y de la realización del Concilio.

1.2.1 La significativa biografía de Angelo Giuseppe Roncalli.

Habiendo visto que la Iglesia católica, desde el punto de vista de la reflexión doctrinal y jurídica (Código de Derecho Canónico de 1917), no tenía condiciones favorables para acoger un concilio general en consonancia con los grandes cambios de la época, es preciso reconocer qué otros factores contribuyeron a la convocación del Concilio. Revisando la manera como G. Alberigo explica los primeros pasos de la convocación, el anuncio del Concilio lo define como “un gesto de tranquila audacia”.

Un gesto con estas connotaciones exige un protagonista. Por eso puede ser muy evocador retomar sintéticamente la biografía de Angelo Giuseppe Roncalli para descubrir en ellos los gérmenes que iban a determinar la exigencia de convocar un Concilio. Es lo que corresponde al título 1.2 del primer capítulo de la obra de G. Alberigo: ¿Por qué un Concilio? :
Teniendo como punto de referencia el hecho del anuncio del Concilio, calificado por el mismo Juan XXIII en diversos momentos, como un “relámpago de suprema luz”, como una “iluminación imprevista” , o como “una inspiración celeste” considerándola como don de Dios... estas formulaciones típicamente espirituales reclaman una personalidad y una historia concretas. He aquí algunos datos biográficos:
- Nacido en una familia patriarcal, poseía una formación tradicional; de familia numerosa pero con medios económicos muy exiguos, creció en un ambiente de solidaridad en el compartir;
- Entre 1915 y 1918 presta servicio militar, primero como enfermero y luego como capellán militar;
- Entre 1921 y 1925 en Roma fue encargado como presidente de la Obra para la propagación de la fe en Italia, recogiendo fondos para las misiones
- De 1925-1934, enviado por Pío XI, fue visitador apostólico en Bulgaria, experiencia que lo orienta hacia una concepción rica y abierta de la unidad cristiana, lejana del ‘unitarismo’ y el ‘uniformismo eclesial;
- De 1945 – 1953 es Nuncio apostólico en París, en un ambiente rico de fermentos y lleno de problemas, aumenta el bagaje de experiencias y dilata aún más los horizontes para un compromiso pastoral que ejercerá en Venecia y luego en Roma.
- Ya elegido Papa, el 23 de noviembre de 1958, toma posesión de la basílica de San Juan de Letrán como obispo de Roma, subrayando garbosamente lo que sus predecesores habrían omitido, para insistir que el papa es efectivamente, y no solo simbólicamente, obispo de la Iglesia que vive en Roma.
- Pudieron haber orientado a Roncalli hacia la oportunidad de un concilio los fermentos que atravesaron el mundo cristiano durante toda la primera mitad del S. XX: desde los proyectos de las iglesias “ortodoxas” orientales hasta las propuestas varias de retomar los trabajos del concilio Vaticano interrumpido en 1870.
Este camino biográfico de Angelo Roncalli conduce a esta conclusión: “Por lo tanto la convocación del nuevo concilio es fruto de una convicción personal del Papa, lentamente asimilada en su espíritu, fortalecida por otros y, en fin, convertida decisión consciente e irrevocable en el trimestre sucesivo a la elección al pontificado. Una decisión libre e independiente, como quizás jamás se había verificado en la historia de los concilios ecuménicos o generales. Una convocación que no fue precedida por conveniencias diplomáticas ni por consultas formales eclesiásticas y que por lo tanto tomó a todos por sorpresa: a amigos y adversarios, dentro y fuera de la Iglesia católica, en el vértice como en la base”.

1.2.2 El contexto socio-político en el cual se desenvolvió la biografia de Angelo Roncali y se gesta el Concilio.

Desde luego, la decisión personal y libre de Juan XXIII de convocar un Concilio hay que comprenderla, por una parte, en su propia biografía, por otra en el contexto histórico que recordamos de forma sintética, a fin de entender mejor las tendencias históricas, sociales, políticas y también religiosas y teológicas que explican el porqué del Concilio Vaticano II.
De los aportes de los Grupos Locales del Movimiento por un Mundo Mejor para esta reflexión, tomamos algunos elementos a fin de ofrecer una mirada desde otras sensibilidades de fuera de Europa. Tomamos expresamente, en síntesis, los elementos del contexto histórico ofrecidos por Gustavo Morello, en el artículo “La gestación del Concilio”, publicado en la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y sociales .
- A comienzos del siglo XX, la Iglesia se percibía a sí misma como una “sociedad perfecta”. El proyecto eclesiástico político subyacente era el de la restauración de la cristiandad.
- Hacia los años treinta surgieron distintas asociaciones seculares destinadas a ser el “brazo de la jerarquía” en la vida civil: la Juventud Obrera Católica (JOC), la Acción Católica Estudiantil, Universitaria, etc. De la Acción Católica surgirían la mayoría de los grandes dirigentes que tuvo la Democracia Cristiana.
- Muchas personas descubrieron un espacio de participación pública, como cristianos, a través de este tipo de iniciativas. Este impulso recibió un aporte muy importante desde el campo intelectual con la aparición de un “neotomismo” que quería dialogar con el pensamiento contemporáneo, encarnado en las figuras como Jaques Maritain (18822-1973) y Jean Guitton (1901-1999). Los seglares que recibían esta formación teológica, poco a poco, se fueron haciendo críticos de la política de “gueto” y comenzaron a plantearse la idea de ser un grupo que, valorando la modernidad, intentará transformar las estructuras de la sociedad.
- La Segunda Guerra Mundial fue una catástrofe que cambió Europa y repercutió de múltiples maneras en la vida de la Iglesia: el fracaso de la mentalidad del progreso indefinido, la destrucción del continente más civilizado y la crítica del individualismo significaron el nacimiento de valores trascendentales y plantearon a la Iglesia la necesidad de revalorizar el mundo y reconocer los valores de la modernidad. Si quiere proponer a este mundo lastimado el mensaje del amor y la esperanza cristiana tiene que dialogar con él, escucharlo, comprenderlo. Este marco contribuyó también en la convocatoria al Concilio Vaticano II. Fue el dolor de la guerra lo que hizo a la Iglesia mirar al mundo con otros ojos .
- La teología occidental supone, desde hace siglos, una filosofía. Numerosos autores pedían a la teología una reconciliación con las diversas corrientes de la filosofía contemporánea, una relectura de la tradición y las Escrituras a la luz de los problemas del hombre moderno, de su pensamiento y sus preocupaciones. La reorientación antropológica de la reflexión dogmática se fue dando en parte por los estímulos de las discusiones filosóficas del momento, en torno a autores como Goerg W. Hegel (1770-1831), Soren Kierkegaard (1813-1855), Karl Marx (1818-1883). Edmund Husserl (1859-1938), Martin Heidegger (1889-1976) y Jean Paul Sartre (1905-1980). La influencia de las filosofías personalistas y existencialistas se tradujo en un nuevo modo de entender la conciencia humana, como un espacio de encuentro íntimo con Dios en el que la persona ejercía su libertad. Esta libertad de la conciencia frente a la ley se manifestó en obras de autores cristianos que se comprometieron por las luchas del ser humano que busca su libertad, tales como François Mauriac (1885-1970), Georges Bernanós (1888-1948) y el propio Maritain. En el diálogo con el pensamiento moderno, la teología descubrió nuevos objetos de estudio, temas que los teólogos de otros tiempos no se habían planteado. El redescubrimiento de Hegel y la preocupación marxista por el “sentido de la historia”, por ejemplo, hicieron que muchos pensadores católicos se preocuparan por lo que podía aportar a la reflexión católica esta perspectiva descuidada por la teología tradicional, encerrada en el estudio de las esencias. Todas estas tendencias se consolidaron en torno a los trabajos de un grupo de teólogos englobados bajo la denominación de la “Nouvelle théologie”.
- La preocupación de algunos miembros de la Iglesia por acercarse a la realidad del mundo moderno se vio impulsada decididamente por Juan XXIII (1881-1963), quien renunció francamente al proyecto de restaurar una cristiandad de tipo medieval. Angelo Roncalli había desarrollado una intensa actividad como diplomático en Paris, Turquía y Bulgaria que le permitió tomar conciencia de la brecha que existía entre la Iglesia y el mundo contemporáneo. Se dice que esa “traumática experiencia” vivida, no contada, por el propio Roncalli le marcó profundamente y que fue lo que le abrió a la acción del Espíritu de forma que pudiéramos decir que el Concilio no fue tanto una decisión racional, cuanto una experiencia espiritual de una caridad universal.
Hasta aquí la síntesis de la descripción de la realidad hecha por Gustavo Morello en el artículo anteriormente citado.

1.2.3 El contexto eclesial en la primera parte del S. XX: gérmenes de renovación

En la secuencia de los factores que explican la convocatoria del Concilio Vaticano II se ha destacado, en primer lugar, la propia biografía de Angelo Roncalli y, en segundo lugar, el contexto socio-político en el cual estuvo inmersa la existencia del mismo. En este tercer apartado, de manera muy breve, trataremos de identificar los gérmenes de renovación que estaban presentes ya en el ambiente eclesial desde comienzos del S. XX. En este apartado nos serviremos de las referencias hechas por G. Alberigo, en la obra ya citada, cuando habla de la fase ante-preparatoria, bajo la pregunta: “¿Una Iglesia angustiada por el mal de los concilios?” . Este ambiente de concilios se advierte en diversos ámbitos eclesiales:

- En el mundo ortodoxo, la convocatoria de un concilio reformador de la Iglesia rusa en el contexto de los sobresaltos revolucionarios del 1917-1918, fundado sobre el sentido de la conciliaridad (sobornost).
- La Iglesia de Constantinopla sigue el ejemplo, después del desmembramiento del imperio otomano. En este contexto se convoca un sínodo para lanzar al mundo cristiano, en 1920, un llamado a la constitución de una especie de sociedad de las iglesias según el modelo de la Sociedad de las naciones, a fin de responder mejor a los desafíos planteados.
- Igualmente en Constantinopla, en 1923, se realiza una asamblea pan-ortodoxa que plantea la hipótesis de un concilio de todas las iglesias bizantino-eslavas. Esta idea la retoma en 1952 otro patriarca de Constantinopla, Atenágoras, cuando Roncalli era nuncio apostólico en Turquía.
- En el ambiente anglo-protestante emerge el movimiento ecuménico después de la primera guerra mundial con dos experiencias: la conferencia en Estocolmo en 1925 para el movimiento del cristianismo práctico ((Life and Work) y en Lausana en 1927 para la orientación doctrinal “fe y constitución” (Faith and Order). Los dos organismos llegan a un acuerdo en 1937, en Oxford y en Edimburgo, para su fusión en un Consejo ecuménico de las iglesias, que se concretiza después de la Segunda Guerra Mundial en Amsterdam, en 1948, que sitúa su sede permanente Ginebra.
- En la tradición conciliar católica, los diversos sucesores de Pío IX pensaron en retomar el Concilio Vaticano I, suspendido en 1870, en particular Pio XI y Pío XII. El intento del papa Ratti comienza en 1922 con la constitución de una pequeña comisión de teólogos, encargados de hacer un balance del concilio de Pío IX. El mismo Código de derecho canónico de 1917 puso fin a numerosas cuestiones que deberían ser debatidas en un concilio. La Iglesia por fuerzas hostiles de origen comunista, prelados como Ottaviani y Ruffini plantearon a Pío XII la necesidad de convocar un concilio y el papa se coloca en ambiente de trabajo a comienzos de 1949. Se avanza en la preparación con una comisión donde está el jesuita belga Pierre Charles. Pero las divergencias de orientación del futuro concilio, unidas a las dificultades materiales y a la austeridad del momento, hacen que se hunda un proyecto que excluía por otra parte la consulta episcopal.
- Por su lado, lejos de la influencia de Roma, surgen experiencias orientadas a ayudar a la construcción o la consolidación de las Iglesias jóvenes en las misiones o en tierra protestante: es el caso de Estados Unidos con tres concilios nacionales (1852, 1866 y 1884) que más tarde toma forma de coordinación con el “National Catholic Welfare Council (1917). En China tiene lugar el concilio del 1924, bajo la guía del delegado apostólico Celso Costantini.
- Por iniciativa de Roma en 1899 se realiza una asamblea plenaria de obispos latinoamericanos para tratar de armonizar reglas y prácticas y para dinamizar el apostolado. Esta asamblea fue seguida de concilios nacionales para su aplicación.

Guía para la lectura personal (Capítulo 1) y diálogo en grupo:

a) Anoto aquello que me llama la atención o preciso de mayor clarificación…
b) Trato de responder a estas cuestiones:
1) ¿Cuál era la evolución que se había dado en la sociedad occidental y cómo había vivido la Iglesia dicha evolución?
2) ¿Cómo era la relación del mundo, especialmente occidental, y la Iglesia?
3) ¿Cuál era la posición de la Iglesia “oficial” frente al mundo y qué signos de cambio se percibían en la misma Iglesia?
4) ¿Cómo percibo y justifico la pronta determinación de convocar el Concilio por parte del Papa Juan XXIII?

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