Con mucho pasado y poco presente

Padre e hija
Muy a menudo visito a mi padre. Os pongo en antecedentes: 90 años, muy poca movilidad debido al dolor extremo, problemas de corazón, solo oye por un oído y no al cien por cien y un mácula en los ojos y cataratas sin posible solución, que le impiden leer e incluso reconocer a las personas hasta que no las tiene enfrente y oye su voz. Todas estas limitaciones físicas conviven con una memoria envidiable, una mente ocupada: en la actualidad que sigue de forma exhaustiva a través de la radio con sus auriculares, en buscar soluciones prácticas a los problemas del hogar, que él no puede resolver y que siempre acaban con un….si yo pudiera…, en el rezo del rosario que sabe de memoria porque fue muchos años activo en su parroquia y sacristán de la misma y para finalizar lo más importante que le ocupa, es estar al lado de su mujer totalmente dependiente y con la que ya no puede siquiera hablar.

Hace unos días observe que se fatigaba más de lo normal y aunque él se resistía fuimos al hospital. Aquí surge la primera cuestión ¿Quién manda? En este caso yo, su hija.Pensé, algún día serán mis hijos los que decidan por mí y sentí un ligero pinchacito en mi amor propio a la vez que pensaba: para esto no estoy preparada, pero quiero pensar que el hecho de ser consciente y sensible a las experiencias de otros sea una buena forma de prepararse. Estuvo un día y una noche hospitalizado y en esos momentos observé su vulnerabilidad y su dependencia. En esa situación eres la responsable, la que lleva la iniciativa la que recibe la información, la que atiende en la debilidad al que en otro tiempo fue el fuerte. Yo sintiéndome independiente, activa y funcional ¿cómo me posiciono ante su experiencia? ¿cómo la vive él? ¿Cómo le afecta? ¿Cómo me afecta a mí? Y entre otras cosas me doy cuenta de que lo trato como un niño pequeño, y es que en muchos sentidos lo parece. Hago el esfuerzo de evitarlo, porque mi padre,no sé hasta qué punto lo percibe y esto puede lastimar su dignidad, porque él no se siente un niño, se siente el adulto válido que fue en otro tiempo. Por otro lado, observo como a mi padre y como él las personas mayores que conozco, se les ilumina la mirada en pocas ocasiones y cuando esto ocurre es cuando cuentan experiencias vividas en el pasado. Los recuerdos les transportan de tal manera, que pienso que el revivirlos siente un poco de la felicidad de aquel momento y eso da sentido a su presente. Empieza con… ¿te he contado ...? y sí, claro que me lo ha contado, muchas veces, aunque la verdad es que alguna vez me sorprende con algún hecho inédito. Me cuenta como vivía, que pasaba cuando trabajaba aquí o allá, me habla de ese amigo, que pobre está muy mal. Y el “notición” que cambia su semblante es cuando cuenta que ha recibido una visita o una llamada de teléfono inesperada. Te armas de paciencia y le escuchas porque sabes que esto le hace bien, pero no solo a él, a ti también porque te humaniza, te hace tomar conciencia de quien eres, de tu propia pequeñez y si sabes escuchar, aprendes lecciones que no están en ningún libro. Lección como la conclusión que da título a esta narración: hoy la vida de mi padre se compone de”mucho pasado y poco presente” y reflexionar sobre esto, a mí al menos me ayuda a vivir con más serenidad, paciencia y comprensión la relación con mi padre enfermo.

Maria José Serrano

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