Cañizares

El cardenal Cañizares es un difícil punto de encuentro. Su actitud es al menos todo lo coherente que puede ser al mantener desde hace mucho tiempo unos postulados difíciles de conjugar con la práctica evangélica pero siempre en la misma línea de príncipe de la Iglesia.

He dejado pasar unos días para enfriarme pero es difícil olvidar su camino añorado del nacional catolicismo amparado en atavismos de poder que mantienen a personajes de esta traza. Para empezar, el cargo de cardenal no es nada pastoral que puede mantenerse como un derecho adquirido pase lo que pase, vitalicio. El Papa se abre en canal para acoger a todos los asilados posibles reclamando compasión y misericordia, y nuestro hombre en Valencia pone en cuestión si los que vienen son verdaderamente asilados o lanza cargas de profundidad contra la esencia española, por la que pide a tiempo y a destiempo.

Si no le cesaron a Rouco en su momento -solo le recordaron que le llegó la edad del retiro activo- y aún así montó literalmente en cólera, a Cañizares tampoco le cesarán de arzobispo de Valencia ni le animarán a que se vaya a una parroquia a ayudar al cura titular que no da abasto. Estos viejos dinosaurios son producto de las maneras de entender una Iglesia de poder ajena al evangelio. Francisco hace lo que puede y más pero estos no están dispuestos a ejercer la humildad ni por un momento. ¿Por qué hubo que ponerle en algún sitio de mucha relevancia a Cañizares cuando dejó su puesto en Roma, después de una más que discutida actividad al frente de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos?

Seguimos en una Iglesia con demasiados jerarcas que siguen siendo duros con los débiles y débiles con los fuertes en el manejo del poder. Cada vez veo más claro por qué Jesús se enfadó tanto con la casta sacerdotal de entonces y con los que tenían poder religioso en el sanedrín. Los peores epítetos se los llevaron ellos y además fueron los que no pararon hasta convencer a los romanos de que a Jesús había que matarle pero no de cualquier manera, sino con la máxima ignominia posible, para que el pueblo le viese como un monstruo religioso a los ojos de Yahvé y sus normas. Fue un crimen religioso. En el fondo, todo se reduce, entonces y ahora, a actitudes sin amor, duras como piedras, que miran al ser humano no como el objetivo predilecto del Padre sino como un mal necesario en mi carrera eclesiástica, que una vez comenzada, no tiene marcha atrás pase lo que pase.

Es duro lo que escribo, pero es lo que vemos todos, también quienes buscan al Dios del amor y se cruzan con estos personajes cuya historia eclesiástica es lamentable en la medida que desfiguran el Mensaje, y rechazan a todo lo que representan, incluido a Dios mismo. Cañizares ha escandalizado pero no es la primera vez. Se siente confortable en su torre de marfil representando a un cristianismo que no es el de Jesús de Nazaret. Ahora habla de malentendidos como los malos políticos, pero algunos escuchamos sus palabras en la radio con una frialdad que agravaba su comentario. Ojalá que la denuncia que le han interpuesto tenga consecuencias y nadie, nunca más, se permita estos ataques al prójimo más vulnerable revestido de la representación que le da ocupar la sede de Valencia. No quiero ni pensar cuántos piensan todavía como él sintiéndose mientras tanto un buen cristiano.
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