Extra de Navidad

Hoy es el ultimo día de la llamadas fiestas navideñas. Con el pasaje del bautismo de Jesús termina el periodo de preparación /Adviento) y la Navidad. Y en este último día, todavía dentro todavía de la Pascua navideña, quiero compartir una bellísima reflexión aparecida en el blog "El agujero en la flauta", de Stefano Cartabia, un oblato con enorme sensibilidad espiritual y mísitca, tan necesaria en nuestro tiempo. Es un texto en torno a María, a la maternidad y la entrega, una oración bellísima llena de delicadeza, escrita por el psicoanalista italiano Massimo Recalcati, a la que Cartabia añade su propia reflexión.

Recalcanti dice así:

“María es el paradigma más puro del misterio de la maternidad: contener en sí misma el misterio de una desmesura, de una imposibilidad, de un acontecimiento que no puede explicarse nunca del todo, llevar en su seno al hijo de Dios, custodiar un excedente, contener en el reducido espacio de su propio vientre, tan diminuto, la desproporción de lo absoluto, el adviento de Dios en el mundo, el acontecimiento destinado a cambiar el mundo para siempre. ¿Pero acaso no ocurre siempre así, una y otra vez, para cada madre? ¿No es el misterio de María un misterio que se repite infinitamente en toda maternidad? ¿No es llamada toda madre a dar su propio cuerpo a una vida que no podrá imaginar, prever, definir y que debe necesariamente perder?”

Y añade Cartabia:

La Navidad no es solo la fiesta del Hijo: es también la fiesta de la Madre yo: es también la fiesta de la Madre y la fiesta de toda madre.

El Infinito “se hace finito”, una y otra vez. La Navidad, esta Navidad, nos lo recuerda. Este mundo maravilloso, con sus luces y sus sombras, es revelación de lo Infinito.

Dios se hace niño: su maravillosa invención para llegar a todos, su tierna metodología para abrirse caminos en los corazones. La fragilidad de un niño no produce temor, ni sentimientos de imposición u opresión. Un niño se ofrece, simplemente; y una madre lo ofrece. Un bebé está simplemente “ahí”, inerme, desnudo, frágil: pura y desnuda presencia.

El Misterio Infinito elige una madre, elige un pequeño útero, elige toda maternidad para entrar en el mundo. Lo eterno entra en el tiempo y se manifiesta como tiempo y en el tiempo. Lo Infinito entra en el espacio y se manifiesta como espacio y en el espacio.

Miremos a la Madre. Miremos a cada madre. La maternidad encierra en sí misma – en su fragilidad y en su deseo de vida – el Misterio más hondo de la historia. En toda maternidad – que sea física o espiritual poco importa – se esconde lo Infinito que ama a lo finito, a lo imperfecto, a lo frágil. Y lo deja ser.

En toda maternidad se esconde la misión del “deber perder”, para que el hijo, cualquier hijo, sea.

Tengo que entregarte, hijo”, le susurra María a su bellísimo bebé. “Tengo que entregarte, hijo”, le dice cualquier madre a su hijo, para que la vida florezca.

María suelta y libera. María sabe que el Hijo no le pertenece. Como lo sabe cualquier madre. El hijo es de la Vida y hay que perderlo, para que la luz brille de un modo nuevo en el mundo.

Cada vez que entregamos, lo que hemos amado y amamos, lo que hemos alimentado y cuidado, somos madre. Cada vez que estamos dispuestos a perder lo amado – el “hijo” real o simbólico – con una sonrisa en los labios, estamos comprendiendo el misterio de la vida y del amor y comenzamos a comprender la Navidad.

Somos María, hoy y siempre.

Somos la maternidad de Dios en acción.

¡Feliz Navidad desde la Madre!

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