Felicitar la Navidad

Seguimos manteniendo la costumbre de felicitarnos las fiestas navideñas unos a otros a modo de estribillo, en los encuentros y las conversaciones de estos días. Puede que este uso vaya a menos, pero sigue teniendo arraigo social: felicidades, feliz año, feliz Navidad, felices fiestas, Bon Nadal, Boas Festas, Zorionak!…

¿Qué estamos diciendo cuando nos enviamos estos mensajes? No hay duda que son ganas de sentirnos más cercanos y regalar al menos una sonrisa junto a la frase navideña cargada de buenas intenciones. La pregunta que muchos se hacen es el sentido que tiene repartir buenos deseos navideños si en el resto del año andamos a la greña entre los felicitados; quien no se cuestiona que, o procuramos que la Navidad y lo que representa se manifieste todo el año. Así lo sienten muchas personas a las que les duele especialmente estas fechas ¿Estamos ante otro uso social vacío, como tantos otros, en los que la inconsecuencia resuena más fuerte que el sonido de las frases bonitas? 

No falta base para esta queja, aunque hay que decir bien alto que muchos desean y trabajan por una Navidad “diferente”; es decir, auténtica, solidaria, humanizada, esperanzada, de ternura con el desvalido y de ayuda al débil. Personas que se esfuerzan para que las felicitaciones generalizadas de estas fechas sean expresión de una actitud durante todo el año, no solo en Navidad, que desbordan en palabras y gestos cargados de sinceros deseos. Unos desde su fe y otros desde su apuesta por valores bien cercanos al espíritu que encarna la Navidad aunque no sean cristianos.

“Canta” mucho la farsa consumista que rodea a estas fiestas pero todavía existe otra parte de la Navidad visible a nada que agudicemos un poco la vista: familias que se sienten unidas, personas cargadas de buenos deseos, hechos solidarios con los más necesitados, gentes que nos ponen la mejor sonrisa del corazón especialmente en estas fechas… ¡y no solo en estas fechas!

Fiestas y fechas que llevan su carga de tristeza, con seres muy queridos ausentes, soledades agudizadas por las luces de colores y el tono mortecino del invierno, por una mala economía que impide sumarse a “la fiesta”… Deberíamos sentirnos agradecidos por todo lo que nos sobra y girar la mirada hacia los que más sufren, a los pobres que están bien cerca de nosotros: pobres de salud, de ánimo, de soledad, de amor, de alegría, de esperanza, de incomprensión, de trabajo, de ilusiones; todos aquellos que padecen más intensamente sus penas: “Cuanto más esperemos el bien y más lo afirmemos como una ley que gobierna nuestras vidas, tanto más se manifestará en nuestra existencia”. Al escribir esto, Pierre Pradervand ciertamente que no lo hacía pensando en los simples o pusilánimes.

Fijarse con un mayor interés en el próximo, desde el corazón, es la única manera de que el deseo de un año mejor no suene a tópico, ni que la felicitación de las Pascuas –en este caso de la Pascua de Navidad-  resulte un acto que ni siquiera sabemos explicar su significado. Es el único modo de que algo bueno pueda calar en lo más hondo de quienes lo reciben, sean ateos o creyentes.

Con mis mejores deseos, pues, ¡Feliz Pascua de Navidad!, y lo mejor para 2020, pero habrá que poner de nuestra parte para conseguirlo

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