Iglesia Pueblo de Dios para el siglo XXI

Llama la atención que el concepto “Iglesia Pueblo de Dios” se revitalizara en el Concilio Vaticano II. Hasta entonces y durante siglos, la institucionalidad eclesial era sinónimo de Iglesia, con la comunidad en segundo plano, muy desvalorizada en lo principal. El redescubrimiento de la idea de "Pueblo de Dios" se produjo en la teología de los años treinta y después en el Concilio Vaticano, gracias al esfuerzo de Yves Congar, entre otros, al elegir  la expresión "Pueblo de Dios" para definir la Iglesia, expresión que con el tiempo se ha desdibujado y que algunos desean que caiga en desuso añorando tiempos pasados.

Antes del Concilio, había textos que consideraban a la Iglesia independientemente de los fieles que la componían, hasta el punto de diferenciar y casi contraponer la Iglesia a los hombres y mujeres que vivían su fe. Algo así como la institución mediadora por un lado y aquellos en cuyo beneficio funciona la institución, dejando de lado un aspecto esencial: que la Iglesia la integran los fieles que viven el Evangelio. Es justamente el aspecto en que se fijaban los Padres de la Iglesia desde su cercanía a la vivencia de las primeras comunidades. Es lo que predominaba antes del Concilio Vaticano II en la eclesiología preconciliar a la que tantos y tantas parecen querer volver.

La idea de fondo “Pueblo de Dios” ha evolucionado desde el Concilio Vaticano II hasta el reciente proceso sinodal impulsado por el Papa Francisco y ahora León XIV, poniendo en valor la relevancia histórica y pastoral que atesora. No es una vivencia sin antecedentes. Y como todo aggiornamento, necesitado de señalar los peligros del clericalismo tan arraigado en torno a la institución eclesial... y de una parte considerable del laicado.

Esta forma primera y esencial de Iglesia Pueblo de Dios conlleva un elemento dinámico: ser Iglesia en camino, como testigo de Alguien que ofrece la Buena Noticia para toda la humanidad. Y a la vez implica la corresponsabilidad para cada miembro de la Iglesia. Si creemos que el Espíritu Santo guía la Iglesia, es necesario discernir y actuar como un todo plural en misión evangelizadora. El poder ya no es el método, sino la autoridad; el servicio, y no el servilismo. Todo ello a la escucha entre personas unidas por la fe que no somos uniformes, sino diferentes unidos por la fe en la oración de la escucha activa y humilde.

La consecuencia nos lleva a un cambio de actitudes y de reformas estructurales -por este orden recomendaba Francisco- donde cada voz sea escuchada y valorada. Iglesia Pueblo de Dios es su esencia y sujeto comunitario, sinodal, por delante del elemento jerárquico, instrumental. Como recuerda Rafael Luciani, la definición de la Iglesia como Pueblo de Dios es sinodal en su esencia, tal y como fue votada y aprobada en la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, donde se reconocía que la sinodalidad “es la dimensión constitutiva de la Iglesia”. Luciani fue perito en dicha Asamblea.

El Pueblo de Dios, mujeres y hombres, queremos tomar conciencia de que somos los portadores de la esperanza y el amor que vivió Jesucristo. No se trata de un privilegio, sino de una responsabilidad desde la fe. La elección va siempre acompañada de un servicio y de una misión frente a lo que fue una religión sin mundo desde una errónea concepción de la espiritualidad cristiana. Ahora toca impulsar a la Iglesia del siglo XXI ofreciendo desde el ejemplo la Buena Noticia, contraponiéndola al ideal de un mundo sin esperanza, sin amor. Y para eso, la sinodalidad bien entendida y mejor vivida, es el camino.

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