Inmigración: otra vuelta de tuerca

El Parlamento de Dinamarca acaba de aprobar por mayoría (74%) un proyecto de ley que permite enviar fuera de los países de la Unión Europea a las personas que soliciten asilo al Gobierno danés, a cambio de dinero, claro; y hasta que se decida el futuro de cada inmigrante. El objetivo de esta ley es, obviamente, disuadirles para que no viajen a Dinamarca: "Esperamos que de esta manera la gente deje de buscar asilo en nuestro país", ha dicho el portavoz de inmigración del partido gubernamental, Rasmus Stoklund. Más claro, agua, a pesar de que el responsable de Extranjería danés, Mattias Tesfaye, sea hijo de un inmigrante etíope.

Leo que la prensa danesa anda negociando con países como Egipto, Etiopía, Eritrea o Ruanda, como posibles receptores con el objetivo de llegar a "cero refugiados" reforzando esta medida con acciones complementarias como el endurecimiento de la ley anti-gueto, que limita el número de habitantes "no occidentales”.

Esta iniciativa es un paso muy grave y muy torpe. Muy grave, porque desprecian la solidaridad de quienes buscan protección huyendo de la miseria y la guerra sin importarles las consecuencias trágicas en vidas humanas ni la imagen cínica que da Dinamarca con semejante inhumanidad. Y muy torpe porque es una medida que quiere poner puertas al campo como si fuera un problema local cuando es una tragedia que afecta a millones de personas ante la inacción del Primer Mundo, que solo piensa en arramblar las materias primas y los nichos de mercado en el Tercer Mundo. Miedo me da que ocurra lo que ya advierte la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en el sentido de que podría arrastra a otros países de la UE a hacer lo mismo.

Lo curioso es que esta iniciativa legal danesa no es posible ponerla en práctica con las normas existentes en la UE sobre el derecho de asilo y las disposiciones -restrictivas- que se barajan en el nuevo pacto para la migración y el asilo.

Esta nueva vuelta de tuerca supone un intento de Dinamarca de eludir las obligaciones como miembro de la UE con este escudo legal para deportar automáticamente a cuantos soliciten asilo con la aprobación de derivarles a otros países tercermundistas o casi.  ¿Dónde queda el derecho de asilo y la Carta de Naciones Unidas? ¿Qué ha sido del espíritu de la Convención de Ginebra que propicia espacios de colaboración internacional para garantizar a las personas refugiadas un espacio seguro? Está claro que Dinamarca pretende vulnerar todo esto.

Pero no es la primera vez que los daneses evidencian un déficit democrático en la aplicación de los derechos humanos con los más desfavorecidos del Planeta. Se han cumplido cinco años de la aprobación de otra polémica ley que les permite la incautación de los bienes de valor de los inmigrantes que entran en Dinamarca, aunque se ha aplicado en pocas ocasiones. A lo que hay que añadir las varias excepciones que a Dinamarca se le viene permitiendo en cuanto a las normas comunitarias en materia de asilo y migración. Una de ellas es la no aplicación de las normas UE relativas a la reagrupación familiar de los migrantes, pudiendo el gobierno danés imponer las suyas propias.

Pero los desarrollados daneses no son los pioneros en este despropósito tan egoísta y peligroso. Australia lleva tiempo financiando envíos de los inmigrantes que solicitan asilo en Australia a centros de acogida de terceros países en dos islas remotas del Pacífico cuyas condiciones son deplorables. Parece ser que Reino Unido también se planteó enviar a los solicitantes de asilo a sus islas de ultramar, a miles de kilómetros, pero finalmente no se llevó a cabo el despropósito.

La Europa más rica cada vez se la percibe más decadente y encastillada, sorda al clamor de tantas víctimas que van en aumento sin cesar y claman ayuda a nuestra opulencia. ¿Qué diría Jesús de Nazaret a los cristianos? O mejor dicho, ¿qué nos está diiendo?

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