Maixabel o la ejemplaridad

Espero que esta película “os haya servido para algo; es un canto a esa necesidad de convivencia que tenemos todos, de vivir entre distintos pero respetándonos. También es un canto a la deslegitimización de la violencia, pues con violencia no se consigue nada”, comentó Maixabel Lasa a los reclusos de la cárcel de Iruña que quisieron visionar la película Maixabel -unos setenta- que se ha presentado después en el Festival de Cine de Donostia.

La película se centra en la actitud de esta mujer tras el asesinato de su marido en el año 2000, Juan María Jauregui, a manos de ETA. Lo cierto es que aquella barbaridad ha conseguido algo más que segar vidas y destrozar en vida a sus familias: que surja lo mejor del ser humano en víctimas y victimarios. La proyección de Maixabel en la prisión se enmarcaba en el ciclo“Proyectando reinserción: cine y miradas alternativas a la Justicia” organizado por el Gobierno de Navarra. Y lo hace desde un ángulo muy concreto: narra los encuentros que ella tuvo con Ibon Etxezarreta y Luis Carrasco, dos de los tres integrantes del comando que atentó contra su marido, un político que, paradójicamente, impulsó la investigación del asesinato de Lasa y Zabala.

Maixabel Lasa quería escuchar y que le escucharan porque, como ella misma afirma, “junto al muchísimo daño que te han hecho, sabes que si pudiesen, volverían para atrás. El odio no te deja vivir”. Ella fue una de las personas que acudió en su día a los encuentros restaurativos de la llamada “Vía Nanclares” porque es una convencida de las segundas oportunidades. Ibon Etxezarreta y Luis Carrasco han hecho su camino de autocrítica reconociendo el daño causado y pidiendo perdón.

Esta reconfortante noticia nos lleva a otra que debiera haber tenido un protagonismo social mayor por la ejemplaridad que atesora para todos: la propia Maixabel Lasa relató en este encuentro carcelario que mantiene el contacto con Ibon Etxezarreta, quien en uno de sus permisos penitenciarios acudió al rodaje de la película y luego la llevó a su casa en coche. También relató que conoce a la madre de Ibon Etxezabarreta, con la que quedó a tomar un café en San Sebastián y hablan por teléfono cada Navidad.

Hay mucho que aprender con este tipo de actitudes. Atiborrados como estamos de foros, simposios y conferencias en torno a las posibilidades competitivas que atesora la ciencia y el conocimiento, tenemos un déficit de experiencias éticas que marquen cultura relacional en nuestra sociedad, necesitados como estamos de referentes profundamente humanos. En el contexto sociopolítico con más motivo, pues el odio y el rencor son sentimientos muy profundos que al arraigarse terminan desequilibrando a la persona y al colectivo. Se vuelven contra nosotros. Y si encima hay ideales de por medio, el veneno corre como un reguero por las venas de la sociedad. Reforzando este tipo de sentimientos y resentimientos, tampoco nos permitimos cualquier oportunidad de disfrutar del presente. 

Perdonar es una decisión que  implica dejar atrás el rencor y la actitud de venganza, abriendo de paso la puerta a los sentimientos de comprensión y empatía hacia la persona que nos hirió. Y de paso, sentir un tipo de paz que ayuda a vivir cada día. Maixabel Lasa es un ejemplo de que ofrecer segundas oportunidades es posible y necesario aun en las situaciones más trágicas; entre otras cosas porque personas desalmadas en un momento dado, pueden convertirse a su vez en ejemplos de humanización poniendo en valor el sufrimiento ocasionado. Y porque, en palabras de  Hannah Arendt, la forma idónea de deshacer lo hecho, por lo menos a manera de descarga, se nos ofrece bajo la forma del perdón.

Estas actitudes transformadoras de víctimas y victimarios afectan también a quienes mantienen su corazón helado. Son una oportunidad para repensar su realidad y dar pasos hacia su liberación interior. Ahora me refiero a los diez reclusos de ETA que penan en Iruña y no quisieron sumarse a la proyección de la película ni participaron en los talleres de justicia restaurativa puestos en marcha hace ya unos años. Ellos se lo pierden, pues su actitud granítica les ha convertido hoy en víctimas de sí mismos. Cuando antes se percaten de ello, antes saldrán del odio estéril que solo quema sus adentros. Y si esta gran mujer mantiene la esperanza de que puedan seguir sumándose más victimarios y víctimas a la fiesta del perdón, yo tampoco pierdo la esperanza.

Y el fondo de todo esto forma parte del mensaje troncal de Jesús de Nazaret. No lo olvidemos.

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