El Papa en Irak. Algunas conclusiones

Cuando alguien arriesga demostrando buena voluntad y sus fines son nobles y solidarios, suele encontrarse con decepciones y zancadillas. Pero se habla menos que también se encuentra con sorprendentes comportamientos y actitudes que iluminan la existencia.

Algunos católicos han dejado caer en público que este viaje era un inconveniente completo: poca seguridad, demasiada atención al liderazgo musulmán o que el plan del viaje ha reforzado aspectos que se salen del papel pastoral de un pontífice. Dicho de otro modo, que el papel del Papa es, más bien, de sacristía e incensario, impropio de estas correrías que debilitan la fuerza verdadera del catolicismo. Con esta visión del Evangelio, así nos va.

Sin embargo, la reunión que tuvo Francisco con la máxima autoridad chií en toda la zona, el ayatolá Ali Sitiani, trasciende el mero simbolismo. Los chiítas son mayoría en Irak y también en Irán; y el encuentro supone la apertura de un canal de comunicación al más alto nivel con una rama del islam que desde la revolución iraní de 1979 no ha tenido buenas relaciones con Occidente.

Lo cierto es que la imagen católica como sinónimo de universal mantiene un compromiso radical con los más desfavorecidos de la mano de este Papa; en esta ocasión se encuentran las comunidades cristianas más precarias y perseguidas en medio de un polvorín, que hasta ahora no habían tenido la atención y el apoyo solidario que necesitaban de sus hermanos en la fe más que de una manera parcial y a un nivel insuficiente.

El frente común de todas las religiones contra el extremismo que promueve Francisco ha pasado de ser un ejercicio bienintencionado pero retórico, a lograr encuentros con líderes de muy difícil acceso. Y su propio liderazgo de mano tendida a lo largo de todo el viaje ha escenificado la presencia creíble y dialogante frente al fanatismo asesino del Estado Islámico y de quienes le sustentan, claro.

A la vez que tiende puentes, Francisco reclama la defensa de las minorías, en este caso de una de las comunidades cristianas más antiguas del mundo diezmada en los últimos años. Pese a presencia milenaria, los cristianos han sido una minoría perseguida en Iraq y en los últimos 20 años se estima que la comunidad cristiana iraquí disminuyó casi 85%, pasando a poco más de 250.000 feligreses. Solo por el aliento que el Papa ha podido insuflarles, ha merecido la pena. El Espíritu hará el resto sobre todo si ofrecemos nuestras manos solidarias aparcando nuestra indiferencia.

Esto exige salir de la zona de confort y seguridad como ha hecho Francisco para convertirse en genuino representante de Jesús el Cristo y remover conciencias solidarias y comprometidas a la manera del Maestro. Si a la vez otros se remueven incómodos en sus sitiales descolocados por el éxito que va acumulando Francisco en forma de credibilidad y admiración en su representación vicaria, pues que se lo hagan mirar. Que la Buena Noticia no es reforzar el poder y el clericalismo, sino abrirse incluso arriesgadamente a mostrar la Buena Noticia donde mayor falta hace.

Dentro de estas conclusiones, este viaje es una piedra de toque para todos nosotros el que Francisco nos haya acercado esta dura realidad, viendo como los católicos del Segundo y Tercer Mundo sufren por su fe en medio de un tablero internacional endiablado donde son actores principales… por su fragilidad. Y si se han convertido del islam, deben vivir su fe en secreto para no ser pasto de represalias violentas.

Las Iglesias católicas del Primer Mundo debiéramos ser activos en nuestra solidaridad con ellos para que se sientan acogidos y hermanados. No entiendo nuestro silencio laical, pero aun menos el de tantos arzobispados y obispados que nada expresan como si fuera un tema ajeno a su ministerio evangélico. Y en muchos casos, cuentan con gabinetes de comunicación…

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