La alegría de la Ascensión

El evangelista Lucas narra de manera escueta la Ascensión de Jesús. Y el Papa Francisco destaca un elemento esencial para los cristianos de cualquier tiempo y lugar. Una realidad que ha perdido vigencia entre nosotros: los apóstoles, después de ver a Jesús ascender al cielo, regresaron a Jerusalén “con gran alegría.” Esto parece un poco extraño, afirma Francisco. Lo normal es que al separarnos de nuestra gente más querida, sobre todo debido a la muerte, quede en nosotros una tristeza natural, un agujero existencial porque no vamos a verle nunca más, no vamos escuchar su voz, ni tampoco podremos disfrutar más de su afecto y compañía. En cambio, el evangelista pone de relieve la profunda alegría de los apóstoles. ¿Por qué? Porque su experiencia de fe les reconforta al saber que Jesús permanece con ellos para siempre, no los abandonará sino que, por el contrario, les guiará hasta el último día de sus vidas.

Este relato lo vuelve a narrar Lucas al comienzo de los Hechos de los Apóstoles, para recordarnos que la Ascensión no es el final sino una continuación de la vida terrenal de Jesús con sus seguidores. Él está vivo entre nosotros de una manera nueva y plena, junto a cada uno de nosotros, dentro de nosotros. La fiesta de la Ascensión es un canto a la experiencia de fe que hace exclamar a san Pablo que estemos alegres, y lo repite, en una de sus cartas.

Pongámonos a la escucha, abramos nuestro corazón confiadamente y la paz de Dios llegará más fuerte que todos los quebraderos y sinsentidos que estemos padeciendo. No estamos ante una despedida, sino celebrando la eterna compañía de Emmanuel, el “Dios con nosotros” dando sentido pleno a toda su vida en nosotros, cada uno ser único e irrepetible, amado como si fuera el único ser, sea hombre o mujer.

Somos unos afortunados porque tenemos fe; y desde aquí urge evangelizar: es decir, transmitir con ejemplo la experiencia de este Cristo resucitado. Es la misión que tenemos que cumplir, cada cual en su puesto en la vida. Ni una despedida ni un tiempo de espera estéril: una vivencia a compartir -desde el ejemplo, claro- pues lo que se recibe gratis, es preciso compartirlo gratis, sin dejar que nuestra fe se desparrame sin sustancia, de superficialidad en superficialidad o de rito en rito. Así será difícil, no solo evangelizar, sino mantenernos fuertes en la fe.

Quizá no podamos hacer grandes cosas, pero si pequeñas cosas con un gran amor, como dijo Teresa de Calcuta. Y toda la Revelación, va de esto: de amar, de una gran historia de amor en la que estamos involucrados para continuarla. Somos las manos de Dios.

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