El anhelo común

A veces ocurre que estás buscando algo entre tus papeles y archivos, y aparece otra cosa que de inmediato reclama un interés preferente. Es lo que me ha pasado con un texto del jesuita Xavier Melloni sobre la oración, titulado El anhelo común a todas las religiones. Se refiere a la oración; lo he releído ¡dos veces! por el interés que me ha producido, y eso que lo tenía archivado de lo que gustó cuando lo leí por priera vez, Pero entonces, no me tocó la fibra tanto. Por eso comparto comparto ahora con los lectores lo esencial de esta reflexión, publicada en su día en Cristianisme i Justicia (mayo de 2022).

Lo primero que ha concentrado mi atención ha sido la llamada de Melloni a entender la oración como el acto o actividad por excelencia de los humanos para vincularse con lo trascendente. Me parece esencial recordarlo siempre que haya ocasión porque nos hemos descentrado de la comunicación oracional. Y así nos va de mediocre a los cristianos… El teólogo jesuita nos remite a una oración “con todo el cuerpo y con todo el ser”, es decir, más allá de una oración de circunstancias. En este tiempo especialmente líquido, afloran espiritualidades muy comprometidas con este tipo de experiencia profunda. Lo malo es que los cristianos quizá vayamos a la zaga en esto, conformándonos con orar de manera más superficial y descomprometida en el ser (no vale desligar el ser con el hacer). Orar debiera ser el acto más íntimo y esencial de la propia creencia y experiencia de fe.

He conectado esta reflexión de Melloni sobre la oración con la liturgia cuando él señala que la oración se vale de todos los sentidos, incluida “la imagen, el olor (flores, incienso), el tacto (el descalzarse, el contacto con el suelo) e incluso con la cata, como en el caso del sacramento de la eucaristía u otros rituales en los que se ingiere algo”. Necesitamos dotarle a la liturgia del sentido para que sea verdadero signo de Buena Noticia que representa, lo que le da su razón de ser. Hemos convertido lo litúrgico católico en algo estático, sobre todo la Eucaristía, cuando es la celebración comunitaria por excelencia. Los signos actuales no representan la alegría que se le supone a una “celebración” en clave de amor fraterno.

Otra consideración sobre el escrito tan sugerente de Melloni, es que en la oración expresamos la angustia o el clamor de la ausencia así como el gozo y el recogimiento de la Presencia del TU Infinito. Pero al mismo tiempo, es el acto más abierto y universal, porque la auténtica oración despoja cualquier pretensión de apropiarse de Dios. ¿Tanto nos cuesta aceptar que Dios se ha manifestado en diferentes religiones y experiencias humanas? Todo corazón tiene algo del Dios verdadero, lo importante, entonces, es acercarse, compartir, respetar, fluir en la común unión entre diferentes, aprender; vivir coherentemente mi fe con los demás, que no son clones.

No existe la homogeneidad, mucho menos la uniformidad. A lo que tenemos que aspirar es a la unidad entre diferentes trabajando el crecimiento personal y comunitario, con apertura interior, a la escucha que alimenta y madura. Si creemos tener la Buena Noticia, seamos ejemplares al trasmitirla desde el ejemplo y la humildad. Todo lo demás es volver al encastillamiento clericalista del poder institucional que nada bueno aporta. No existe oración verdadera con actitud de apropiarse de Dios y acabar rezándose a uno mismo. Y peor aún, esto fue el desencadenante de las calumnias, las torturas y la muerte terrible de Jesús en la cruz donde fue clavada también la Verdad en ella.

Regojo un punto más del escrito; también se nos recuerda algo grande que ocurre en todas las actitudes de oración abiertas al anhelo trascendente: a medida que se va madurando en la oración, las oraciones de todas lastradiciones y experiencias religiosas “van pasando de la oración de petición a la más absoluta ofrenda”. Sentir y saber que todo es gracia cuando el interior está preparado para sentirlo.

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