Un camino irreversible lleno de miedos

Hace pocas fechas, una nota oficial del Vaticano anunciaba que el Sínodo Mundial de los Obispos se “extenderá” (es decir, retrasará) hasta 2024. Si lo vemos en positivo, se trataría de reforzar el camino sinodal para que salga robustecido. Pero si lo vemos con otros ojos, puede significar el resultado de las graves resistencias cada vez más evidentes a este cambio de actitud que nos pide el Papa.

El lugar escogido por Francisco para dar la noticia fue la plaza de San Pedro ante 20.000 fieles que se habían congregado el 16 de octubre pasado para rezar el Ángelus. No fue dicho en un despacho curial ni mediante una entrevista a los medios de comunicación. Aprovechó una celebración masiva y popular en un contexto de oración, algo que para mí tiene su importancia. En cuanto a la explicación dada, "Son numerosos los frutos del proceso sinodal que ha comenzado, pero para llegar a su plena madurez, no debemos tener prisa", dijo el Papa, "…para tener un tiempo más largo de discernimiento que ayude a todos a vivirlo en un camino de hermanos y hermanas que dan testimonio de la alegría del Evangelio".

El tema no es coyuntural porque el mismo Papa ya aclaró en su momento que la sinodalidad es “el camino de la Iglesia que Dios espera en el tercer milenio”. Tampoco es un camino novedoso pues el concepto mismo de sinodalidad pertenece, desde el comienzo, a la naturaleza más íntima de la realidad eclesial. Se trata ahora de reforzar aquél “caminar juntos” de Jesús y retomar los pasos que se dieron con el concilio Vaticano II cuando señaló de manera relevante la participación, la corresponsabilidad laical en la vida eclesial así como su protagonismo en la vida eclesial. Aquello quedó a medias y ahora Francisco pretende completarlo para vivir la Iglesia como comunidad evangelizadora.

Todo comenzó en 2014 con la celebración de dos asambleas sinodales sobre la familia y las  diferentes fases del proceso sinodal pretenden hacer posible la escucha real de todos garantizando la participación también de todos en el proceso sinodal. No se trata solo de un evento, sino de un proceso que promueve sinergias entre el laicado, los obispos y el Papa. Es importante recordarlo, porque da la impresión de que no pocos llamados a vivir esta nueva realidad no están dispuestos a ello.

El andar juntos por el camino para realizar el proyecto del Reino de Dios y comunicar el Evangelio requiere detenerse, reunirse y estar juntos entre diferentes para celebrar al Resucitado y discernir la voz del Espíritu. El principio sinodal está ligado a la presencia del Espíritu que vivifica a la comunidad (C. M. Galli). Y de alguna manera, la sinodalidad recibe la herencia de la celebración eucarística. Al igual que la Eucaristía, el Papa busca la celebración del amor fraterno a través de gestos y actitudes de las relaciones de fraternidad que han de reinar entre quienes celebran la Eucaristía, mediante la búsqueda común del consenso y la construcción diaria de la común unión en la fraternidad, tan deteriorada por disputas teológicas y tensiones eclesiales a nivel ya de unidad pastoral y parroquia…

En definitiva, frente al enfrentamiento cada vez menos larvado entre quienes están convencidos de que lo esencial es la tradición y no la Tradición, la uniformidad en lugar de la apertura al Espíritu desde dones y carismas diferentes pero complementarios; son los signos litúrgicos tan importantes o más que lo que representan, el poder frente a la autoridad, la institución rivalizando con el Mensaje… Frente a todo eso que nos lleva a una conciencia de seguridades y exclusiones, el Papa nos recuerda que lo esencial es vivir el Evangelio… ¡a la manera de Jesús! Y esto implica un cambio de actitudes en cada una de las personas: humildad, escucha, oración comunitaria, servicio, ejemplo… y menos pasividad ante el reto de la sinodalidad que impulsa el Papa.

Esto nos lleva a la raíz sinodal de Francisco en sus formas de expresión que se concentran en tres actitudes: la participación, la implicación y la corresponsabilidad de todo el pueblo de Dios en la vida y la misión de la Iglesia, para evangelizar con el ejemplo. Concluyo con estas palabras del Papa Francisco: Comunión y misión corren el peligro de quedar como términos abstractos si no se cultiva una praxis eclesial que exprima la sinodalidad con detalle. Y esto nos involucra a todos en dejar de lado tanta pasividad que regocija a quienes pretenden descafeinar la sinodalidad y lo que ello supone.

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