Un decálogo emocionante

Ha costado mucho reconocer que la inteligencia “de siempre” personalizada en el Coeficiente Intelectual (CI), no garantizan el éxito fuera del campo estrictamente académico. Muchos años centrados en torno a la aptitud lógica y matemática o la capacidad verbal, sin tomar conciencia de la fortaleza del mundo emocional entendido como una inteligencia en sí misma. Esto quedó demostrado por la neurobiología cuando se comprobaron las relaciones existentes entre el “corazón” y la “mente”, entre la emoción y la razón. Entonces comenzó a cimentarse las posibilidades de una vida asertiva a base de conocerse uno mejor y aceptarse. Podemos resumirlo en un decálogo de cabecera:

1- Ya en el siglo I, Epícteto formulaba algo que hoy parece muy actual: “lo que turba a los hombres no son los acontecimientos sino la manera que tiene de enjuiciarlos. Si estamos afligidos, no culpemos a otros de nuestro estado, sino a nuestras propias valoraciones”.

2- Son las actitudes erróneas las que dañan la autoestima personal, bloquean la asertividad y dificultan la respuesta adecuada -y flexible- a los retos de cada día.

3- El desarrollo de la inteligencia emocional no tiene límite, a diferencia del coeficiente intelectual (CI) que viene determinado desde el nacimiento.

4- Nuestro Yo se manifiesta en los sentimientos. No se nos conoce sólo por el intelecto que tenemos. Cada emoción lleva su propio mensaje.

5- Los logros importantes vienen precedidos de horas de esfuerzo y dedicación soportadas en la motivación y entusiasmo. Un proyecto por el que no somos capaces de sentir nada, es difícil que salga bien. Ni es fragilidad buscar ideales que nos conmuevan.

6- Hay que tratar a los demás como nos gustaría ser tratados, practicando la escucha activa y la empatía (ponernos en la situación del otro), teniendo presente que la sinceridad interior se trasluce; y de qué manera.

7- Una señal de inteligencia es no sentirnos fracasados por resultados adversos o deseos inalcanzables, pues la base de la libertad pasa por conocer nuestros límites asumiendo los retos de la vida sin miedos paralizantes ni culpas inhibidoras. Pensar en positivo siempre ha sido la actitud de las personas inteligentes.

8- No es propio de la inteligencia emocional fingir estar bien y ser feliz todo el tiempo. Las personas con baja inteligencia emocional aparentan estar siempre en el mismo estado de ánimo, negándose a aceptar los sentimientos negativos.

9- Si damos un paso más, nos encontramos con que la inteligencia emocional -y la racional- está emparentada directamente con la inteligencia espiritual, que es la que logra que nuestras metas más altas se vuelven asequibles y fecundas en la medida del amor que seamos capaces de poner en ellas. Porque lo que no amamos, no crece.

10- Las personas que desarrollan la inteligencia espiritual potencian mejor las parcelas de inteligencia racional y emocional. Comprenden que hacer daño a otro es también hacerse daño a uno mismo y que ayudar nos da una felicidad profunda. En el plano espiritual todos estamos conectados.

Son muchos los estudios que demuestran que los éxitos humanos tienen que ver más  con sus cualidades internas que con la preparación técnica que poseen; sobre el desarrollo de las primeras, poco se enseña en los centros escolares, ni tampoco en la universidad, a pesar de que su peso supone dos tercios en el éxito profesional de la persona, por un tercio fiarlo todo a las cualidades técnicas. Da que pensar, la verdad.

La moraleja de todo esto es que para ganar en la vida, debemos desarrollar nuestra inteligencia de manera integral. Es otra manera de ver la Buena Noticia.

Volver arriba