La exhaltación de la Cruz[

Existen nada menos que dos fiestas litúrgicas sobre la devoción a la Cruz, sin contar lo que cada uno interpreta del Viernes Santo. A lo que hay que añadir la veneración a los trocitos del lignum crucis repartidos por medio mundo en la creencia de que son parte del madero que pudo sostener a Jesús en el Calvario.

Acabamos de celebrar litúrgicamente la primera de ellas, la llamada Exhaltación de la Santa Cruz por la que se honra el “madero santo” desde el siglo IV. Se conmemora el hallazgo de la cruz de Jesús (Vera crux) por parte de Santa Elena, madre de Constantino, como el instrumento de nuestra salvación. Se hizo muy popular la Legenda Áurea, de Santiago de La Vorágine (XIII), al recoger hagiografías de santos, entre ellas Santa Elena, donde se narraba el hallazgo de la Cruz.

La segunda, se trata de la Invención de la Santa Cruz (invenio, descubrir) o fiesta de las Cruces, cuyo sentido es festejar el culto a la Cruz de Cristo. Tras la reforma de la liturgia romana efectuada por Juan XXIII (1960) perdió su relevancia litúrgica manteniéndose en algunas localidades como fiesta popular.

El problema de este tipo de veneraciones piadosas es que llega un momento en que se favorece la sacralización del objeto, lo cual va en detrimento de la centralidad del mensaje del Crucificado. En nuestro tiempo descreído y fetichista, y tan propicio a aferrarse a seguridades de todo tipo, nos descentramos más fácilmente de lo esencial: el Crucificado y su Mensaje. La única cruz que el Señor acepta y nos invita a cargar es la que viene derivada de quitar las cruces a los demás o de evitarles nuevas cruces a nuestros próximos. En no pocas ocasiones, esto cuesta muchísimo más que el sacrificio que supone una privación voluntaria. La cruz a la que el evangelio nos invita recuerda el objeto en el que se torturó a Jesús, pero simboliza la dificultad real que plantea dicho seguimiento, y sobre todo la entrega transformadora que supone el amor total que ejemplifica Jesús.

Jon Sobrino es de la opinión que ya existe suficiente mal en el mundo y que Dios no quiere que lo aumentemos. Al contrario, quiere que lo combatamos. Vivir y luchar por la Causa de Jesús incluye combatir el mal y construir el bien (Rm 12,21). Esta es la Cruz a la que se refiere el Señor, en sus múltiples formas: soledad, pobreza, desamor… A mayor necesidad, mayor dedicación nos pide Dios.

En aquel Viernes Santo solo se vio el fracaso y la aparente inoperancia divina, acusado Jesús de no ser capaz de salvarse de la cruz. Pero al relacionarlo con la Resurrección, entonces se hace creíble el poder liberador de Dios”.

Volviendo a estas “fiestas” litúrgicas, creo que no ayudan a disipar la idea errónea del sacrificio dolorista como un fin querido por Dios. No se entiende bien festejar litúrgicamente la cruz como tal, que Dios no la quiere para nadie. La Cruz de Cristo es signo de testimonio comprometido, que es donde debemos centrar el esfuerzo personal para vencer nuestros egoísmos (conversión) y dotar a nuestras cruces humanas de sentido evangélico (amor). De ahí que la adoración a Cristo crucificado sea una parte inseparable del misterio de la pasión, muerte y resurrección porque representa la victoria del Amor sobre la muerte y el mal transformando el sentido de la Cruz en símbolo de victoria.

Somos cristianos y pertenecemos a la Iglesia porque hemos sido elegidos por el regalo de la fe sin mérito alguno nuestro. No fuimos elegidos para la salvación; esta puede alcanzarla todo ser humano. Hemos sido elegidos para el testimonio y para transparentar lo absoluto de manera explícita, como expresa Ladislao Boros.

No nos quedemos, pues, en las dificultades al seguir a Jesús, que él tampoco puso ahí el acento y menos con indicaciones de que nos quedásemos en el Viernes Santo. Dios me llama a ser feliz conmigo mismo; a ser feliz con los demás y a trabajar para que todos sean felices. Las tres son los baluartes de la mejor Noticia. La Cruz, en fin, no casa con una fiesta litúrgica; más bien sería la consecuencia de nuestro compromiso.                                                                                                                                                                                                                                                                                                       _______________    

Para profundizar en el tema, invito a la lectura de mi libro ´La Cruz. Variaciones de la Buena Noticia´, con prólogo y epílogo de Xabier Pikaza. Editorial San Pablo, 2022.

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