¿Qué ha sido de la propuesta viri probati?

Con motivo de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que se celebra cada 2 de febrero, quiere agradecer a quienes han hecho de su vida una apuesta radical por el Evangelio, de compromiso y testimonio. Es un carisma importante que, en mi opinión, debiera complementarse y ampliarse. Y quiero aprovechar para referirme sobre todo a la figura viri probati, muy anterior al sacerdocio célibe. Hoy no es posible, a pesar de ser una figura existente en la Iglesia primitiva.

Es cierto que se lleva hablando desde hace algunos años para implementarla, al menos en algunas circunstancias, pero se ha quedado sin profundizar, sobre todo en las conclusiones del Sínodo de la Amazonia. Y eso que allí se planteó la cruda realidad de grandes extensiones de kilómetros, donde las comunidades cristianas viven años sin Eucaristí­a.

En la Carta del siglo I de un discí­pulo de los apóstoles, San Clemente, se explica cómo ordenaron a sus sucesores, mediante la predicación y el discernimiento por campos y ciudades para disponer de nuevos obispos y diáconos. 

El tema volvió a plantearse en el Concilio Vaticano II, pero fue descartado, a pesar de que la Constitución dogmática Lumen Gentium afirma que los Apóstoles “dieron la orden de que otros hombres de probada virtud -viri probati-, al morir ellos, se hiciesen cargo del ministerio” (LG 20).

Francisco es de la opinión que el celibato opcional no es la solución a la falta de vocaciones. Cree en la fórmula actual es propiciar que haya más vocaciones sacerdotales… Pero, ¿ni siquiera la posibilidad de ordenar sacerdotes de diáconos casados? Francisco opina también que las mujeres no deben acceder al sacerdocio porque se clericalizarían. Y digo yo… ¿Acceder a un carisma nuevo empobrecería a la mujer? ¿Es eso lo que les ocurre en las Iglesias cristianas luteranas y anglicanas? ¿Y ni siquiera cabe la figura de las diaconisas católicas sin empobrecer a la mujer?

La respuesta del Papa no elude lo esencial y recuerda que la Iglesia católica tiene curas casados, griegos y católicos coptos en el rito oriental. Y añade: “No se debate sobre un dogma, afirma, sino un don para la Iglesia. Al no ser un dogma de fe, siempre está la puerta abierta”. Incluso ha llegado a decir que los viri probati son una posibilidad, sobre todo en comunidades aisladas, como la Amazonia, pero ha cerrado la puerta a esta posibilidad, a pesar de que se dio en otros lugares, como en Checoslovaquia, durante el régimen comunista (1945-1989).  Pero su argumento final es que lo que ha primado en su decisión es “no buscar soluciones precipitadas”. 

Por último: ¿Qué pasa con la vocación verdadera que sienten muchas personas, hombres y mujeres, imposibilitadas para acceder a ciertas funciones o carismas? Ahí están los sacerdotes casados, “en tierra legal de nadie”, desempeñando labores de excelentes católicos que son en su servicio eclesial y parroquial, aunque no puedan celebrar la Eucaristía. Más clarificador es la realidad de las Iglesias católicas orientales, que reconocen la autoridad universal del Papa, y están en plena comunión eclesial formando parte de la Iglesia católica, que admite en su seno curas casados. Es algo recogido en los documentos del Concilio Vaticano II (ver el capítulo Constitución dogmática sobre la Iglesia).

Lo cierto es muchas comunidades se quedan sin recibir algunos sacramentos, como la Eucaristía, sin dogmas de fe por medio. Incluso en el Primer Mundo crecen las celebraciones de la Palabra por lo mismo, cuando en los primeros siglos del cristianismo habí­a sacerdotes y obispos casados, al menos hasta el siglo IV. No parece, pues,un disparate que existiera al menos el celibato voluntario.

¿El problema es que hay cisma seguro a la vista si el Papa abre la mano? ¿Es más importante la intransigencia de quienes ya han acusado al Papa de 7 herejías, y están dispuestos a todo con tal de mantener el poder anacrónico de la institución eclesial a costa del Mensaje y de la sana evangelización?

No es posible, a la luz de todo lo anterior, que haya guardianes de la ortodoxia que entiendan la posibilidad de los viri probati como una “ruptura completa con la tradición apostólica” que deja de imitar a Jesús, “obediente, pobre y casto”. Lo que evidencia, además, es que para ellos, el matrimonio u otros carismas son calderilla al lado del ministerio presbiteral. El miedo a perder estatus, convertido en pura soberbia. Pero esto también está en la tradición, con minúscula… Y Jesús se encontró con lo mismo.

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