Una semana con San José

José es un gran ejemplo hoy, ya que supo interpretar su papel con una madurez envidiable, es decir, aceptando las murmuraciones de aquella comunidad en la que todos se conocían, sin alharacas ni aplausos con los que solazarse; al contrario. Él se mantuvo entre las virtudes del silencio, la aceptación desde la fe, la prudencia y la humildad. Ahí es nada. Se habla mucho del fiat de María y casi nada del fiat de José, “invitado” a una Gran Causa de manera aparentemente secundaria a ojos de cualquier ser humano sin tanta madurez como la suya, viviendo a contracorriente sin la exigencia de entender primero el porqué le piden semejantes sacrificios.

Todavía no existía el Padrenuestro y ya había ejemplarizado su oración central: “Padre, hágase tu voluntad” intuyendo que la verdadera sabiduría consiste en vivir de acuerdo con Dios Padre, da igual el sacrificio de que se trate por un bien superior que entonces no pudo entender del todo.

Su maravilloso ejemplo radica en que puso toda su vida en manos de Dios, siempre a la escucha, anteponiendo sus anhelos sanos a la voluntad de Dios desde una fe que siente de una manera, pero sabe y se decide por otra mejor aun sin conocer ni gustar el camino que se le indica recorrer. Le basta saberse conducido por Dios. No se queja, tampoco se irrita ni se rebela; no pide explicaciones ante la maraña de miedos y sensaciones negativas que le asaltarían antes de su “hágase”, de su fiat.

Tampoco pide compensaciones posteriores para sofocar su orgullo ni se arruga ante la grandeza de su vocación. El pone todo su empeño en servir a los designios de Dios y lo hace sin resistencias, sin ruido; tan es así su silencio humilde sin que el Evangelio nos transmita una sola palabra suya. José es un gran escuchador con el corazón abierto a la Llamada.

No pocos cristianos vemos en ese José silencioso a un pobre santo que no tiene nada que enseñar a los hombres y mujeres de hoy. La realidad es otra, y bien diferente, ya que muestra las carencias que tenemos en forma de orgullo, vanidad, soberbia y falta de fe en todo aquello que no es empírico; no ya referido directamente a lo religioso, sino a toda manifestación de espiritualidad que aflora, sin prisa pero sin pausa, en esta época hedonista que tiene en consideración solo el resultado inmediato.

José nos recuerda que lo esencial no es parecer, sino ser; la primacía de la vida interior, de la contemplación como compañera inseparable de la acción -Marta y María, ambas- para lograr una fecundidad verdadera. No sabemos cuando se produjo su muerte, pero en el tiempo que desempeñó su papel de padre de Jesús y esposo de María, seguro que pudo disfrutar de un marco familiar de crecimiento en el amor entre los tres.

Eso sí, su fe fue puesta a prueba desde el primer momento, naciendo Jesús de manera pobre, poniendo un nombre diferente a su hijo del que tenía pensado, la huida a Egipto, la escapada de Jesús cuando todos se volvían de la Pascua para Nazaret… El ejemplo de San José requiere una reflexión que va más allá de una festividad litúrgica por la trascendencia que su actitud tiene en momentos similares como los actuales, llenos de incertidumbre y donde todos buscamos seguridades y un no disimulado “sálvese quien pueda”.

La poca importancia real que tiene en el santoral está ligada a nuestra mentalidad materialista: poco protagonismo, poco interés para nosotros, cuando la realidad es que su actitud debiera ser exaltada como el verdadero camino que Jesús nos pide en épocas de tribulación y todo parece que indicar que no tenemos fuerzas ni ganas para transformar el mundo a la manera de Cristo. Pues ahí está José, desde su “pequeñez” ocupando por derecho un lugar privilegiadísimo en la Sagrada Familia pues, no lo olvidemos, Jesús no comenzó su vida pública hasta los treinta años, aproximadamente.

Esa vida oculta pero en absoluto empobrecida, que tan poco valoramos, es un modelo para la gran mayoría de familias que han alimentado, desde su ejemplaridad y sencillez, a muchas de las grandes figuras de la humanidad y parece que no han hecho nada relevante… excepto amar con intensidad en su círculo familiar sin ser noticia para sus contemporáneos, pero sí para Dios. 

Escuchemos el silencio de san José. Que dure la reflexión sobre su grandeza humana y cristiana al menos una semana tras el 19 de marzo.

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