El sentido del humor también es cristiano
| Gabriel Mª Otalora
Es la capacidad que tiene una persona para desdramatizar y relajar las situaciones de la vida poniendo el acento en lo que tiene de contradictorias, sorprendentes y paradójicas. En el fondo de una persona con sentido del humor anida un corazón con madurez e inteligencia emocional… y con mucha fe en el amor de Dios, en el caso cristiano.
Eso significa que estamos a gusto en nuestra piel a pesar de nuestras imperfecciones y disgustos, que nos aceptamos como personas falibles, aunque podemos equivocarnos. No es casualidad que la inteligencia emocional esté tan emparentada con el sentido del humor por necesitar una buena gestión de las emociones para practicarlo. Esto es importante, aunque es posible ser buena gente y carecer por completo del sentido del humor. Eso sí, quien tenga esta carencia no tendrá la capacidad de reírse de uno mismo y le costará relativizar los disgustos. Y si es cristiano le costará bastante más aceptar la vida tal cual es.
Estamos ante un verdadero sexto sentido, una actitud, un modo de mirar e interpretar la existencia, cualesquiera que sean las cartas que nos depare. El sentido del humor es un claro exponente de buena salud mental, física y espiritual. Con el sentido del humor aprendemos a relativizar las cosas, a ser más flexibles e incrementar nuestra apertura de miras, a confiar mejor en la vida y en Dios. De igual manera, si alguien se ríe de nosotros, nos importará menos porque somos capaces de reírnos primero. Por eso hay que cuidarlo y cultivarlo para fomentar la alegría.
Lo que resulta menos comprensible en pleno siglo XXI es que muchísimas personas desconocen sus efectos beneficiosos, empezando porque cualquiera puede desarrollar un sano humor si se lo propone. Ayuda a promover la tolerancia, considerada como una sabiduría que ilumina la relatividad de las cosas y sus beneficiosos efectos. Por eso escasea su práctica; no es cosa de insustanciales. Un testimonio ilustrativo del sentido del humor lo protagonizó Borges cuando fue nombrado director de la Biblioteca Nacional, justo cuando se estaba quedando ciego: “Nadie rebaje a lágrima o reproche // esta declaración de la maestría // de Dios, que con magnífica ironía // me dio a la vez los libros y la noche”.
La alegría no necesita de grandes planes para subsistir a la tristeza. Si acumulamos sentimientos positivos y alegres, el buen humor se convierte en un modo de asumir la vida pues no es posible albergar, a la vez, un sentimiento positivo y otro negativo. Dependiendo a cuál alimentemos más, la dinámica de nuestras emociones será positiva o negativa; es pura inteligencia emocional. Amos Oz lo dijo de otra manera: Nunca he visto a un fanático con sentido del humor, ni a nadie con sentido del humor que sea un fanático.
Desde una óptica específicamente cristiana, es un hecho que algunos santos y santas manifestaron una vena humorística. En ellos se nota perfectamente cómo su profunda libertad de espíritu es compatible con un profundo sentido del humor, que no sólo es simpatía humana, buen carácter o facilidad para ser gracioso, sino comprensión de lo tremendamente relativo que es todo fuera de Dios. Que alguien como Pablo diga que está contento y contagie su alegría a los demás estando encarcelado, parece cosa de locos. Francisco de Asís escribió su Cántico del Hermano Sol con un sarcoma de huesos que le hizo sufrir cerca de la muerte. Enrique VIII, cuando rompió con la Iglesia Católica, se deshizo de su leal servidor, Thomas Moore, a quien calumnió y encarceló hasta ordenar que le decapitaran; fue canonizado y se ha hecho muy conocida su oración del buen humor:
“Señor, dame una buena digestión y, naturalmente, algo para digerir. Dame la salud del cuerpo y el buen humor necesario para mantenerla. Dame un alma sana, Señor, que tenga siempre ante los ojos lo que es bueno y puro, de manera que frente al pecado no me escandalice, sino que sepa encontrar la forma de ponerle remedio. Dame un corazón que no conozca el aburrimiento, las quejas, los suspiros y los lamentos. No permitas que me tome demasiado en serio, ni que me invada mi propio ego.” Y Dame el sentido del humor, dame el don de saber reírme, a fin de que sepa traer un poco de alegría a la vida haciendo partícipe a los otros. Amén”.
Por algo será que amor y humor son los dos polos del equilibrio mental, dos lazos emocionales complementarios.