La solidariadad no cotiza en Bolsa

Lo ha dicho el Papa Francisco, en Nairobi, la capital de Kenya, en su visita a uno de los barrios más pobres con más de 100.000 habitantes: “Quisiera reivindicar en primer lugar estos valores que ustedes practican, valores que no cotizan en Bolsa, valores con los que no se especula ni tienen precio de mercado”.

Ahora que lo hemos reducido todo en el primer mundo al valor económico y financiero de las cosas y de las personas, el Papa ha vuelto a reivindicar que lo mejor del ser humano no se encuentra en los parqués ni en las plantas nobles de las grandes corporaciones. Que ahí no hay que fijarse para salir de la miseria física y espiritual. Cuando todavía algunos dudan si eso de que “fuera de la Iglesia no hay salvación” es un inmenso error o tiene algo de verdad, Francisco viene a decir que fuera de los Mercados está la solución para este Planeta tan desnortado e injusto. Su efecto mediático como Papa ha logrado hacernos recordar lo que otro jesuita comprometido contra las injusticias dijo no hace tanto tiempo: “Fuera de los pobres no hay salvación”.

En efecto, el vasco Jon Sobrino escribió su “Principio Misericordia” cuando el Vaticano ponía en el punto de mira a todo aquello que sonara a evangelio comprometido con la causa de los desheredados de la Tierra. Ahora son muchos los que llevan tiempo rumiando las cada vez más insistentes llamadas del Papa a la conversión que pasa por el cambio -conversión y cambio son sinónimos- de actitudes y conductas para poner en el centro de toda la teología al Cristo crucificado, y no al Pantocrátor; al Dios comprometido con el desarrollo humano y no a pesar de él.

Amar a Dios y al prójimo como a uno mismo. Corto, claro y directo parece, ¿verdad? Pues Francisco seguro que tiene la impresión de que estamos con las tablas de Moisés, comenzando de cero, otra vez, a la vista de lo que le está tocando lidiar y de lo reacios que somos muchos cristianos a tomarnos en serio el compromiso liberador de Cristo. El problema, ay, es que la solidaridad no cotiza en Bolsa, y esto, a lo que parece, es un muro más fuerte que los del templo de Salomón.
Volver arriba