¿De verdad que queremos buenas noticias?

Gran parte de las noticias que difunden los medios de comunicación son de tipo negativo. Por eso mismo, es frecuente escuchar a personas que han dejado de ver las noticias por salud emocional: violencias de género, muertos por asta de toro en festejos populares, la ración diaria de la tragedia de inmigrantes en el Mediterráneo, con cerca de 265.000 arribadas a las costas europeas solo en 2015, y sin contar los que se han quedado en el intento; accidentes de tráfico, incendios premeditados, guerras que no cesan, los datos de la exclusión social, la corrupción política… Resulta muy difícil "no enterarse" de lo malo con tantos medios dan noticias predominantemente negativas, incluso las 24 horas del día y desde que nos levantarnos por la mañana.

Tantas noticias negativas acaparando los espacios informativos producen una sensación de inseguridad y desazón. Pero detrás de ella anida otra percepción peor por esta sobreexposición de malas noticias que recibimos: convencernos de que a nuestro alrededor, gana por goleada lo negativo y peligroso, lo cual predispone a empequeñecer nuestra persona y la convivencia, ¡siendo cristianos!

Desde luego que no abogo por el silencio informativo pues creo necesario reivindicar lo bueno que ocurre, la cantidad de situaciones de solidaridad, respeto y bondad admirables que se suceden cada día pero de las cuales no se informan dando la sensación de que no existen apenas. De tanto hablar de lo malo, acabamos socavando la confianza en nosotros y en nuestros semejantes llegando a una actitud de indiferencia muy peligrosa que desdeña la alegría de vivir y hasta la vida misma.

La ética es tratar de vivir lo bueno, no solo lo apetecible. Los griegos de la Hélade ya pensaban sobre la vida virtuosa o excelente, pero entonces estaba constreñida al valor y a las habilidades guerreras. La virtud era patrimonio de unos pocos y en masculino: la milicia que salía solo de las castas más nobles. Más adelante, se amplía al valor del autodominio responsable que usa la libertad para lograr lo verdaderamente bueno. Después de un larguísimo recorrido histórico, parece que olvidamos nuevamente a la ética como la manera de preguntarnos para practicar qué es eso de vivir bien humanamente. Las preguntas no han cambiado mucho pero sí las respuestas a medida que el ser humano avanzada en dignidad y derechos básicos universales. Hoy estamos arrinconando las preguntas éticas más básicas. Y quizá sea una consecuencia que no veamos ni valoremos las buenas noticias que generamos, a pesar de que son muchas más porque, de lo contrario, hace tiempo que hubiésemos fenecido en nuestra propia implosión, a lo Armagedon apocalíptico. Si las ideas de destrucción, codicia y odio discurren como un torrente estrepitoso, no pueden silenciar al arroyo del que emana generosidad, solidaridad, acogida, perdón, escucha, generosidad… No lo percibimos porque estamos en crisis, pero está en medio de nosotros, dentro de nosotros, pujando por salir aunque lo negativo sea más atractivo y por eso las malas noticias venden más.

Eso es lo que tiene el Espíritu, que se manifiesta como a Isaías, en un susurro que acaba convirtiendo al amor en el motor de la historia, y a Jesucristo como “la persona” de la historia. Por encima y sobre todo por debajo de catástrofes, malas noticias y desánimos, lo bueno mantiene el barco y el rumbo de la existencia humana. Si añoramos buenas noticias o creemos que ya no son relevantes, no vivimos con esperanza en Cristo resucitado, cuando deberíamos estar en la dinámica de crearlas nosotros haciendo el bien siendo las manos de Dios y Buena Noticia para tantos desesperados de la vida ¿Queremos buenas noticias que no vemos? Pues ¡creémoslas!

Pero aun peor que ser cristiano triste y borrego frente a las malas noticias, es confundir bondad con debilidad por temor a ser el tonto-bueno de quien todos se aprovechan o no consideran. Ser buena persona es lo contrario: es la fortaleza de quien ha decidido luchar por cambiar la realidad y aceptarla cuando no se puede, valorando lo que tiene su existencia de bueno con la mano tendida y dispuesta, “a pesar de”. Lo contrario vende más, pero no es inteligente.
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