La vitamina P

En un ensayo sobre la esperanza, Pedro Laín Entralgo proponía cinco remedios contra la desesperanza existencial. En uno de ellos, Laín invita a relacionarse con las personas dotadas de una radiante simpatía vital: “más de una vez he dicho haber descubierto una nueva vitamina P, la vitamina Persona. Cuando alguien está dotado de una verdadadera simpatía sentimos en nuestro interior una suerte de inédita reconciliación con la vida”.

Simpatía vital que va inseparablemente unida a la sonrisa y también a una risa sana, ambas bastante escasas en estos tiempos. No hay más que fijarse en los caretos que se ven por la calle y en nuestros círculos más cercanos, en contraste con los niños, mucho más dispuestos a reírse que los adultos si tenemos en cuenta que un pequeño se ríe un promedio de 300 veces al día, mientras que un adulto lo hace entre quince y cien veces.

Cuando Madeleine Cinquin (sor Emmanuelle) una misionera de 91 años que se había pasado casi sesenta trabajando en los arrabales de El Cairo, volvió para dedicarse a los sin techo y a los presos de París, le llamó poderosamente la atención la expresión de los rostros de quienes se encontró en el Metro parisino: “pensé que los viajeros iban todos a un entierro. Viendo sus rostros me preguntaba si había ocurrido una tragedia y yo no me había enterado. Todo el mundo miraba al suelo, con gesto sombrío, sin decir palabra. Yo venía de un lugar sumido en la máxima indigencia pero allí las gentes compartían sus ganas de vivir, su alegría junto con su pobreza”.

La risa es una potente herramienta curativa que nos reconcilia con la vida. Una buena carcajada fortalece el sistema inmunológico (suelta adrenalina) al tiempo que produce una gran liberación de endorfinas popularmente conocidas como las hormonas de la felicidad. Una carcajada aporta vitalidad, incrementa la actividad cerebral, favorece la circulación sanguínea, armoniza la respiración, equilibra la presión arterial... Cuando nos invade la risa, muchos músculos de nuestro cuerpo que permanecían inactivos se ponen en funcionamiento. No hay duda de que reírse es un estímulo eficaz contra el estrés y la tristeza, y bastante más útil para liberar tensiones que algunos remedios de la farmacopea. Los psicólogos afirman que el humor es una victoria sobre el miedo y la debilidad. Y el humor más familiar es la risa (*).

Recuerdo los célebres diálogos en El nombre de la rosa, entre los monges Guillermo y Jorge, a propósito de la defensa y la condena de la risa en el marco histórico de principios del siglo XIV, gracias a la sagacidad de Umberto Eco en la manera de plantear el miedo ante la imparable apertura a nuevos tiempos de la que algunos se defendían escudándose, curiosamente, en el saber y el conocimiento.
Junto a los cariacontecidos, abundan quienes lucen como una pose pasearse con cara seria y no reírse mucho, inhibiéndose del buen humor; a lo peor tampoco han aprendido a llorar. Miedos, al fin y al cabo. Cuántas veces en Occidente la risa ha sido juzgada como una vulgaridad, como falta de respeto e incluso como una superficialidad irreverente por quienes deberían saber que hasta santo Tomás Moro escribió una plegaria a Dios para pedirle buen humor. Todo lo contrario de Oriente, donde la risa es muy apreciada incluso en el contexto zen de los budistas. Y Jesús, maestro de la transmisión oral con aquellas gentes iletradas ¿cómo iba a desconocer el poder del humor y la atracción que la risa empática ejerce sobre la gente? “Dejad que los niños se acerquen a mi”: ¿Alguien ha visto alguna vez que un niño se acerque a quien no sabe jugar y reír?

Por tanto, quienes apuestan por sonreír e irradiar simpatía vital (la vitamina P de Laín Entralgo) a pesar del mal tiempo existencial, afloran los sentimientos más sanos gracias al poder de liberación que tienen sobre las tendencias agresivas que tanto dificultan la comprensión a los demás y a nosotros mismos.

Lo cierto es que cada vez son más los profesionales de la salud que se interesan por terapias centradas en la risa con voluntad de aplicarla a sus enfermos. Por algo será.

(*) Ver más sobre el tema en DECÁLOGO PARA SER ALEGRE. Gabriel Mª Otalora. Editorial Monte Carmelo.
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