A vueltas con la cruz
| Gabriel Mª Otalora
Vivimos tiempos difíciles. En realdad, toda la existencia es difícil, aunque nos empeñemos en aliviarnos de responsabilidades, como si ello fuese antídoto para nuestra felicidad.
Traigo este tema a colación tras haber leído una reflexión del jesuita Antonio Spadaro de la que entresaco esta aseveración tan lúcida: “Llevar la cruz no significa buscar el dolor para hacerse la víctima, sino aceptar que un verdadero camino no se recorre sin pérdida, sin ruptura, sin esfuerzo". Me parece que en menos no se puede explicar mejor la exigente frase de Jesús de Nazaret en el evangelio de Mateo: “Quien no toma su cruz y me sigue no es digno de mí”.
Si la religión ahora vende poco, la cruz concita un punto más de rechazo incluso entre los propios católicos. El sentido evangélico de la cruz, del Crucificado, ha sido distorsionado, rechazado o ignorado en la práctica cristiana, desvirtuando su importancia o, peor aún, cayendo en un dolorismo que Jesús no practicó. En mi opinión, una Buena Noticia venida de Dios no puede concentrarse en la cruz si no es para superarla desde el amor.
Jesús acoge a todos, se acerca a los olvidados, sana, se fija en los últimos. Pero esto significa dificultades, incomprensiones y amenazas -la cruz- cuando el compromiso es total para cambiar las circunstancias de quienes sufren injustamente y, de esta manera, abrir el verdadero camino de la liberación verdadera.
Jesús acoge a todos, se acerca a los olvidados, sana y se fija en los últimos. Pero eso significa dificultades, incomprensiones y amenazas -la cruz- cuando el compromiso es total para cambiar las circunstancias de quienes sufren injustamente y de esta manera abrir el verdadero camino de nuestra liberación.
Hay que aceptar las reglas de la vida tal cual son. El dolor inevitable mal aceptado lleva a la desesperación. “¿Por qué sufro? “Esto es la roca del ateísmo”, afirma Georg Büchner en boca de uno de los personajes de su drama La muerte de Danton. Lo cierto es que sufrimiento y maduración van de la mano. La pregunta entonces, sería: ¿qué puedo hacer yo para mitigar mi sufrimiento y el de los demás? Ahí cambia todo…
Por tanto, Cristo pide que trabajemos la actitud para volcarnos en los demás con amor. No es solo hacer el bien, sino hacerlo de una determinada manera: con amor. Esta es la llave para sentir verdadera alegría, plenitud interior y la paz. Y en cuento a las limitaciones sobrevenidas de la vida (enfermedades, fracasos…), Jesús nos dejó un mensaje en forma de promesa: todo lo demás se nos dará por añadidura, sin olvidar los mensajes consoladores de “pedid y se os dará” y “te basta mi gracia”.
La gran tentación ante el misterio de la Cruz es suprimirla. El apóstol Pedro es el prototipo de los que, con la mejor voluntad, rechazan la cruz. No puede soportar la injusticia dirigida contra su Maestro. Sin embargo, el Señor recrimina con firmeza la actitud de Pedro (Mt 16,23)
El carácter transformador de la Buena Noticia nos hace ver también que no todo es ir a contracorriente poniendo en peligro hasta la propia existencia. Junto a la dificultad de vivir en actitud de servicio, está la alegría de descubrir el tesoro escondido en forma de plenitud humana en este mundo. La exhortación de San Pablo "Alegraos siempre en el Señor porque está cerca" surge de la alegría del encuentro con Él … mientras se encontraba encadenado y preso.
Las teologías equívocas cargan las tintas sobre el sufrimiento en lugar de incidir en su liberación. Tomamos nuestra cruz cada día cuando no cedemos a los sentimientos de irritación o envidia, a las tentaciones de la soberbia o pereza; cuando nos negamos a ser esclavos del desánimo. O cuando pasamos de largo ante la desgracia que nos incomoda de otra persona. La mayoría de las veces, lo heroico está en lo cotidiano donde la entrega es sutil y menos agradecida.
“¿De qué me sirve la abundancia de vuestros sacrificios?Cesad de hacer el mal, aprended a hacer el bien…” (Is 1,11-17). Que lo esencial en el Calvario no es la sangre derramada ni la muerte, sino el amor total de Jesús que prefiere la muerte violenta (aceptada, pero no querida) a la traición o la sumisión a un poder injusto. Y la consecuencia de que el amor vence incluso a la muerte. Esta es nuestra fe.